N°23 / La psychologie politique en Europe Juillet 2013

La psicologia politica en colombia

Stella Sacipa R., Claudia Tovar Guerra, Laura Sarmiento, Angélica Gómez, María Paula Suarez

Résumé

The article presents a lecture of the production in the political psychology field in Colombia, where there are very few psychologists naming themselves as political psychologists. However, many of them have abundant production in the field but are named in other areas.

Based on the concept proposed by Maritza Montero, we collect and make visible the academic production that we consider enters in the political psychology field and we situate it in the lines of: political subjectivities, armed conflict, psycho-social support, memory, meanings of peace and gender. Trends in which we grouped the analyzed documents and collect much of the Colombian production in political psychology.

El artículo presenta una lectura de la producción en el campo de la psicología política en Colombia, donde existen muy pocos psicólogos que se nombran a sí mismos como psicólogos políticos. No obstante muchos de ellos tienen una producción abundante en el campo aunque se nominan en otras áreas.

A partir de la concepción propuesta por Maritza Montero, recogemos y hacemos visible la producción académica que consideramos entra en el campo de la psicología política y la situamos en las líneas: subjetividades políticas, conflicto armado, acompañamiento psicosocial, memoria, significados de paz y género. Vertientes en las que agrupamos la documentación estudiada y que recogen buena parte de la producción colombiana en la psicología política.

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En Colombia existen muy pocos psicólogos que se reconozcan a sí mismos como psicólogos políticos, de hecho en el Colegio colombiano de Psicología no hay un capítulo de psicología política y solo en cuatro universidades del país hay profesionales que trabajan en el campo. A la creación de la Red Ibero Latinoamericana de Psicología Política, efectuada en la ciudad colombiana de Medellín en 2011 sólo asistieron once psicólogos colombianos, de los cuales tres cuentan con producción escrita significativa en el campo.

Sin embargo y en forma paradójica, dada la larga confrontación armada que ha sufrido el país son numerosos los profesionales de la psicología que llamándose sociales, comunitarios, sociales de la liberación, o clínicos con enfoque social, trabajan con víctimas de la violencia política o con organizaciones de personas que han sufrido la guerra, directamente y/o haciendo investigación en temas relativos al conflicto armado, a la violencia política, a la violencia de género, a los victimarios y a las culturas de paz; situaciones que las autoras inscribimos en el campo de la psicología política. En tal sentido, en este artículo nuestro propósito ha sido elaborar una lectura que hace evidente cómo el que hacer escritural, práctico y/o investigativo, de estos profesionales se inscribe en este ámbito.

Alexander Dorna y Maritza Montero en 1993 hablaban de la heterogeneidad temática de la psicología política que podría interpretarse como signo de vitalidad, y entre las áreas del campo estarían las investigaciones relacionadas directamente con la problemática social.

Maritza Montero (2009) en la discusión que elabora acerca de la psicología política toma distancia de las posturas que la sitúan como la interacción entre política y psicología en tanto áreas separadas, por el contrario ella considera que, la psicología política es: un espacio multidisciplinario que se ocupa de describir, analizar y explicar los fenómenos que atañen a la vida pública en función de las prescripciones sociales generadas para organizar esa vida, y de los mecanismos de poder que operan en ella, poniendo de manifiesto los recursos comunicativos, persuasivos y de fuerza empleados en ese espacio.p.204

En esta lectura, las autoras hacemos un reconocimiento claro de la diversidad de expresiones o formas de psicología política que se hacen en Colombia, ya sea que las y los psicólogos que la hacen se declaren o no como psicólogos políticos. De igual manera reconocemos que esta es una lectura particular y no pretende elaborar un examen exhaustivo de toda la producción escrita en el país ni de todos los autores.

Uno de los psicólogos colombianos que probablemente más ha escrito en el campo, Álvaro Díaz Gómez, en 2007 propuso una agenda para el desarrollo de la psicología política en América Latina, orientada a la institucionalización del área y su ampliación temático disciplinar; que incluiría el fortalecimiento de la comunidad académica, la difusión de los conocimientos generados, elaboración de investigaciones en el campo y ruptura con los paradigmas tradicionales; considerando que el actuar de los psicólogos políticos debe permear los ámbitos académico, social comunitario y gremial.

Díaz (2005a, 2006a, 2007) desde hace algún tiempo viene elaborando un acercamiento conceptual a la categoría de subjetividad política la que entiende
como un proceso constitutivo de la subjetividad en el cual el sujeto reflexiona sobre su condición como integrante de una colectividad, los procesos de corresponsabilidad social que de ello se derivan expresados en términos de lo político y la política. Tal reflexividad le permite instituirse como sujeto político, uno de cuyos rasgos es el ejercicio instituyente de la ciudadanía en marcos ya instituidos (Díaz, 2007 np)
subjetividad política que es expresada según el autor mediante sentidos subjetivos específicos de lo político, donde se ejerce reflexividad y se toman posturas políticas; donde lo político es procesual e incluye la emoción. (Diaz, 2012) Esta conceptualización la ha trabajado en relación con las subjetividades juveniles (Díaz 2005a), la memoria colectiva(Díaz 2005b), y los derechos humanos (Díaz, 2006b).

