Sobre la primera pregunta, la respuesta está clara : “Quien salva una vida salva al mundo entero” (Talmud) Sobre la segunda pregunta, aún no tenemos una respuesta certera : “¿Cómo salvamos a todos los mundos ?”. Esta es la cuestión ética fundamental de nuestros tiempos.
“Si aceptamos la idea de Spinoza de que el deseo es siempre deseo de persistir en el propio ser y sustituimos la sustancia metafísica del ideal por una noción más maleable de ser social, entonces quizás podríamos redefinir el deseo de persistir en el propio ser como algo que sólo puede negociarse dentro de las peligrosas condiciones de la vida social”1.
Prolegómenos
El fin primordial de este diálogo es separar la asociación ideológica y políticamente interesada que se hace entre los conceptos de seguridad humana y violencia. Esto con el fin de liberar el concepto de seguridad humana de su carga ética negativa y potenciar, como venimos tratando de hacer en el proyecto denominado “Seguridad Humana y Democracia : La construcción social de la “seguridad / inseguridad” en Costa Rica 2005-2010”, de la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional de Costa Rica, un concepto positivo, filosófica y sociológicamente centrado en el problema del bienestar, los derechos humanos y la cultura de la paz2.
Sin embargo, ello nos obliga a tratar previa y prioritariamente el tema de la violencia, su virulencia real y discursiva y la pretensión misma de asociarlo, como acabamos de decir, al concepto de seguridad humana. Ello, con el riesgo inevitable pero a la vez reto que no podemos dejar de pasar por alto, de exorcizar teóricamente tal virulencia.
La violencia como concepto únicamente puede entenderse dentro de una teoría filosófica y científica de la realidad social (y, por ende, la violencia misma como nexo social) Fuera de ella, la violencia no existe, siendo necesario a la hora de explicar algunas formas de vínculo entre otras especies distintas de la humana, recurrir a conceptos de naturaleza etológica mucho más precisos y desvinculados de la impronta ética, misma que de ninguna forma puede deslindarse de la filosofía o la teoría social. Dicha impronta ética, sin embargo, se vuelve vinculante en el caso de las mismas relaciones de la sociedad con la naturaleza y, específicamente, las relaciones entre los seres humanos y las diversas especies animales, como plantean las más recientes corrientes bioéticas3.
Es decir, la violencia tanto como la misma extensión de los derechos humanos al ámbito de las especies animales, especialmente las que poseen sistemas nerviosos altamente evolucionados y, aún más particularmente, las especies que gozan de formas y / o niveles diversos de conciencia, pre-conciencia y / o cognición. Sin embargo, sobre este aspecto no nos detendremos en esta ocasión, siendo un problema de gran transcendencia teórica del que podemos decir, por ahora, que es un área temática en creciente expansión, en función del desarrollo de las teorías de la complejidad, la trans-sociología, la sociología simétrica, la filosofía de la mente, la bioética y la teoría de los derechos humanos de última generación4.
Anti-tesis : pequeño caleidoscopio sobre miradas y diálogos (im) posibles sobre la violencia
La violencia se presenta a sí misma como un concepto transparente, autorreferencial manifiesto en las expresiones de terror cotidiano, la hiper-dosificada persistencia de los mass media, en los crímenes, disturbios y conflictos internacionales extendidos irrestrictamente sobre la pantalla de la cotidianidad o en la simulación de la misma, en las formas en que las tecnologías le hacen replica a la industria cultural, en las marejadas diarias de lo “informacional”5 en el capitalismo.
Persistiendo así la ilusión de unos fenómenos que “se presentan” como si fueran inmediatos, lo cual deviene en formas de dar cuenta de estos al calor del pathos de lo urgencia, como demanda de una “reflexividad inmediata” para darles efectiva respuesta, asumiendo en el movimiento mismo de defensa y conservación la prometeica vocación de redención ante lo que se presenta como totalidad caótica y buscando algún régimen sentido que pueda dar consistencia y lucidez sobre lo que acontece. Pero lo pensado al calor y clamor de lo urgente, en su forma de dimensionar e interpretar, sólo es capaz precariamente de responder a la urgencia, y en ese sentido presenta severas limitaciones para dar constancia de una lectura más amplia de los fenómenos que se presentan a imagen de una pantalla blanca manchada por el estertor de los sucesos y “coyunturas”.
