N°22 / La psychologie politique en Amérique Latine Janvier 2013

La psicología política actual latinoamericana ¿es política?

Mario Juárez Rodríguez

Résumé

El presente artículo hace una revisión de los avatares de la psicología política desde la década de los sesenta del siglo pasado hasta toparse con la pregunta que lleva por título ¿es la psicología política actual latinoamericana política? La respuesta a dicha cuestión implica revisar los momentos epistémicos por los cuales ha atravesado la disciplina y presentar alternativas al pensamiento único nacidos en la región.

This article is a review of the vicissitudes of Political Psychology from the sixties of the last century, and then it runs into the question: Is the current Latin American Political Psychology, politics? The answer to that question involves reviewing the epistemic moments through which Latin American Political Psychology has passed, and presenting alternatives to the unique thought born in the region.

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I. ¿Qué es América latina y por qué necesita una psicología propia?

La definición de América latina como subcontinente o conjunto de naciones que comparten algunas peculiaridades ha sido tema de amplia reflexión. Su definición no contempla solamente una zona geográfica, una historia compartida, ni una lengua común impuesta, aunque son parte en definitiva de su composición. Si algo ha marcado la historia de nuestra región es un pasado de colonización, un parto y muerte de la cultura. Evidentemente mi apuesta no es regresar a aquellos años previos a la conquista ni hacer un ensalzamiento del indio muerto – porque el vivo es otra historia- sino reflexionar sobre esta condición y observar algunos aspectos de ella que afectan de manera especial al quehacer de las ciencias sociales, con especial atención en este caso en la psicología social.

a) Psicología política, reflexión epistémica o estudios de caso

Es frecuente encontrar en gran parte de los textos que llevan el nombre de psicología política estudios relativos a la comprensión-descripción-interpretación de hechos políticos y su impacto en diversos grupos sociales. Por ejemplo las minorías activas y su importancia en la transición democrática en México. Sin embargo es poco frecuente encontrar textos con dicho apelativo que impliquen una reflexión epistémica sobre el quehacer psicopolítico. Esto porque resulta de mayor comodidad partir de un sinfín de supuestos en lugar de ponerlos en tela de juicio, tarea que debería hacer cualquier investigador social. Se realizan estudios sobre lo que la democracia significa, sin entender primero la historia de la democracia o los debates que en torno a su definición existen. Pero no sólo eso, sino que además se dan por supuestos ciertos puntos de partida epistémicos, así, no se toma en cuenta el tipo de sociedad en la que habitamos; de corte occidental y capitalista, la cual enarbola ciertos valores en menosprecio de otros, considera adecuados determinados tópicos y rechaza otros. En palabras de Boaventura (2009) de Sousa Santos realiza un epistemicidio.  

II. Psicología política desde o para América Latina

Cuando se hace referencia a la psicología social Latinoamericana bien puede entenderse bajo dicha concepción toda la producción que se realiza en este parte del continente, esto es, un conocimiento que se produce en el territorio, pero que no necesariamente contiene reflexiones pertinentes para la región; por ejemplo desde México, Bolivia, Brasil o cualquier otro país de la región se pueden producir estudios sobre psicología social o política con base en una teoría cualquiera que se ha generado en Europa o en los Estados Unidos y con ello seguir explotando una teoría de importación, la cual en el mejor de los casos puede tener una compaginación y se adapta de manera coherente a la realidad del país receptor. Sin embargo podría suceder lo contrario, lo que nos llevaría a la imperiosa necesidad de  reconocer que dicha teoría nació en una latitud distinta de donde hoy se pretende utilizar y por ende dicho conjunto teórico en su origen buscaba respuestas a problemas muy puntuales inquietudes que pueden estar presentes o no en otras latitudes.

La pregunta es entonces ¿cuándo comenzaremos a producir para resolver los problemas de nuestros países? Pensar en las dificultades y necesidades que tenemos y tienen nuestros vecinos para trabajar en ellas y darles la mejor de las soluciones, esto es una solución a la medida, no adaptada o adoptada.