El Grupo de Investigación EUROPSIS formado en el año 2006 por Idaly Barreto, Henry Borja, Wilson López-López, Yeny Serrano, entre otros, ha venido trabajando de forma sistemática el campo de la psicología política, enfocándose en la temática de la legitimación de la violencia política, así como en las creencias(2009) y estereotipos (2012) asociados al mantenimiento de la violencia política. A través de sus investigaciones (2006, 2007, 2008,2009) este grupo ha hecho visible el papel de los medios de comunicación colombianos en relación con la confrontación armada y las búsquedas de paz.

En los últimos años en Colombia se han escrito numerosos trabajos acerca de esta confrontación, por ello hablar de esta producción constituye un apartado especial.

Conflicto Armado

En una postura crítica Nelson Molina quien también se ha posicionado como psicólogo político, estudio (2004 a, b, 2005) los procesos de resistencias comunitarias frente al conflicto armado en Colombia como estrategias que usan algunas comunidades para su transformación.

Desde otro punto de vista, Edgar Barrero (2006), hablando del conflicto, afirma:

el problema aparece cuando el Estado no brinda las condiciones mínimas para el ejercicio de una actividad política, democrática e incluyente en la que se reconozcan y respeten las diferencias ideológicas, cuando esto sucede, el conflicto político deja de ser poiesis y creación, para transformarse en muerte y destrucción (Barrero, p 29).

En torno a este problema, Julia Suárez (2006), plantea que la lógica guerrerista de los actores armados ha permeado la sociedad colombiana; los conflictos ya no son resueltos transformando las diferencias, el otro no es reconocido, por el contrario, es negado y convertido en enemigo. De manera paradójica, uno de los efectos de esta lógica es el anhelo de paz; se la desea, pero a la vez se apoyan y se generan acciones de violencia; surge entonces, una doble moral en la que se justifican los actos violentos hacia los otros, pero se condenan cuando recaen sobre nosotros; emerge lo que Suárez, (2006) denomina la totalización del significado, cuando se legitima la persecución política a grupos y personas que defienden valores morales, ético y políticos diferentes a los dominantes.

Barreto, I., y Borja, H. (2007), afirman que si bien es claro que los grupos armados crean marcos de justificación del uso de la violencia para obtener objetivos políticos, la paz en Colombia necesita no solo del rechazo a la violencia sino de condiciones de igualdad social y de protección de los ciudadanos que posibiliten la convivencia, afirmación compartida por numerosos estudiosos del conflicto armado en el país.

Los estudios del Grupo de investigación -al que ya nos referimos más arriba- conformado por Barreto, Borja, López, y Serrano han arrojado indicios interesantes para la comprensión de la complejidad del conflicto colombiano; así, en 2006 analizaron el discurso del grupo guerrillero FARC-EP durante un periodo de cinco años encontrando dos momentos discursivos claramente diferenciados que se asocian a las modificaciones producidas en el contexto político, especialmente en las relaciones entre ese grupo y el gobierno colombiano. En 2008 estudiaron la construcción del discurso deslegitimador del adversario por dos actores del conflicto armado las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) –paramilitares– y Gobierno y encontraron que la deslegitimación del oponente se lleva a cabo a través de la difusión de varias categorías lingüísticas: proscripción, acciones proscritas, caracterización negativa de las acciones, uso de rótulos políticos, caracterización de rasgos, armas del adversario y deshumanización. Barreto, Borja Serrano, López- López (2009), analizaron el rol de los medios de comunicación en la legitimación mantenimiento y evolución de la violencia política, y concluyeron:

en la dinámica confrontación armada y paz, los discursos construidos por grupos sociales son tan importantes como los cambios estructurales que la sociedad necesita, para desarrollar una cultura de paz, por lo que los medios de comunicación juegan un papel importante, ya que funcionan como uno de los principales instrumentos que los actores armados (estatales o fuera de la ley) emplean para difundir los discursos que elaboran en el marco de operaciones psicológicas (p.737)

En otro estudio publicado el mismo año Borja, H., Barreto, I., Alzate, M., Sabucedo, J. M., y López-López, W. (2009) encontraron que durante el proceso de negociación de paz -1998-2002 emprendido por el gobierno, se mantuvieron tanto la deslegitimación del oponente como las identidades enfrentadas y cuando se declaro el fracaso del proceso, la responsabilidad se le atribuyo únicamente al adversario.

Al reconocer la intensificación de la violencia política en los últimos años en Colombia, y con ella los sentimientos de miedo, dolor, ira y cansancio, producidos por el conflicto armado prolongado, Sacipa (2012) plantea:

Esos sentires aunados a la ausencia de una autoridad sana, capaz de regular los conflictos, por vía de la negociación y por vías de reconciliación han promovido una confusión entre la autoridad sana y el autoritarismo, llevando a que muchos colombianos opten por este último. (p.236)

Este conflicto ha dejado millones de víctimas, el trabajo con ellas y la reflexión escrita sobre el mismo, nos abren a explorar la temática del

Acompañamiento Psicosocial

El trabajo de la psicología política en acompañamiento psicosocial del conflicto armado en Colombia, responde a una de las seis agendas emergentes de la psicología política propuestas por Álvaro Díaz (2007)1, el eje de Psicología y derechos humanos, al respecto Díaz afirma:

Otro matiz de abordaje desde este eje temático es el de Salud Mental y Derechos Humanos (Martín, 2004), lo que lleva a acompañar procesos terapéuticos o de restitución psicológica de las víctimas directas (y sus familiares) de casos de desapariciones, torturas, mutilaciones corporales, producto del enfrentamiento armado, el desplazamiento (Bello y otros 2000), los allanamientos y las retenciones ilegales que se presentan por parte de las agencias gubernamentales y estatales detentadoras del poder político, los efectos psicosociales del desplazamiento y la violencia política (Bello, 2002; Pérez, 2004; Bello, 2006). El acompañamiento directo a las víctimas debe permitir que se construyan modelos y estrategias de apoyo psicosocial de esta población. (p.12)

En Colombia, el reconocimiento de esta necesidad de atención al sufrimiento humano producto de la guerra, surge sólo hasta finalizar la década de 1980, a partir del recrudecimiento de la violencia política que se da entre 1986 y 1993, caracterizado por una oleada de masacres, asesinatos de candidatos a la presidencia y sindicalistas y el consecuente registro de numerosos desplazamientos forzados masivos.

Esta situación alerto a algunos sectores religiosos, particularmente a los relacionados con la teología de la liberación, y a grupos profesionales comprometidos, tales como la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, Corporación AVRE, Programa por la Paz, Centro de Investigación y Educación Popular CINEP, Programa por la Paz y Servicio Jesuita a Refugiados, entre otros, quienes emprendieron un trabajo intencionado de visibilización y atención en salud mental de las víctimas del conflicto armado con un enfoque de Derechos Humanos.

Las primeras intervenciones con personas y comunidades víctimas del conflicto armado, se realizaron bajo la denominación de atención en salud mental, e hicieron buen uso de las perspectivas clásicas de trauma, crisis y duelo que constituyeron la primera caja de herramientas para el trabajo de atención a las víctimas. Las herramientas prácticas que adoptaban y ponían en práctica este aparataje teórico eran los manuales internacionales de salud mental para la atención de desastres, elaborados principalmente por la OMS y la OPS (OPS/OMS, 2002 p. V).

Más adelante, como lo muestran Sacipa y Tovar (2012), a partir de la misión en Colombia de Francis Deng de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) se empezó a hablar de atención psicosocial, motivados por una discusión nutrida por asesores internacionales como Carlos Martín Beristain (Martín Beristain 2000, Castaño 2003).

El mayor aporte de esta nueva perspectiva, desde el punto de vista de la psicología política, fue reconocer que la mirada de salud mental basada en el modelo médico, ubicaba el daño o el impacto negativo únicamente en la víctima vista como impotente y cuyas capacidades individuales de afrontamiento del suceso están agotadas; por esta razón consideraban que la pasividad de la víctima resultaba funcional a los intereses de los actores armados en tanto lograban los efectos de silenciamiento, individualización y disgregación de las poblaciones afectadas, lo que supondría desalentar la protesta social y la participación política facilitando la dominación territorial buscada.

Además esta nueva perspectiva motivó un trabajo crítico de reflexión frente a la precariedad de la atención a las víctimas por parte del Estado colombiano, y a la persistencia de las circunstancias de vulnerabilidad de las víctimas. Así pues, lo psicosocial asume además del alivio emocional una labor de concientización, para sembrar la semilla de la exigibilidad y la participación política activa de la mano de los conceptos de sujeto de derechos y dignificación de las víctimas.

Para este momento, académicos de universidades como Nacional de Colombia, Pontificia Universidad Javeriana, Los Andes, y nuevas organizaciones de la sociedad civil como la Corporación Vínculos, Terres de Hommes Italia, Fundación Dos Mundos, se habían sumado a las organizaciones ya mencionadas en esta reflexión (Sacipa y Tovar, 2012).

Así, en estos escenarios, un conjunto importante de profesionalesdentro de los que se encuentran psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, antropólogos y sociólogos, visibilizaron las consecuencias psíquicas y sociales de esta situación bajo las denominaciones de efectos psicosociales y culturales (Camilo 2000; Arias y Ruiz 2000; Correa y Rueda 2000, entre otros) o significados de la experiencia (Sacipa 2003 y Sacipa, Tovar, Galindo y Vidales 2009, Fedes 2010), atendiendo a factores históricos, estructurales y culturales. Igualmente estos profesionales han producido materiales de orientación para trabajar con varios tipos de victimización (tortura, desaparición forzada, violencia sexual) introduciendo cuidadosamente las reflexiones políticas pertinentes (AVRE 2005, AVRE 2010, Terre des hommes Italia 2005, Corporación Vínculos y AVRE 2011).

Bajo este giro, allí donde los principales temas se relacionaban con los impactos del desplazamiento en las dinámicas urbanas, la adaptación del inmigrante campesino a la vida en las ciudades, la sintomatología y los comportamientos disfuncionales de la población afectada (Castaño 1991, Castaño 1994), nuevos estudios se preocuparon por asuntos como la memoria colectiva, la identidad colectiva (Osorio 2004, Jiménez, s.f.), la construcción social de la víctima (González 2002) y las afectaciones diferenciales por etnia, edad y género (Arias 2000, Duque 2000, Bello 2001, Meertens 2003, Tovar y Pavajeau 2010).