La urgencia se convierte en recursividad epistémica, pero es condición de imposibilidad para salir del estado situación6 y, por ende, para distinguir lo que se presenta sobre el carácter presuntamente omnisciente de la violencia ante esta disyuntiva, presente, y legitimada en el ámbito de lo políticamente correcto, el mercado y lo religioso :
-¿Puede ser todo reducido a violencia ?, ¿habría que entonces pensar un dominio disciplinar que deba dar cuenta de ello ?, ¿está todo lo que se piensa y se hace relacionado con una tensión fundante en la violencia misma ?, ¿y, por ende, todo saber comportaría una episteme violenta, o lo que es lo mismo, sería todo conocimiento un acto de violencia en sí mismo7 ?, ¿se ha intentado superar el “binarismo” al respecto de la presencia y ausencia de la violencia ?, ¿es lo binario una forma más de lo recursividad asociada a la violencia ?-
Ámbitos en los cuales la violencia se convierte en axioma del poder, y frente a los que la competencia y la seguridad depositada como fe, cabría anteponer, a manera de distinción dos dimensiones como veremos para ubicar la violencia en sus expresiones diversas, pues toda distinción de seguridad humana estará en condiciones de precariedad transitoria ante el estado de sitio de la urgencia y la necesidad de respuestas que en su inmediatez se vuelven (ir) reflexivas y perpetuadoras de un estado de las cosas que, en sí mismo, se sirve de la dinámica de violencia y al halo de respuestas a ella, y que en su trance reproductor es violento en-sí mismo.
Y, en este sentido, ante el camino de luces y pantallas donde la violencia que llamaremos en adelante subjetiva8 es directamente visible y es puesta en escena por un agente identificable de forma inmediata ; y, en oposición a la fascinante tentación de seguirlo o de pretender que se siga como decurso explicativo de la violencia, invisibiliza “los contornos del trasfondo que generan tales disturbios” (Žižek, 2009 : 9), inutiliza las capacidades perceptivas para hacerlo, o rápidamente inocula la posibilidad misma de hacerlo al darle a la estructura y a lo estructural la condición venerable-fósil, de obviedad innecesaria, de automática sobre-determinación sobre las circunstancia o de banalización en lo subliminal de los fenómenos que se pretende estudiar.
Si es posible ver más allá del “espejo de nuestros días” y esta segunda dimensión de la violencia que denominaremos objetiva, podemos identificar dos expresiones. Una radica en la violencia simbólica del lenguaje mismo que va más allá de las formas dominación social inherentes a las expresiones del discurso cotidianas, y con ella a una forma aún más fundamental al proceso en que el lenguaje impone universos de sentido ; por lo tanto, la violencia debe también ser pensada en relación con las expresiones de violencia sistemática que como tales se refieren a “las consecuencias catastróficas del funcionamiento homogéneo de nuestros sistemas económico y político” (Žižek, 2009 : 10)9.
Habría también una imposibilidad fundante en la articulación de estas dos dimensiones, y es que la primera en tanto violencia subjetiva sólo resulta perceptible asumiendo los contrastes sobre un “nivel cero de violencia”, y en ese punto aparece lo “irregular”, la perturbación, la ruptura y el conflicto : la violencia no es visible en este punto de inflexión y ruptura ante lo que aparecería estructurado como “orden” ; en ese sentido, la “pantalla blanca” sobre la que proyecta la violencia, es en su blanca nadedad, la expresión más radical de violencia y de vacío, y sobre ésta se inscribe la violencia en su sentido real más preciso.
Por ello, el llamado “nivel cero”, propio de la normalidad, el naturalizado orden de las cosas es donde reside lo objetivo de la violencia, ya sea porque lo que se expresan como conflictos (sean formas exacerbadas o contradicciones propias de ser) en el orden de lo normal o de la estructura misma10 o porque comporten tensiones que quieren trascenderla, o abordar la necesidad de salir de esta encrucijada para inscribirse, para navegar en otros lugares menos peligrosos para un mínimo marco de reflexividad epistémica y ética.