Es bien cierto sin embargo que existen temas de reflexión común para el conocimiento social contemporáneo, ya por su importancia real o supuesta, es el caso de la democracia. Esta forma de organización política que se ha promovido desde hace un par de siglos como la mejor forma de gobierno para las sociedades capitalistas occidentales, en su origen no gozaba de tan buena reputación, ya que era entendida como el gobierno de los “pobres” en sentido peyorativo. Hoy en día es entendida como el gobierno de la mayoría, que en efecto siguen siendo los pobres y siguen siendo vistos de forma despectiva, pero la democracia en sus póstumos desarrollos teóricos y prácticos se ha encontrado con diversas problemáticas difíciles de sortear.

La democracia tal cual la conocemos se ha impuesto, más que probado, como la forma más adecuada de organización política ya que permite la mayor participación a los ciudadanos. Hablamos entonces aunque no nos lo digan o no lo investiguemos de una democracia liberal representativa y en este par de apellidos lleva la penitencia; ser liberal para permitir el libre mercado y representativa para ser sólo un paliativo de participación.

De lo anterior se desprende que existen otros tipos de organización político democrática, como la comunitaria, que se presenta en muchos grupos indígenas de México y de América latina. Al estudiar los componentes democrático-comunitarios de grupos indígenas rebeldes de Chiapas u otros estados de México o de la región tendremos una psicología social y política de América Latina y no sólo desde América Latina, por cuanto trata temas globales y/o locales, pero con los ojos de desarrollos teóricos propios, hablar del mandar obedeciendo de los neozapatistas nos cuestiona las lógicas del poder político hegemónico, pues este mandar obedeciendo es una praxis cotidiana y por ello no cae en la gran zanja que la ciencia política y otras ciencias sociales cavan en su separación entre modelos ideales y modelos reales, entre lo descriptivo y lo prescriptivo.

En otras palabras hacer psicología social latinoamericana no es una terea que se cumpla sólo con el sello de nacimiento, hay que conocer a fondo la realidad para comprenderla en sus lógicas, hablarle en su lenguaje; tratar las problemáticas cotidianas en su movimiento y no disociar de manera cruel la reflexión científica, en temas y soluciones que parecen estar en el último grito de la moda científica, pero saben poco y desatienden su realidad circundante.  

III. Evolución y etapas de la psicología política latinoamericana

Comienzo este breve recorrido de los trabajos que se han realizado en psicología política latinoamericana, para mostrar los pasos que esta ciencia ha dado en la comprensión de lo social-político y la reflexión epistemológica que ha realizado sobre su quehacer, siempre en la búsqueda del estudio y comprensión de la realidad social, política y cultura latinoamericana.

Se reconoce quizá de manera injusta y/o injustificada que la psicología política se desprende de la psicología social, pongo más énfasis en el motivo injustificado, ya que la parcelación del conocimiento hace tiempo que ha sido discutida (Wallerstein, 2007) y se ha reconocido que la realidad socia-histórica es una sola, por ello se dice que la partición disciplinaria a más de empobrecer el acercamiento y conocimiento de la realidad social, la limita. La anterior afirmación resulta paradójica y parcial para el camino que va de la psicología social a la psicología política1, ya que como se verá más adelante, si en algo se caracteriza la psicología política es en la suma del carácter político-ideológico al análisis psicosocial.

A este respecto resulta esclarecedor exponer la postura de Montero acerca de las perspectivas teóricas en la historia de la psicología política latinoamericana (1991) la autora venezolana reconoce dos vertientes en psicología social latinoamericana: la interna y la externa. La primera hace referencia a reconocer y estudiar la conceptualización y puesta en escena de la política y lo político por parte de los individuos y sujetos sociales (postura acrítica podríamos llamarla), mientras que la segunda -la externa- es una perspectiva crítica, pues más que ir al análisis de los sujetos o grupos partícipes de la o lo político, se centra en un análisis propio de la psicología política, resaltando los componentes ideológicos que se mantenían escondidos en esta ciencia, esto es, realiza una reflexión introspectiva de sí misma para seguir ahondando en la clásica pero poco estudiada hoy en día relación  entre ciencia e ideología.

a) Tres momentos de psicología política en América latina

Maritza Montero e Ignacio Martín-Baró hace ya más de veinte años (1987)2 identificando el campo de estudio de la psicología política y su evolución, reconocieron que una vez que ésta se separa de la psicología social atraviesa por tres momentos o etapas: 1. el momento de la psicología inconsciente, 2. el de la política consciente 3. y su culminación en la psicología política propiamente dicha. Veamos de manera breve cómo definen los autores cada una de las estas etapas.