Organizaciones como la corporación Avre defendieron la integralidad de la atención humanitaria e incluyeron en el análisis de la dimensión psicosocial aspectos éticos y políticos que sacaban de la ingenuidad y la descontextualización al trabajo de los profesionales. Se promovió la reflexión orientada a comprensiones más contextualizadas y complejas de la propia situación que permitiera identificar su naturaleza política y su dimensión colectiva.

Estas reflexiones y el cuestionamiento a algunas formas de actuación profesional llevaron a tomar distancia de los términos atención e intervención y se comenzó a hablar de acompañamiento. En palabras de profesionales comprometidas con esta perspectiva: “acompañar significa estar con, dar calor de vida, renovar la confianza, sentir la presencia del otro, escuchar amorosamente” (Sacipa, Tovar, Galindo 2005, p11).

Así el trabajo se oriento a que las personas y las comunidades encontraran un espacio de apertura a la comprensión de sí mismas como sujetos que sufrieron los rigores de la guerra y del contexto de su experiencia dolorosa. Encontrar elementos para dar contexto socio-político e histórico a lo ocurrido permitía resignificar ideas y sentimientos. Esta resignificación se haría desde la confusión y la parálisis hacia la disposición activa.

…El acompañamiento psicosocial entendido de esta forma, se constituye en oportunidad liberadora que hace viable el reconocimiento de los recursos psicosociales para tramitar los sentimientos de dolor, desconfianza y miedo, suscitados por la violencia política (Sacipa y Tovar, 2012)

La propuesta de esta perspectiva coincidió con la aparición de nuevos temas de interés investigativo relacionados con la capacidad de agencia (Jiménez s.f., Tovar 2006), los recursos personales y sociales para el afrontamiento de la situación adversa (Valderrama y Morales 2001, Rodríguez 2006, Latorre 2010) y las resistencias cotidianas y organizadas (acción colectiva) (Osorio 2001, Molina 2005).

Los logros de las perspectivas psicosociales (atención y acompañamiento) fueron notables. Particularmente en la forma en que las víctimas se veían a sí mismas, la potenciación constructiva de los nuevos roles que debían asumir frente a los cambios familiares y a las lesiones del tejido social y su creciente capacitación para entenderse en el mismo lenguaje jurídico y político con los representantes de las entidades estatales, de los partidos políticos y de la comunidad internacional.

Así, la recuperación de la autoestima y de la dignidad, el liderazgo creciente de las mujeres y los jóvenes, la capacidad para expresarse y deliberar en foros públicos, los nuevos conocimientos en materia de derechos y de instrumentos constitucionales de exigibilidad, junto con la disminución de los síntomas de trauma, la elaboración de duelos (a partir del apoyo de comunitario y con enfoque cultural) y la reparación parcial de sus tejidos sociales de apoyo, fueron varios de los logros reportados por varios acompañantes e investigadores.

Memoria

La memoria ha ocupado un lugar importante en los discursos e investigación de los psicólogos políticos en Colombia. Como afirma Herrera (2010) ante los intentos de suprimir, suplantar, profanar o desfigurar la memoria y la posibilidad de olvido e impunidad para las atrocidades del poder, en Colombia se plantea como imperativo recordar y no olvidar.

Desde la década de los noventa los profesionales de la psicología profundizaron en su práctica y reflexiones sobre su quehacer en el campo de la memoria colectiva, al encontrar en la realidad colombiana personas y comunidades que vivenciaban experiencias de violación de los Derechos Humanos caracterizadas con actos de violencia atroz, las cuales a causa del clima de terror quedaban en el ámbito de lo privado, en el silencio y la impunidad (Salcedo 2005, Girón y Vidales 2010, Castillejo 2005, 2006, 2007, Grupo Pro-reparación 2006, Aguilera 2010, Molina y Páez 2010, Molina 2009, Acevedo 2012)

Es en los dos periodos del gobierno del ex presidente Uribe Vélez (2002 – 2006 y 2006 a 2010) donde el tema se hace más presente en el ámbito académico, en cuanto la mayoría de textos académicos fueron producidos en ese periodo. Herrera (2010) explica este fenómeno en términos del climax exacerbado de la violencia que estuvo presente en estos periodos, donde el ex presidente Uribe a través de su discurso atentó contra la memoria negando la existencia de un “conflicto armado” que además de ser histórico, tiene expresiones concretas en lo político, económico y social. Sumado a ello, generó un clima de fragmentación social el cual sepultaba el reconocimiento a las víctimas y encontraba subversiva la defensa de los Derechos humanos. En este escenario, la memoria colectiva es un constructo y asunto político que cobró relevancia en Colombia especialmente alrededor de las personas víctimas de la violencia.

El estudio de la memoria, desde la psicología política ha centrado la mirada en los procesos socio históricos que caracterizan unas dimensiones de la memoria en historicidad y construcción colectiva. (Diaz, 2010). La memoria colectiva es el proceso social de reconstrucción del pasado vivido y experimentado por un determinado grupo, comunidad o sociedad. La significación del pasado se desarrolla en un proceso constante de reinterpretación, siendo siempre alterada por las comprensiones y contextos que enmarcan el devenir del individuo y la sociedad en el presente (García, 2010, Girón & Vidales 2010).