Viñeta 1 : el manto ensangrentado del tirano y supresión líquida de los migrantes en el mediterráneo
"La medusa significa una alteridad tan radical que no es posible mirarla sin morir." Jean Baudrillard11
Mientras en los medios de comunicación y en los ámbitos de discusión y toma de decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la Comunidad Europea, y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la “intervención humanitaria” volvía a ser discurso en boga, producto de la exacerbación discursiva al respecto de la situación de las víctimas en los conflictos en África del Norte y los países islámicos de esa región –que efectivamente puede ser real- y se facultaba la intervención “humanitaria” sobre Libia, el diario inglés “The guardian”12 daba cuenta en sus titulares de abril y mayo de 2010 de que cerca de 70 personas habían sido dejadas a la deriva en el mar mediterráneo. A la vez que los barcos de la OTAN y / o el servicio de guardacostas italiano se hicieron de oídos sordos ante los llamados de ayuda que venían de la barcaza donde viajaban esas personas, siendo el saldo la muerte de más de 60 de ellas / os.
En un reporte días después del Alto Comisionado de Naciones para los Refugiados (ACNUR) se señalaba otro incidente similar en el que murieron 300 personas ; por lo que los gobiernos y la OTAN se han pasado el balón de las responsabilidades. Más allá de ello es necesario ver esta sangre en el manto ya bastante “ensangrentado” de tiranos señores, mercaderes y gendarmes poderes, el juego de “supresión líquida” de los migrantes en el mediterráneo como una expresión de violencia objetiva, no por el acontecimiento como tal, sino porque su supresión como la de muchas / os que naufragan en esos mares es justificada desde lo homogéneo del funcionamiento de un sistema que requiere negar a los sujetos para “tercerizarlos” como mano de obra barata, “ilegal” y negar los derechos laborales que, consecuentemente, socavan la existencia de estas personas y que pauperizan a estas poblaciones y, en todo caso, como “daños colaterales” de una supuesta “violencia justa”, resultando precisamente que la violencia puede ser cualquier cosa menos justa o éticamente justificable.
(Des) ontologización y socialización de la violencia en la vida cotidiana
Al pensar la noción violencia y la forma de conceptualizarla, es importante señalar que ésta se instituye como una relación social asociada necesariamente a la desigualdad (real, potencial ; diferencial, inducida volitivamente, estructural, institucionalizada, etcétera ; marcada por una acción, falta de acción o por una mediación discursiva), que se manifiesta primaria y fenoménicamente en función de un daño inmediato o posterior asociado a un sujeto, grupo de sujetos o pueblo (genocidio), no deseado ni recurrido volitivamente como arte13, inducción ético-espiritual (por ejemplo la flagelación mística), eutanasia y aborto éticamente libre. En este sentido, por ejemplo, hay que excluir también la auto-agresión como violencia, excepto que, como lo plantea Durkheim en “El Suicidio”, tal auto-agresión devenga en sobre determinación cultural impuesta en un marco de exterioridad volitiva no casuística14, es decir, como un patrón cultural (en el sentido de las ciencias sociales clásicas) o de una forma de violencia objetiva, en el sentido planteado por Žižek.
Y considerando, a su vez, la sabia distinción que Foucault realiza entre poder y violencia ; a la vez que supone que nuestra sociedad se estructura sobre todo en función del primero, mientras que la segunda se encuentra vinculada con formas de relación inevitablemente impregnadas por las relaciones de poder y los nodos sobre las que éstas gravitan ; en ese sentido, la violencia no es una condición “congénita” del género humano, la freudiana maldición parricida (y / o matricida es necesario agregar) (onto-gen-ocida, onticida pues) extrapolada y asediada por los fantasmas de un ethos político constituido en Occidente, sino una expresión del mismo que se presenta como totalitaria en el relato estructurante de lo político (recuérdese el mito : “la política es el dominio de la violencia por otros medios”) y que en sus condiciones de emergencia en tanto “mithema” se corresponde a la sociedad helena clásica.
Desde la antigua Grecia supuestamente se reivindicaron entre otras herencias los mitos y pactos escritos con una sangre supuestamente onticida y que se pretendieron inscribir en el mundo todo, colonizándolo y negando otras formas de ser y de relacionarse ; pero que, sin duda, dejaron marcas indelebles en la episteme y político que pesan sobre los llamados dominios de la violencia15. En este sentido, la violencia es fisura y sutura de la modernidad : un alto costo por la institución de una nueva sociedad normalizadora, pero que no agota ni a ella misma como nueva sociedad ni, mucho menos, la amplitud “cósmica”, “telúrica”, “diversa” y radical de todo “lo” (múltiple, amplio, disperso, contradictorio, libre, caótico, utópico, plural, radicalmente no-uno y no-todo) humano.