1. Momento de la política inconsciente o implícita, la cual considera una psicología social que toca de manera directa el tema de la política, pero no se define lo político como parte sustancial del estudio de la psicología social, sino como agente externo pero activo en el sujeto social, que se debe comprender. Dicen los autores que “no hay una conciencia clara ni explícita de que se está trabajando en un campo específico, ni que los fenómenos políticos pueden tener un nivel psicológico de explicación” (1991: 28) se toma entonces lo político como un componente externo que moldea el comportamiento social, pero al cual se le aborda de manera más directa por la parte del estudio de la política. Es pues una influencia externa que hay que analizar moviéndonos a su campo y a sus parámetros. Aunque se reconoce lo político como un factor externo, resulta sumamente pertinente decir que es en esta primera etapa que se reconoce que “lo político y la política pueden afectar a los fenómenos psicosociales” (1991: 28)

La temporalidad que reconocen nuestros autores para esta etapa productiva-evolutiva abarca poco más de una década (1957-1967) y sus temas centrales de interés son: los estereotipos políticos (y sociales) a la vez que nacionales.

Existen dos puntos más de relevante importancia que se ponen de manifiesto en esta primera etapa, primero que no existe un análisis político profundo de los fenómenos psicosociales y segundo, de mayor pertinencia para este trabajo, es el hecho de que los trabajos en este temporalidad se realizan trasplantando modelos teóricos de latitudes con características disímiles a las propias de la región.

2. El momento de la política consciente o explícita, el cual puede dividirse en dos, una parte interna y otra externa, divisiones que no hacen nuestros autores, sino que son propuesta propia. Así en la parte interna tendríamos que ya se puede hablar de “una psicología social de la política. O una psicología social aplicada a los fenómenos políticos” (1991: 30), por esto se dice que su objeto de estudio aun no está del todo definido, agregaría que no es tanto el objeto (el objeto sería la política) sino las implicación de este factor constitutivo en el sujeto social, en el accionar cotidiano de los sujetos sociales.  

Es durante este período que comienza la reflexión acerca de temas que intentan penetrar en la conformación de una ciencia independiente de la psicología social; los temas que se exploran son los que más  tarde se volverán clásicos para la corriente de la psicología política formal o institucional, estos tópicos son la socialización política, la participación política, actitudes frente a la política, exploración axiológica-política de los sujetos, etc. Aunque en esta etapa entran temas y preocupaciones propias de la región como objeto de estudio, se toman como un fenómeno más y no como uno constitutivo y propio de la región, de la psicología social y la psicología política latinoamericana.

En la segunda parte de esta etapa evolutiva, la que he llamado externa, la reflexión no gira en torno a los procesos y fenómenos que han de estudiarse, sino que se observa a la psicología social y más aun a la psicología política como objeto de reflexión, primero ideológica y después epistemológica. Montero y Martín-Baró (1991) dicen que “nos hallamos ante la política de la psicología” (pág. 30) ya que se reconoce y denuncia que la psicología social y política son producto de intereses particulares y por ende los obedecen y son portadores a la vez que reproductores de un sistema social determinado.

Esta reacción aunque no se da con la misma intensidad en todos los países de la región, no es gratuita, nuestros autores mencionan que esta etapa evolutiva se dio entre 1968 y 1982, momento en el cual la región está atravesando por uno de los periodos más drásticos y críticos de su historia, golpes de Estado, establecimientos de dictaduras militares y el surgimiento de grupos guerrilleros de Liberación Nacional.  