Como plantean los psicólogos Claudia Girón y Raúl Vidales (2010) la memoria histórica debe ser situada en un campo conflictual:

…donde las diferentes memorias, ancladas en las experiencias subjetivas de los diferentes sectores victimizados, compiten entre sí. Y dicho campo conflictual está atravesado por relaciones de poder que determinan qué y cómo se recuerda, y cuáles son los lugares, los sujetos y objetos de la memoria que merecen ser rescatados del olvido como patrimonio para las generaciones presentes y futuras. p. 240

En el contexto Colombiano, distintos psicólogos (Barrero, 2010, Garcia, 2010, Herrera 2010, Girón y Vidales, 2010) hacen énfasis en como los mecanismos de poder han estimulado una falsa valoración del conflicto interno colombiano, evidente en un ambiente social del olvido, la continuidad de la impunidad y la desarticulación del tejido social, una lógica exacerbada del presentismo crea la ilusión de que nada cambia y nada cambiará; que la cotidianidad es un hecho aplastante, como si todos los tiempos se juntaran en el espacio, perdiendo el sentido de sucesión. Sin memoria del pasado, ni planificación del futuro (García, 2010, Herrera, 2010).

Según Nicolás Herrera (2010) se hace un tajo del pasado como preludio del presente, para promover una historia como hecho cumplido, lo que conduce a la aceptación acrítica. En el caso colombiano, las voces de las víctimas son invisibilizadas, oscurecidas o negadas radicalmente. Lo que se refleja, según Girón & Vidales (2010) en la enajenación de amplios sectores de la sociedad frente a la propia realidad atravesada por múltiples acontecimientos históricos marcados por la barbarie y el horror:

En el contexto colombiano, la conflictividad de las versiones que residen en las diversas aproximaciones a la memoria histórica de la violencia, se evidencia en la ausencia de un debate nacional sobre la dimensión colectiva de los daños causados por todos los actores armados involucrados en el conflicto. p. 239

Ante este contexto, desde la psicología política, en particular desde la psicología social de la liberación, se diseñaron diferentes estrategias de reconstrucción de la memoria colectiva. El papel de los psicólogos que trabajan el tema resulta fundamental, dado que ahondan en la reflexión sobre la memoria colectiva, exploran las tensiones entre memoria y olvido; y entre memorias hegemónicas y disidentes. Hacen un llamado a la memoria colectiva como forma de organización y lucha política de las víctimas y condición fundamental para garantizar los derechos a la Verdad, la Justicia, la Reparación Integral y las Garantías de no Repetición en un país en donde persiste la impunidad y el conflicto social, político y armado.

Distintos psicólogos colombianos (Aguilera, 2010, Díaz, 2010, Herrera, 2010, García, 2010, Girón & Vidales, 2010, Molina, 2010c) llegan al consenso de que el trabajo en recuperación de la memoria con personas y comunidades tiene funciones terapéuticas o preventivas, viene acompañado de transformaciones mentales (pensamiento) y funciones políticas de decisiones y acciones políticas colectivas. El trabajo con la memoria colectiva no es un fin en sí mismo; busca propiciar una experiencia activa de empoderamiento de las víctimas como sujetos de derecho a partir de la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación, como mecanismo de resistencia civil contra el olvido y la impunidad.

La memoria colectiva en esta concepción tiene un papel emancipador y al construirse desde la experiencia colectiva, no produce recuerdos sino referentes. El aporte en los procesos de producción, reproducción y/o transmisión de la memoria, además de generar acciones políticas que exijan los derechos a la verdad, la justicia y la reparación, permite reconocer diversas formas de participación social que se presentan en América Latina y que tienen en su base la generación de procesos de cambio social, (Díaz, 2010, García, 2010).

Quienes se inscriben en la psicología social de la liberación se autodenominan “Militantes de la memoria” (Girón & Vidales, 2010) o emprendedores de la memoria (Girón, 2010) y desafían aquellos discursos académicos que no muestran una mirada amplia de la realidad social y política del país. Definiendo como cimiento de sus propuestas una “intelectualidad vigilante” y un “activismo teórico”.

Claudia Girón y Raúl Vidales (2010) escriben acerca de dos estrategias de construcción de memoria que han desarrollado junto al MOVICE (Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado): las Galerías de la memoria y las audiencias ciudadanas por la Verdad. Cabe resaltar la profunda articulación que han desarrollado estas acciones entre las dimensiones políticas y estéticas en el trabajo por la memoria. Tal y como lo explicó el psicólogo Raúl Vidales en su Introducción al dialogo sobre narrativas y estéticas de la memoria en la cátedra Ignacio Martín-Baró (2011):

Pensamos que quizás el arte nos proporcione el mejor modo de ir tejiendo la trama sutil que nos permita rodear lo innombrable, que quizás el arte nos permita llevar a cabo la ceremonia de bautizo y entierro, nacimiento y duelo, exigencia de justicia y reflexión comprometida que nuestros muertos y nuestros vivos reclaman…Creo que sólo el arte sabe conmemorar sin luto, con respeto profundo y con alegría creadora…(np)

De otras parte el trabajo de Nelson Molina (2010 a,b) quien investigo la memoria colectiva encontró que cuando se produce el giro en la nominación de los actores en conflicto: afectado, por víctima; ofensor, por victimario, y ofendido, por sociedad civil; el cambio de categorías para nombrar los actores transforma su comprensión y también la del conflicto.