Viñeta 2 : el policía nuestro de cada día o sobre la transparente y especular presencia de los policías en la mañana
Para ilustrar lo expuesto : en las mañanas en los medios de mayor difusión a nivel televisivo (nacional e internacionalmente) se ha hecho habitual la presencia de noticias que, por su extensión y prolijidad a largo de los noticieros sobre intervenciones, en donde la presentación acrítica de contenidos da con facilidad la impresión de una inevitable, “agotadora” y policial omnisciencia, la presencia de policías o de lo policial en las vidas ; ello vía su presencia física o su irrupción violenta entre titulares donde el mal es “extirpado”, “operado” o “exorcizado”.
El “garante” de la seguridad, paradójicamente, es violencia simbólica pura manifiesta en este tipo de intervenciones presentadas como espectáculo cotidiano donde se crean narrativas de “héroes” y “enemigos del orden”, bajo la forma de una dicotomización que opera, discursivamente, instrumentalizando como componente central la eliminación de los otros y formas de control social total. Lo policial es jerarquizado en concordancia con las cuotas de violencia y estallidos que vengan a aportar, de esta forma, los oficiales que, por razones de “seguridad”, hacen intervenciones violentas en sectores marginalizados -habitualmente- portan una máscara que cubre su rostro.
Los “denominados héroes ´sin rostro´” de las operaciones especiales contra el narcotráfico y el crimen organizado, remiten a la fantasía e ilusión fundamental propia de sociedades, ilusión que podría ubicarse en el plano de la idealización del control total, donde la vigilancia se convierte en espectáculo como sucedió con la franquicia de programas de televisión “big brother” (gran hermano)16 y donde el anonimato del agresor es el vector más seguro para las formas de hacer legalmente aceptable la violencia misma, y hacer en ese ejercicio violador de la otredad, y simultáneamente, cómplice a los espectadores que miran entre la presunta transparencia e inmediatez de estos actos.
Y quizás haya que considerar lo que sugiere Daniel Fernández (2011), al respecto de las cajas negras del control policial : “Hoy más que nunca, es una tarea acuciante problematizar la existencia de un nuevo tipo de caja negra, un dispositivo novedoso que hace circular determinados mecanismos de poder, posicionando la coerción como un centro de deseo”17.
Y habría que considerar a la televisión, las baterías en movimiento de la prensa y los motores búsqueda estáticos de los grandes conglomerados de los medios de comunicación, y de la espiral infinita de encuentro con la violencia de las mismas encuestas y de las técnicas de las ciencias sociales que preguntan insistente y sospechosamente por ella, como si no fuese posible sortearla, como si la omnisciencia del horror fuese el sí-todo de la realidad que incluso determina como “ciencias positivas” : realidad de un poder que a priori y sin duda alguna ha establecido el campo, las reglas y el resultado de su propio juego, ya ganado de antemano : Todo lo demás deviene, por lo tanto, simulacro de una sub-realidad imposible por esencia y por sus consecuencias.
Excurso : La utopía sin rostro18
“Fuera” de la violencia, es decir, adentro del mismo vínculo social, se encuentra una sociedad que logra liberarse del mismo discurso de la violencia, que es la más insidiosa de las formas de violencia (Žižek la denomina “simbólica”) Sospecha de que el efecto y el síntoma resultan más bien la causa de un tercer objeto, el Objeto de la cuestión : Dejar de gritar al viento el falso onticidio universal como forma de callar su impronta discursiva como lo real que efectivamente porta, es decir, como nos enseña Foucault, (res) establecer el límite de las cosas como único recurso de la resistencia, para la que el afuera sólo puede encontrarse, a la vez, más acá y más allá de tal límite, o en palabras de Lacan-Žižek y de Joan Copjec, en el no-todo o fisura por donde se desborda a torrentes sobre sí mismo el todo.
El discurso de la violencia como el acto concreto par excelence de violencia intrínseca de la modernidad global es la puesta en escena de infinitos rostros desgarrados de toda humanidad por otros infinitos “sin rostro”. En este recurso radicalizado de la subjetividad se resuelve la brutal consecuencia de una sociedad que no tolera precisamente la subjetividad, y que en el reclamo traicionero de su origen sutura (como en una de las cirugías escópicas del doctor Frankenstein) todo desgarramiento mediante una cadena sin fin de agresiones en el orden del discurso y en el orden de la ley : “la selva” como ley de la selva. Con ello, lo intolerable se posiciona como fundamento último y brutal de todo lo tolerable.