Como colofón sólo resta mencionar que la demanda fue enérgica y las acciones también, no por ello el impulsor de la psicología social de la liberación pierde la vida en la predicación de su ciencia y su creencia.

Tristemente esta tradición, no ya la de la liberación en particular, sino la que es crítica a reconocer lo que la ciencia tiene de ideológica así, en general, se ha perdido en la región, tarea grande que tenemos en las manos los psicosociólgos y todos los científicos sociales en general si no queremos vernos vencidos por la aplastante inercia del pensamiento único-dominante.

3. La tercera y última parte de este recuento evolutivo es la llamada psicología política de hechos políticos o psicología política como tal, esta etapa se define por la delimitación y definición de un campo de estudio propio, desarrollo de técnicas, pero sobre todo por la toma de conciencia y postura frente a su objeto de estudio, esta psicología política se construye y proclama como una ciencia con compromiso social. Maritza Montero define este momento como “una actividad explícitamente consciente de la necesidad de clarificar ideológicamente el sentido y efecto de los fenómenos estudiados, y de hacer manifiesto el nivel psicológico de la actividad política en tanto que acción constructora de un orden social.” (1991: 31) Quedando claro así que la psicología política debe hacerse consciente de su accionar científico buscando ya no solamente la interpretación sino la comprensión profunda de los fenómenos psicosociales para si es necesario transformarlos.

Un paso anterior necesario, pero que ya se ha dado es el de, una vez definido el campo de estudio, reconocer que la ciencia social cualquiera que sea, necesita un apego real y cotidiano con su contexto, no importar modelos explicativos ni tópicos y problemáticas; la psicología social y política para conformarse y brindar soluciones a las problemáticas de su población debe ser consciente del piso que toca, a la vez que siempre ser autocrítica para no anteponer los intereses del gremio o de grupos dominantes a los del valor supremo de la razón y la vida humana.

Este recorrido intenta mostrar a qué grado de reflexión ideológica y epistemológica, basada en la realidad latinoamericana ha llegado la psicología social y política de la región, como podemos observar los avances han sido amplios y sumamente significativos, estos son dos principalmente: la denuncia de la ideologización de la psicología política y social. Y segundo el hecho de que la psicología política y social se pone al servicio y estudio de la realidad latinoamericana, incorporando temas característicos de la región, como el de los conflictos armados, el subdesarrollo, la represión política, el colonialismo, entre otros; ya no es sólo una ciencia que se base en líneas de explicación importadas para el estudio de la realidad social, sino que intenta realizar sus propios esfuerzos por producir y comprender a Latinoamérica desde Latinoamérica.

Colofón: lo que aún queda pendiente en este camino de liberación es la incorporación de los pensamientos y cosmovisiones propias y alternativas al hegemónico occidental.  La psicología política y social fue consciente de su realidad y demandas que se le solicitaban, pero no se movió de los parámetros y moldes hegemónicos occidentales de explicación, se podría decir que estas ciencias se tropicalizaron en cuanto a temas pero no incorporaron una de las características principales de la región, el mestizaje, hibridación o simbiosis que hacen de nosotros y las poblaciones de nuestro continente un ser particular que tiene en sí y en su pensamiento diversos grados, formas y niveles de inclinación occidental pero también pensamiento indígena, oriundo.

IV. La psicología social latinoamericana cuando es crítica es política

Surge de inmediato la interrogante de cómo podemos pensar fuera de los esquemas en los que fuimos educados. Hasta ahora ha sido más fácil anotar estas dificultades que construir sobre ellas. Sin embargo ya estamos en el camino.

Hugo Zemelman nos advierte acerca de los errores que podemos cometer al enfrentarnos a la realidad socio-histórica con una visión teórica preconcebida. Al pensar teórico, sobre todo en el contexto de América latina, se corre el riesgo de estudiar realidades inventadas, si no logramos deshacernos de nuestras preconcepciones antes de enfrentarnos a la realidad y no permitimos que la realidad nos haga preguntas, estaremos sometiendo a los fenómenos de estudio a esquemas sin saber si quiera si son los más adecuados.