Afectado, ofensor y ofendido reconocen ante todo una agencia para cada uno de los actores, ante lo cual cualquier indicio de pasividad o fatalismo se niega, al menos desde la perspectiva que ha sido argumentada. En este sentido, el conflicto no depende solamente de la relación entre dos o más actores que han generado una disputa, sino de todos los actores que causan daño, son dañados y potencialmente podrían sufrirlo.p67

Concluye Molina (2010 a,b) que al relacionarse los actores desde su anclaje social, se transforman las relaciones entre actores e instituciones que mutuamente desconfiaban de la relación.

Éste es el principal efecto político del trabajo de memoria a través de historias de vida. … es a partir de esta comprensión y toma de contacto con la experiencia que se teje el efecto político, dado que dos actores sociales hasta entonces desconocidos logran un acercamiento que amplía la mutua comprensión y recupera un espacio para la confianza, …es una forma de constituir un espacio de convivencia fundado en el reconocimiento explícito de la diferencia. P.73

Desde esta perspectiva, Molina plantea que en Colombia, no sólo se debe recordar aquello que debe ser tenido en cuenta para evitar la impunidad, sino también aquello que vincula, que une, que permite trascender los grupos y a las comunidades.

Álvaro Díaz (2007) reconoce que el trabajo con la memoria colectiva constituirá un eje fundamental en el fortalecimiento de la psicología política Latinoamericana y específicamente colombiana, incluyendo los trabajos sobre memoria colectiva, perdón, olvido y reparación.

Finalmente, desde las perspectivas futuras de este camino por la memoria, la psicóloga Yomaira García realiza una propuesta de construcción desde y con la Psicología Política y la memoria que contiene los siguientes ejes por trabajar:

1- La memoria como fenómeno global y a la vez local; 2- Las dimensiones de Tiempo, espacio, territorio; 3- La política y los fenómenos políticos desde los partidos tradicionales a los Nuevos Movimientos sociales dentro de los cuales se incluyen los movimientos de víctimas. 4- El papel de los medios de comunicación; 5- El tema de las víctimas, Derechos Humanos y los conceptos vinculados de verdad, justicia y reparación y finalmente, 6- El tema de la formación de profesionales de la Psicología en general y Política con una visión crítica. p. 73

Significados de paz

Las investigaciones del Grupo de investigación ‘Lazos sociales y culturas de paz’ paz’ parten de la concepción de culturas de paz del llamamiento de la UNESCO (1999), Galtung (2003) Vicenç Fisas (1998) y la noción de reconciliación propuesta por Lederach (1998), han hecho explícitos los significados que los ciudadanos le dan a la paz, en la ciudad de Bogotá capital colombiana.

En un estudio (Sacipa 2005 y Sacipa, Cardozo, Ballesteros, Novoa y Tovar, 2006) las autoras encontraron que las personas participantes no visualizaron la reconciliación entre los colombianos, por ello consideran que esta es una significación que deberá ponerse a circular en la opinión puesto que en el contexto histórico del país no se han dado hechos significativos para los ciudadanos que muestren una ruta en este sentido.

Los ciudadanos identificaron en un primer momento, la paz como la ausencia de violencia directa y de conflictos. Sin embargo es interesante anotar el movimiento observado en la conversación en la mayoría de los grupos, desde la definición de la paz en términos de cese de hostilidades o ausencia de guerra hacia la consideración sobre condiciones de vida digna generadoras de paz relativas a la equidad, la justicia social, la superación de la miseria y la libertad, como significativas de la paz posible

De otra parte también hallaron que si bien las y los participantes en la investigación se reconocieron a sí mismos como gestores de paz, mientras que no identificaron líderes que la impulsaran a nivel nacional (en ese momento, año 2004)

Dos investigaciones estudiaron las formas en que los jóvenes significan la paz: En una investigación elaborada por Ballesteros, Novoa y Sacipa (2011) las autoras encontraron que los significados acerca de la paz expresados por los jóvenes son muy diversos y van desde considerarla como un compromiso que convoca a la participación, hasta pensarla en términos de aniquilación del otro diferente, pasando por las posturas que invocan la transformación de la conciencia social de una parte o la imposición de formas de pensamiento de otra. Esta variación se corresponde con el tipo de proyecto educativo que propone la institución donde estudian los jóvenes o con su entorno familiar y social.

En el estudio de Tovar y Sacipa (2009) fue especialmente visible en las participaciones de los jóvenes menos favorecidos pertenecientes a un grupo que hace resistencia a las prácticas violentas, en un contexto barrial adverso y de alto riesgo; la esperanza de iniciar la paz en lo personal, sembrar sus semillas en la familia y en la convivencia comunitaria para desde allí irradiarla hacia el conjunto social,semillas para construir culturas de paz basadas en la manera como significan y viven la amistad y la lúdica.

