Acta comportamentalia - vol. 20, núm. 1 pp. 3-4
En 1968, escribí un prólogo para la primera edición en castellano de Walden Dos, la novela en la que Skinner aplica algunos de sus descubrimientos de laboratorio al diseño de una comunidad humana. Algunos años más tarde recibí una carta de Juan Robinson, el cual junto a su esposa Mireya y otros compañeros habían fundado en 1973, en Hermosillo (Sonora, México), la Comunidad Los Horcones, con el decidido apoyo, entre otros, de Sidney W. Bijou e Ivar Lovaas y la bendición del propio Skinner. Con su proyecto intentaban plasmar en la realidad una nueva utopía basada, como la novela, en los conocimientos proporcionados hasta aquel momento por el análisis experimental de la conducta.
En 1980 viajé a México invitado por la Universidad Nacional Autónoma de México ; antes del viaje escribí a Juan y Mireya sugiriendo que intentaría ir a visitarles. Lo que ignoraba en aquel momento era que desde ciudad de México hasta los Horcones había una distancia inconcebible para un habitante de cualquier país de la diminuta Europa. Dos años más tarde coincidí con ellos en un congreso de psicología que tuvo lugar en la ciudad de México y tuve ocasión de charlar con ellos personalmente. Nunca olvidaré aquel en- cuentro y el contagioso entusiasmo que ambos desprendían.
Seguimos en contacto epistolar esporádico y muchos años después, el azar volvió a reunirnos en España. Habían venido junto a su hijo Juan y otros compañeros, con la ilusión de iniciar un nuevo proyecto comunitario en nuestro país. Fue en Madrid, el 28 de febrero de 2004, con motivo de las II Jornadas sobre
Análisis de la Conducta, que escuché la que sería su última conferencia : “30 años de aplicación del Análisis de la Conducta al diseño de Los Horcones”.
Al terminar las Jornadas viajaron a Barcelona y tuvo lugar nuestro reencuentro final, teñido de in- fortunio y tristeza ya que Juan sufrió un derrame cerebral del que nunca se recuperaría completamente. Recuerdo con claridad aquellos días, entre el miedo y la esperanza, en la unidad de cuidados críticos del Hospital Clínico de Barcelona. Superviviente de unos días en los que se encontró muy cerca de la muerte, pudo regresar a México para empezar un largo proceso de rehabilitación.
En 1999, en la 25ª Convención Anual de la Association for Behavior Analysis celebrada en Chicago, tras recibir un premio por la labor desarrollada desde los Horcones en la difusión internacional del análisis conductual, dijo : “En 1973, cuando fundamos los Horcones, nos preguntamos : ¿podemos usar el análisis de la conducta para diseñar una cultura mejor ? ¿podemos crear una cultura que tenga en cuenta y haga avanzar la ciencia de la conducta ?. Para contestar estas preguntas precisamos construir un laboratorio. Pero el laboratorio que necesitamos nada tiene que ver con una sala dentro de un edificio sino que se trata de un espacio experimental a escala cultural. Necesitamos un grupo de personas que viva 24 horas en este laboratorio durante muchos años, establecer prácticas culturales, observar y evaluar sus efectos tanto en ellas y la conducta de sus hijos como en el entorno. En Octubre de 1973 iniciamos este laboratorio”.
Los Horcones fue, de hecho, la continuación de un proyecto anterior. Así, en 1971, un grupo de ami- gos había creado en la ciudad de Hermosillo (Sonora) el “Centro para Niños con Déficit Conductual” desde una óptica totalmente conductista : <El “autismo” no es una enfermedad sino un problema generalizado de conducta. Los niños que presentan este problema conductual muestran excesos y déficits conductuales, es decir, les falta aprender conductas apropiadas y desaprender inapropiadas>. Esta semilla constituyó el origen de Los Horcones.
En este preciso instante, junto a mi ordenador, tengo un libro de Juan que conservo como una reli- quia. Tiene un extraño título : “Trece trucos de magia” y está dedicado a “los estudiantes de psicología de cualquier lugar del mundo, invitándolos a terminar esta carrera como científicos de la conducta y no como magos”
Juan Alfredo Robinson López ha muerto el 30 de septiembre del 2011 en Hermosillo, Sonora, México junto a los seres que amaba y por los que era, a su vez, profundamente querido y respetado.
A mi juicio, fue un hombre creativo, bueno y generoso que, con intrepidez y limpieza, intentó adecuar la vida a sus ideas y mejorar la sociedad desde la coherencia que le proporcionaba un modelo conductual en el que creía firmemente. Los psicólogos, todos los psicólogos (aunque no sean conductistas), y las personas, todas las personas (aunque no sean psicólogos), estaremos siempre en deuda con él por haber dado ejemplo y mostrado nuevos caminos.
Descanse en paz.