Por ello, la idea de seguridad humana que aquí defendemos debe liberarse del horror esencial que porta la misma idea de seguridad bajo su base más precaria como discurso de la violencia. Pero defender una idea, tampoco nos debe llevar sólo a un “más allá” sin restricciones, es decir, a un violento compromiso “a muerte” con obvia y únicamente la muerte. Esa no es para nada la idea. Por lo tanto, el proceso es ante todo diálogo consigo mismo. A esto nos hemos atenido sin duda en este ejercicio de comunicación y de tolerancia epistémica y nos atenemos como único punto de partida y a la vez de llegada a un mar calmo donde las olas no nos desgarren la piel.
Consideremos y sólo consideremos esto : Una utopía sin rostro. Porque toda forma de violencia requiere de uno al cual golpear. Y así tampoco nadie debe poner el otro lado de la cara como exige la máxima bíblica, es decir, la Ley.
El pensamiento utópico, por definición, tiene un carácter limitado y reflexivo y que, en tanto metáfora, permite comprender las limitaciones mismas de la violencia objetiva y simbólica y, en consecuencia, de lo sistemático de éstas a la hora de conformar universos de sentido y espacios, pero, también de que haya rostros a sacrificar -o criminalizar - para que ésta sea construida, pues todas las utopías que trae en su cuenco (de cero fricción) la modernidad pasan por profundos procesos de estratificación, exclusión y negación de las / os otros (es decir, carecen de toda “razón alterna”), y es ahí donde comienza operar el sueño de las máquinas y de la razón del autómata, cuando el otro, los otros, los “vencidos”, se convierte en número, en entidad entre la carencia y las dimensiones de lo prescindible en términos utilitarios : el sacrificio de la vida en nombre de una Ley sin restricción (Hinkelammert)
Pensar una utopía19 sin rostro responde a la idea a desontologizar la utopía, pues ésta ha sido tejida sobre y precisamente la base de una sobre-subjetivización de un sujeto solipsista y, por ende, en la violencia sacrificial sobre quienes excluye o reduce a términos utilitarios o de engranajes en el funcionamiento de la misma y de las condiciones de subsistencia, pues especularmente el rostro es el lugar de la subjetividad moderna : sobre él se vierte pues la violencia y el llamado a La Ley, que es siempre un llamado sacrificial20. La utopía sin rostro, más bien sugiere (y eso es todo lo que pretendemos para no violentar : sugerir y decir para ante todo escuchar), el ejercicio de pensar alteridades abiertas y cambiantes no reductibles a los procesos de universalización a partir de un particular como se ha operado en los esquemas de totalidad cerrada de Occidente sobre las que se crean representaciones de lo ideal y lo monstruoso21.
La violencia primordial : antinomias de una pregunta fundamental : ¿se funda la sociedad sobre la violencia ?
El primer sospechoso sobre el que gravita este juego de antinomias, es la razón parricida en Freud, pues se ha derivado a partir de su lectura una tendencia que ubica el origen fundamental de la sociedad contemporánea en el “asesinato del padre”, la persistencia de un conflicto estructural a nivel intersubjetivo y en distintos espacios de interacción (el dilema filo-ontogenético del psicoanálisis fundante y que luego Lacan relativiza en una sugerente-nueva-propuesta)
Ante ello, habrá que mantener a resguardo la tentación de extrapolar la hermenéutica del psicoanálisis freudiano de los mithemas de la cultura helénica de la cual alemanes –europeos, y algunos otros tantos no tan europeos- se consideran subsidiarios y por default herederos de los mitos ; pero también, de las formas de sublimarlos que han emergido propiamente en estas sociedades, y que no podrían acogerse pasivamente sobre esta región espectral y precariamente cartografiada por el lodo y la sangre que el capitalismo ha venido chorreando, la violencia se instituye distinto, no es el horror vacui de la Europa post-medieval, sino el horror real del exterminio, la negación, los genocidios por hambre, la absoluta falta de toda razón naturalista de la peste, los sangrientos partos de las fronteras y los límites trazados por escuadras desde las mentes aún menos cúbicas, o de precarios equilibrios políticos y económicos, los que estructuralmente indican que lo que se denomina violencia, riesgo, incertidumbre y seguridad misma se interpreten de forma diferencial con la especificad que merecen siempre en los últimos lugar donde residen epistemologías, paradigmas científicas e intelectos, es decir, en las especificidades históricas.