Género

El género, entendido, como una categoría relacional de análisis histórico (Scott, 1986), que visibiliza los modos de producción de identidades asociadas a prácticas sexuales generando procesos de marginación es una categoría interpelada a complejizar el análisis sobre subjetividades, sexualidades, identidades y cuerpos, nociones atravesadas por los ejercicios de poder (Hernández, 2010). En Colombia las reflexiones en este campo se han propuesto dar cuenta de las dinámicas productoras de subjetividades sexuales. Identificamos algunas características transversales acordes con la tercera ola del feminismo, los estudios subalternos y los estudios postcoloniales (Estrada, 2000, Muñoz, 2009):

- La comprensión del género como categoría relacional que involucra tanto a las mujeres como a los varones abriendo paso a una producción importante en investigaciones sobre masculinidades a partir de los años 90. En Colombia que ha sido pionera en la región en estudiar las experiencias de varones, se destaca el trabajo de Mara Viveros, (2002) evidenciando la diversidad de modelos de masculinidad y las representaciones sobre la virilidad. La autora da cuenta de las exigencias que suponen los procesos de subjetivación marcados por contextos culturales e históricos donde se inscriben las experiencias particulares. Su obra “de Quebradores y Cumplidores: Sobre Hombres Masculinidades y Relaciones de Género en Colombia” resulta de una investigación sobre las experiencias de varones en tres ciudades representativas para el país: Armenia, Quibdó y Bogotá.

Así mismo, Fernando Urrea (2000) en su línea de investigación sobre masculinidades en jóvenes de clases subalternas, da cuenta de la articulación de categorías de clase, raza, grupo etario y género en la construcción de subjetividades masculinas al Suroccidente colombiano.

Los aportes de estos autores abren paso a las investigaciones que conciben la interseccionalidad como abordaje necesario para dar cuenta de la complejidad de las relaciones de poder que producen subjetividades de género y sexuales.

- La producción reciente en Colombia, señala las diferencias intra- género vinculadas a la pertenencia de clase, etnia/raza, región y sexualidad. Se propone hacer referencia a feminidades y masculinidades atravesadas por experiencias particulares, cuestionando la universalidad de la categoría de Mujer, como sujeto abstracto

Autores como Darío Muñoz y Carlos García (2009), plantean en sus reflexiones la necesidad de analizar críticamente los procesos de subjetivación masculina, sus interdependencias con las relaciones afectivas, productivas, simbólicas y de poder, y sus impactos en la reproducción de desigualdades, inequidades y violencias en las dimensiones intergénero e intragénero, en el contexto complejo de la nación colombiana (p.141).

En esta línea se ubican investigaciones sobre los impactos diferenciados del conflicto armado en varones y mujeres, afectados por fenómenos como el desplazamiento forzado (Meertens, 2011), y los efectos diferenciados de la guerra sobre el cuerpo de las mujeres, cuando este es usado como botín de guerra (Vega et al 2011) .

Carolina Gómez (2011), a partir de un estudio de caso en la zona del Catatumbo, al nororiente del país, da cuenta de los efectos del desplazamiento forzado sobre la subjetividad de las mujeres. La autora señala que la mayoría de ellas, asumen la jefatura del hogar una vez se reubican en el lugar del destino. La restructuración de los roles de género “tradicionales” supone procesos de subjetivación política que conducen a nuevos movimientos sociales. Sin embargo, es necesario contemplar las tensiones que emergen en una lectura relacional de los impactos de las transformaciones en el núcleo familiar sobre la experiencia concreta de los varones.

El trabajo de Claudia Tovar y Carol Pavajeau (2010), responde a este llamado, señalan las autoras, que las representaciones imperantes a propósito de masculinidades violentas, suelen reforzarse en situaciones de crisis, aumentando las tasas de violencia de género y al interior de la familia. Se hace necesario el diseño de estrategias para el acompañamiento y la intervención psicosocial de población que ha sido víctima de desplazamiento forzado.

Se ubican en esta línea, investigaciones sobre las subjetividades y feminidades de mujeres pertenecientes a grupos subalternos y racializados. Los aportes de Urrea (2009) dan cuenta del impacto de las construcciones sobre etnicidad en la vivencia de la feminidad. Por su parte Luis González, Viviana Arias y Nohema Hernández (2009), muestran como el cruce de la categoría racial con el género, abre paso a la construcción de una subjetividad política en mujeres líderes afro-colombianas.

- El cuestionamiento a una visión esencialista de las identidades de género. Las investigaciones en Colombia convergen en su enfoque post-estructuralista. En esta línea se inscriben quienes cuestionan la matriz heterosexual como norma excluyente de sujetos identificados con prácticas sexuales marginalizadas. Ángela María Estrada, Marlon Acuña, Leoncio Camino y Martha Traverso (2005) proponen en sus reflexiones sobre repertorios interpretativos de la homosexualidad, la permanencia de un marco de referencia heterosexual que construye alteridades sexuales. Se refieren con esto a un locus de enunciación que margina identidades asociadas a las prácticas homo eróticas.

Darío Muñoz y Carlos García (2009), por su parte, proponen

analizar críticamente los rasgos y los procesos de inclusión y exclusión social que se dan en torno a la diversidad en las identidades de género y las orientaciones sexuales pero ahora desde la perspectiva del biopoder (p. 141).

De otro lado, se inscriben en el cuestionamiento al esencialismo, las investigaciones sobre el cuerpo, la anorexia-bulimia, leídos como fenómenos que resultan de “los mandatos socioculturales sobre los géneros con gran vigencia en la vida cotidiana por expresarse en significaciones cargadas de intensa emocionalidad” (Hernández, 2010, p.155).