Esto cuanto más si la teoría que utilizamos proviene de otras latitudes como ya se ha mencionado. Hablar de prácticas políticas en México o en Venezuela no es no mismo, menos aun el intentar pensar ambas con esquemas externos, pensar por ejemplo que podemos comprender la democracia venezolana con los esquemas teóricos de la democracia liberal representativa sería un grave error, ya que en aquella nación sudamericana desde la promulgación de la constitución de 1999 se habla de una democracia participativa y protagónica, la que debe ser pensada y estudiada desde sus propias lógicas y significados.

Así, debemos ser críticos con nuestro contexto y permitirle cuestionarnos, pararnos frente a él con los ojos de un investigador crítico, esto es como aquel que se sabe perteneciente a una cultura y un contexto político-social determinado y por ello reconoce el impacto que este puede tener sobre él, con ello no se piensa que el investigador debe entregarse a su politicidad, práctica que muchas veces sí realiza porque no es capaz de escapar de sus propios esquemas. Ser conscientes de nuestro contexto nos permite entenderlo, criticarlo y superarlo, sin este ejercicio crítico estaremos durante mucho tiempo encerrados en nuestra ingenuidad epistémica.

Frente al pensamiento teórico está el pensamiento epistémico, aquel que habiéndose quitado los anteojos codificadores del pensamiento teórico se enfrenta a la realidad de una manera transparente pero consciente. El pensar epistémico permite salir de la celda de los ofuscamientos para hacer preguntas a la realidad pero también a la teoría. ¿De dónde surgió, con qué fines, omite orientaciones políticas propias y las hace pasar como generales?

La psicología social latinoamericana realizó este ejercicio epistémico-reflexivo hace algunas décadas y logró entender su contexto, su realidad y proponer, aunque fuera de manera modesta, un aparato teórico propio y acorde.

La pregunta central hoy es ¿estamos permitiendo que la realidad que nos cuestione a nosotros como investigadores o es acaso que este estatuto nos permite pensar que la podemos manipular a nuestro antojo?

V. Compromiso político no es detrimento intelectual

Una de las características por excelencia de la ciencia es la objetividad, pero esta peculiaridad ha hecho que se desaten varios debates en torno a ella. Ya que la objetividad entendida como “la capacidad del sujeto de elevarse por sobre todo condicionamiento histórico y subjetivo y tomar la distancia suficiente respecto del objeto a conocer, para adoptar el punto de vista de un observador neutral” (Díaz, 1996: 4) resulta una exigencia no sólo difícil de cumplir sino que además acorta la capacidad de comprensión del fenómenos estudiado, sobre todo en ciencias sociales, donde los hechos sociales son producto directo del tiempo y espacio en que aparecen. Requerimiento incumplible sobre todo para las ciencias sociales por cuanto el investigador está inmerso en una cultura, la cual lo ha (de)formado, le ha impregnado de valores y creencias que más valdría reconocerlos, más que por un ejercicio de objetividad que de conciencia intelectual para hacerles frente y entonces sí observar hasta donde sea posible con objetividad los fenómenos de estudio. Esto es, reconocer que como investigador es producto de un determinado tiempo, espacio, cultura, religión o no, orientación política etc. permite que ser más neutro para con el objeto de estudio, que si sólo damos por hecho y pasamos por alto la pertenencia a una sociedad particular3.

Ahora bien, como se anotó la gran discusión de la ciencia es en entorno a si el investigador puede o no ser objetivo. He planteado un primer esbozo acerca de que el ser partícipe y consiente de su tiempo y espacio hace al investigador más neutral, ya que se ha hecho consciente de sus determinaciones ideológicas4. Falta  exponer el por qué si no lo hiciera sería más subjetivo de lo que supone.