Pero como se ha consignado, si se partiera aún como recurso hipotético de “lo parricida” (la razón de thanatos) presente en los traumas fundantes de lo político habría que considerar que ha ocurrido primero el matricidio al parricidio. El Padre debió esclavizar (y por ende asesinar su humanidad) a la mujer, antes de su ejecución. En esto está claro el origen del patriarcado. Sin embargo, el aporte psicoanalítico debe ser pensado en alcances estructurales para reivindicar de él precisamente su potencial explicativo y trascender sus mithemas fundantes y sus helenas herencias, y que como ha anotado Žižek (2010 : 29), al respecto del postulado del hecho prehistórico del parricidio, que “es posible sólo si uno olvida las premisas básicas de la teoría psicoanalítica, según las cuales “la realidad social entra en el inconsciente sólo en la medida en que éste está ya traducido en el lenguaje del ello” ; es decir, sobre las formas en que opera la mediación social en la traducción de contenidos psíquicos individuales y colectivos y que pueden y deben ser puestos siempre en contexto.
Pues una de las muchas bases, la base onticida de la modernidad, del Occidente y de mismo carácter gregario del fenómeno social humano, no es una forma de extensión totalitaria que cubre toda la sociedad bajo un supuesto “onto-gen-ocidio”, sino como la base discursiva recurrida por su represión sublimación discursiva que convierte todo en violencia presentándose ella misma precisamente como no-violencia, y silenciando necrofílicamente pero sin un eros efectivo implicado, la voz de los muertos, que es la única voz que nos permite, en un reclamo de historicidad, hablar con algún mínimo de propiedad de las cosas del presente y del futuro. La voz de muertos es la única voz que puede darnos esperanza en una vida que no lleve a la muerte. Esa voz es nuestra propia voz, porque todo discurso es un incansable duelo, por lo que nuestros dioses cotidianos, pueden al fin encontrar descanso y darnos alguna esperanza de cómo expiar nuestra culpa, signo de una complicidad con la muerte que debe ser radicalizada como esperanza, es decir, como la promesa de “nunca más”.
Y en el único acto por antonomasia de violencia, donde las formas de instaurar discursos, cargas semánticas, sentidos, implica la referencia a las formas arbitrarias en que se instituyó el sistema, las formas de ordenarlo, dimensionarlo e inclusive legitimarlo, y sobre lo cual no se consiente cuestionamiento, aún y cuando el ámbito de la cultura –la llamada segunda naturaleza- esté fundamentado sobre formas de exclusión que entrañan profundamente lo violento hacia lo que centralmente es libidinal en lo humano, y que en ese sentido la represión traumática misma en tanto anverso de la sublimación se convierte en constante antropológica y se transforma en expresiones de sublimación y desublimación represivas.
Todo ello en un marco en que el tránsito de nivel intra-psíquico resulta en una operación que pareciera subvertir o suprimir las potestades o la existencia misma del yo en beneficio de la coexistencia armoniosa del ello con los mandatos de sociedad que traduce y hace operativo el superyó, como sugiere Žižek (2010) ; mismo que goza irrestrictamente el mandato, la ley, los síntomas y la violencia como represión, como esa “suspensión de la ética”, como “acallamiento del otro” que es acallamiento de la comunicación, se parece fantasmáticamente una contra-justicia ejercida hacia los sujetos. Esto último recubre libidinalmente las formas de percibir la violencia, de crear la ilusión de ese “nivel cero” antes enunciado y de seguir con expectación confundiendo la causa con el efecto las expresiones que antes se han denominado subjetivas y, en este sentido, la desublimación represiva “es un modo (…) de decir que, en el “totalitarismo” la Ley social asume los rasgos de un mandato del superyó” (Ibíd. : 38) ; lo cual es importante a la hora de dar cuenta de las formas en que se decodifica el fenómeno y de las claves en distintas dimensiones estructurales que dificultan ubicarlo en la lectura.