- Se cuestionan los mecanismos de biopoder vehiculados por diversas instituciones de atención en salud, que definen y gobiernan desde la dupla saber/poder, los cuerpos de distintos grupos poblacionales que resultan de interés para la Nación. En esta línea se encuentran los aportes de Zandra Pedraza (2004) quien desde su perspectiva antropológica e histórica, se interesa en las prácticas referidas al cuidado del cuerpo en la producción de subjetividades. La autora señala que los imperativos de higiene y protección se asimilan a un proyecto de ciencia, progreso y mejoramiento racial. En sus análisis sobre los debates en torno a la salud sexual y reproductiva, plantea como en el proyecto de modernidad, se desplazan discursos morales para dar fuerza a los científicos. De esta forma, se remplazan vigilancias de orden moral y se da paso a un gobierno de los cuerpos que se dirige a grupos poblacionales como mujeres o jóvenes (Gómez, 2011). Así mismo, Mara Viveros (2004) y Angélica Gómez (2011), elaboran un análisis del gobierno ejercido sobre la sexualidad juvenil a través de programas de educación sexual y de atención en salud a población adolescente.

- Finalmente, las investigaciones se inscriben en una epistemología del saber situado que propone reconocer el carácter político del que hacen parte los estudios de género y la psicología crítica, en su intención explícita de contribuir a procesos de emancipación (Montero, 2009). En esta línea se inscriben propuestas como las de Olga Lucía Obando (2006, 2009), quien con sus investigaciones sobre el impacto de la violencia política en niños y niñas, así como sobre el maltrato, plantea la necesidad de un abordaje metodológico que cuestione la visión de la experticia e involucre a los actores y actrices para un empoderamiento frente a los fenómenos sociales que los y las afectan. Así, plantea la validez de propuestas como la Investigación Acción participativa para tratar temáticas que impactan directamente las nociones de salud y bienestar que ocupan a la psicología como disciplina y como profesión.

En este sentido, Alvarado, Ospina & Muñoz (2008) y Sánchez, Hensel, Zuleta & Pedraza (2010) afirman que por el camino del ejercicio de la ciudadanía en tanto expresión del sujeto político se puede hablar de la subjetividad política. Por esta ruta, la sistematización de experiencias alternativas de acción política de jóvenes colombianos, que llevaron a cabo Sara Alvarado, Hector Ospina, Sandra Muñoz José Castillo, Mónica Vega, Alvaro Díaz y Marta Cardona (2011), plantea un ejercicio investigativo desde la reflexión-acción, como posibilidad de participación para los y las jóvenes y grupos feministas juveniles (Ruta Pacífica2) como actores y actrices capaces de resistir a ordenes impuestos. La inclusión de los sujetos involucrados en los procesos de reflexión y de producción del saber, constituye una posibilidad de acción política en el sentido Arendtiano del término, es decir, un escenario de participación colectiva que permite una afirmación en la singularidad de cada sujeto. Por medio de la no violencia y la desobediencia se plantea la posibilidad de resistir y proponer modelos alternativos al orden social establecido, patriarcal, militarista injusto y excluyente. De ahí, surge la necesidad de situar en el centro de las prioridades, la educación popular, enriquecida con la teoría crítica del feminismo como política revolucionaria en su apuesta por la construcción colectiva de un mundo incluyente para todos y todas.

Conclusión

Finalmente debemos anotar que la riqueza y diversidad de la producción colombiana en el campo de la psicología política, nos hablan de la fertilidad de los trabajos de muchos profesionales que no se nombran a sí mismos como políticos y que sin embargo de hecho hacen psicología política, un terreno no nombrado y sí muy habitado.

Sin duda la documentación presentada en este artículo, acerca de los temas relativos al conflicto armado en Colombia, la memoria colectiva, los significados de paz y el acompañamiento psicosocial, no sólo se refiere a problemas sociales de muy alta relevancia sino que son escritos por psicólogos que en su momento se han reconocido como psicólogos sociales críticos y/o de la liberación y que si además no lo hubieran hecho así, un examen rápido de sus escritos nos permite situar esta producción en el campo de la psicología de la liberación que de acuerdo con la definición de la disciplina propuesta por Maritza Montero (2009) es psicología política. La producción en género está localizada en el campo de la psicología política dado que la problemática de la que nos habla es la relativa al poder y sus interrelaciones con la historicidad y la diversidad sexual, en un modelo de país centrado en el patriarcalismo excluyente.

Ahora bien, el encuentro realizado en la ciudad de Medellín, donde se creó la Red Ibero Latinoamericana de Psicología Política es una invitación al reconocimiento de la actividad en el campo y a la articulación del trabajo que ya se viene adelantando en el mismo.

1  Las agendas propuestas por Díaz son: 1. Epistemología de la psicología política, 2. Psicología y democracia, 3. Psicología y derechos humanos, 4. Psicología social de la guerra, 5. Subjetividad, globalización y neoliberalismo, 6. Enseñanza-Aprendizaje (referido a las reflexiones sobre la formación universitaria en psicología política)

2  “La Ruta Pacífica de las Mujeres es un movimiento feminista que trabaja por la tramitación negociada del conflicto armado en Colombia, por la visibilización de los efectos de la guerra en la vida de las mujeres y por la exigibilidad de los derechos a la Verdad, la Justicia, la Reparación y la Reconstrucción de la memoria histórica individual y colectiva para la No repetición.” (www.rutapacifica.org.co). (Vega et al, 2011, p. 95)

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Pourquoi faut-il avoir peur du leader providentiel ?

Constantin Salavastru

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N°11 / 2007

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