Para cumplir con el objetivo anterior se echará mano de las reflexiones del filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, quien en su conferencia La dimensión político-moral del compromiso intelectual argumenta que en el quehacer intelectual, sea filosófico, científico o artístico, su productor debe asumir un doble compromiso. El primer compromiso, con el cual la mayoría de los “intelectuales” se conforma, es aquel que se establece para con la materia que se estudia. A la cual se le procura objetividad, cumplimiento a su método y reglas. Este primer compromiso para con la actividad intelectual que se realiza, es el que se ensalza, el que se exige en los círculos científicos y es comprensible pues de no hacerlo se caería en manipulación de la información o el método para que arroje los resultados que se desean.

Este compromiso como se ha mencionado suele asumirse con regularidad, no así la segunda dimensión del compromiso intelectual que nos presenta Sánchez Vázquez, el segundo componente del compromiso intelectual está íntimamente relacionado con la función social del conocimiento y su puesta en práctica. ¿Con qué finalidad se investiga? ¿Para cumplir qué fines? ¿Cómo se va a usar el conocimiento o la tecnología derivada de la investigación? Es con la respuesta a estas interrogantes con lo que está relacionado el segundo componente del compromiso intelectual. El intelectual no debe sólo asumir un compromiso con su disciplina, también debe hacerlo con la sociedad en la que vive, ya que éstas será quien reciba los impactos de sus estudios y aplicaciones.

Como vemos en la concepción anterior de la ciencia, aquella que se autonombra objetiva, este segundo momento del compromiso no está ni contemplado, el intelectual debe asumir su compromiso sólo para con su disciplina, sin tomar en cuenta los impactos que esta pueda tener en su sociedad. Así se ha llegado al estado actual de las cosas, donde la ciencia se usa para entumecer mentes y la tecnología para reprimir y matar. Ciertamente quienes están detrás de los maltratos psicológicos cometidos contra presos en Guantánamo, no tienen ni el menor respeto para con la humanidad, aunque puedan mostrarse como excelentes conocedores y practicantes de la psicología. Otra tanto se puede decir de quienes manipulan públicos para arrinconarlas a opciones pseudodemocrática que se presenta no como la elección más racional sino la más agradable hasta en términos físicos.  

El debate que se ha desprendido de esta discusión es aquella que gira en torno al papel ideológico de la ciencia y el principal obstáculo que se ha puesto es que cuando se asume un compromiso con causa alguna se rompe la objetividad de la ciencia. Sin embargo Sánchez Vázquez en su conferencia aludida menciona más de un ejemplo de que el compromiso intelectual no va en detrimento del valor del conocimiento.

Para el caso mexicano y en el campo del arte Sánchez Vázquez cita los ejemplos de los muralistas, que con ejemplar brillantez pictórica intentaron acercar el arte (comprometido) pueblo5. En el caso político nuestroamericano, se puede mencionar a Ernesto Che Guevara, médico de profesión, guerrillero por convicción que legó una serie de escritos teóricos de alta calidad intelectual, que se signaban y comprometían con su realidad, no por ello faltaba al quehacer meticuloso de la producción de conocimiento. Por último y vinculado con la psicología social latinoamericana, está Ignacio Martín-Baró quien habiendo abrazado la causa de los pobres centroamericanos en particular y de América latina en general desarrolló con ellos y para ellos una psicología social inigualable en cuanto a dedicación académica y escrutinio metodológico. Los ejemplos sobran, intelectuales que comprometidos abiertamente con las causas de la justicia, la dignidad humana, la verdadera democracia, la igualdad y la diversidad, han mostrado que el compromiso político no va en detrimento de la calidad intelectual.  

Así la añeja discusión de objetividad vs neutralidad ideológica debe ser repensada, pero sobre todo revelada en su contexto original, en cual en efecto buscaba contrarrestar ejemplos como los anteriores y muchos otros, de intelectuales comprometidos con su causa política para allanar el paso al pensamiento único.

VI. La psicología política latinoamericana ¿es política?

Realizar una recopilación bibliográfica como la realizada por Maritza Montero e Ignacio Martín-Baró (1987) resultaría una tarea titánica que exceden por el momento los recursos del autor. Esto no impide sin embargo realizar una breve reflexión del estado del arte en psicología social latinoamericana. Donde se puede observar que hoy pareciera que perdemos la batalla, investigadores, catedráticos y alumnos –con sus excepciones- nos trepamos al tren del pensamiento único y descartamos la vertiente crítica y la posibilidad de innovar en nuestro pensamiento. Y cuando lo hacemos caemos en la paradoja de pensar estos problemas desde las mismas lógicas que los producen, la propuesta es intentar salir de ellas para trascenderlas y avanzar.

1  Por lo menos en el sentido en que aquí es entendida, postulada y defendida.

2  El texto al que se hace referencia es: Montero, M.-Martín-Baró, I. (1987): Presentación. En M. Montero (Coord.): Psicología Política Latinoamericana. Caracas, Panapo. Citado por Montero (1991)

3  Se podría hacer una rápida clasificación de los estudiosos de la realidad, social o física, en dos. Los primeros los ingenuos o desdeñadores de la realidad. Estos sería todos aquellos sujetos que: a) no se hacen si quiera las preguntas acerca de la importancia cultural, política y económica que su actuar tiene para con la sociedad en la que viven. Este desinterés se puede presentar como ya se sugiere por un simple desinterés de lo social o lo que sería más grave por un desprecio hacia este. Por otro lado tendríamos a los b) intelectuales comprometidos, los que como veremos pueden variar en su orientación política. Al interior de este grupo se puede establecer una subdivisión. Entre b.1) aquellos que deliberadamente oculta su compromiso político y b.2) aquellos que abiertamente manifiesta su orientación política.

4  Este fue el mismo paso que dio la psicología social latinoamericana en su momento consciente. Véase el tercer apartado de este artículo, Evolución y etapas de la psicología política latinoamericana. Y para una exposición más profunda del tema, véase, Montero, Maritza (1991). Una orientación para la psicología política en América Latina. En Psicología Política, Nº 3, pp. 27 – 43

5  Otro ejemplo de brillante significación que da el filósofo hispano-mexicano es el de Picasso y su obra más celebre, El Guernica. De esta obra no sólo menciona que es de un valor artístico excepcional, sino que además fue pintado para realizar una denuncia contra el régimen nazi. En un especial publicado en la prensa mexicana: “Pablo Picasso leyó en el periódico acerca del bombardeo indiscriminado hacia un lugar llamado Guernica y Luno; un pueblo situado al norte de España en el País Vasco. El 26 de abril de 1937 el pueblo sufrió cuatro horas de bombardeo por parte de aviones alemanes, los cuales redujeron a escombros la villa entera. Se dice que en 1940, con París ocupada por los nazis, un oficial alemán, ante la foto de una reproducción del Guernica, le preguntó a Picasso que si él había hecho eso. El pintor respondió: “No, han sido ustedes.” Anitzel Díaz, Guernica: 75 años contra la barbarie en http://www.jornada.unam.mx/2012/04/22/sem-anitzel.html

De Sousa Santos, Boaventura (2009). Hacia una sociología de las ausencias y una sociología de las emergencias. En Epistemología del sur. CLACSO, Siglo XXI. pp. 98 – 152

Díaz, Esther. Conocimiento, ciencia y epistemología. (1996) (Versión en línea) disponible en: http://www.franciscohuertas.com.ar/wp-content/uploads/2011/04/IT_Pardo.pdf

Montero, Maritza (1991). Una orientación para la psicología política en AméricaLatina. En Psicología Política, Nº 3, pp. 27 – 43

Sánchez Vázquez, Adolfo (2007). La dimensión político-moral del compromiso intelectual. En, En Ética y política, FCE. (págs. 54 – 68)

Wallerstein, Immanuel (2006). Análisis de sistemas-mundo. Una introducción. Siglo XXI.  

Zemelman, Hugo (2004). Pensar teórico y pensar epistémico. Los desafíos de la historicidad en el conocimiento social. En Sánchez Ramos, Irene y Sosa Elízaga, Raquel (coords.) América Latina: los desafíos del pensamiento crítico. UNAM, Siglo XXI. pp. 21 – 33

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