Considerando que la modernidad porta una violencia ontológica intrínseca pero no omni-onto-abarcante, y que, por consiguiente, no se manifiesta en las analíticas descripciones al infinito de los actos violentos y en el discurso de la violencia, sino precisamente en la domesticación de todos estos discursos desde el poder (de nuevo Foucault) ; y ello se encuentra presente en las posibilidades mismas de leer lo ritual de la violencia, pues la ritualidad misma remite a un ejercicio que aprehensión del vacío ontológico, los actos no dejan de sucederse y de representarse como fragmentos de lo traumático ante el vértigo del vacío de una totalidad, y es en ese punto donde aparece sobre la “pantalla blanca” la posibilidad de asumir que la violencia misma se instaura en la fisura fundante de la sociedad, y se puede asumir el camino de aprehenderla taxonomizándola en el collage de cifras e imágenes matutinas, y en nivel epistémico de atribuir una presunta reflexividad inmediata al dato y a la transparencia de las imágenes descargadas de los motores, los celulares (ahora devenidos en corresponsales periodísticos cibernéticos), las cámaras ocultas que no dicen nada de ellas mismas, y de la paroxística búsqueda de un “mapa del emperador” (Hinkelammert) que no puede ser más que infinito y, por ende, epistémica, ética y políticamente vacuo e inútil a todo efecto de humanización de los restos moribundos de nuestra vida mediática.
Viñeta 3 y conclusión para volver a comenzar el diálogo : Cuando la tierra se mueve y el ciberespacio destila datos
El día 14 de mayo de 2011 tembló en Costa Rica (concretamente el epicentro en el cantón de Puriscal), episodio regular en un país en el que es habitual por sus características geológicas que el fenómeno sucede. El temblor de aproximadamente 5.9 grados no causó grandes daños materiales y no hubo ninguna muerte ; no obstante, a los diez minutos de acontecido del seísmo ya era posible leer en el sitio de la Nación de Costa Rica, del Observatorio Sismológico de Costa Rica (OVSICORI de la Universidad Nacional de Costa Rica) y, posiblemente, de más medios grandes y / o observatorios vulcanológicos la magnitud del evento, el dato opaco de los 5 grados22, su inmediatez contrastaba con el horror de sentir el abismo de fragilidad de lo precario de la existencia humano que pone en evidencia la situación de un sismo y sus consecuencias cuando el suelo ya sea porque efectivamente continuaba el movimiento en forma de “réplicas” –como el horror de lo que siempre retorna y la violencia misma convertida en repetición-. Y en recuerdo del trauma de un Japón (la nación por excelencia donde la naturaleza llegó a su fin) que destila agua rica en ondas e isótopos radioactivos, y más antes, un Chile y un Haití devastados por la destrucción propia de nuestra cultura que no mira a la naturaleza a la cara, como mira la jirafa al “cielo protector” o el pingüino a su huevo.
O porque persistía mentalmente como el horror de una alucinación que repite el cavilar de las paredes y estructuras, o la sensación de que los datos fluían sin que la red celular operara y se tuviera efectivamente posibilidad de constatar con los otros por la mediación del teléfono que se había detenido o que se estaba bien ante el horror de un colapso mayor, el dato volvía como un horror fundamental, y en su obscura transparencia no decía “nada” violentamente, como si lo avanzado de los instrumentos fuera parte del conjunto de alucinaciones que hacían o bien creer que efectivamente se estaba alucinando pues los datos fluían con su habitual frío sobre la pantalla, o que ciertamente el dato en su inmediatez se comportó como especie de ilusión explicativa.
Ilusión que efectivamente aporta poco o nada a la comprensión sobre lo que se presenta en movimiento a los pies y en los estertores cercanos de quienes corren, se detienen, miran la pantalla y se indignan ante el entramado de imágenes e informaciones cuales rata de laboratorio encerradas en espera de la inyección letal que les dará la única paz que tendrán en sus vidas, que no dejan de sucederse ; acaso no puede decirse lo mismo del flujo de informaciones sobre las expresiones de la violencia, los atisbos que permiten sondear ineludible de la lógica del sistema y de su objetiva violencia o de lo que ha impedido pensar la seguridad y la seguridad humana más allá del dominio de la apariencia en términos epistémicos de los indicadores que clarifican como el dato antes enunciado pero obnubilan una comprensión más amplia de los fenómenos de la violencia y la seguridad en esta sociedad agónica que vivimos como si fuese el último día de nuestras vidas, sin hijos, sin niños pequeños que inocentemente reconstruyan nuestra ingenuidad perdida ya hace demasiado tiempo como para poder recordar el momento no en el que dejamos de ser humanos sino en el que dejamos de preocuparnos por todo lo humano23.
1 Butler, J. (2010) Mecanismos psíquicos del poder, segunda edición. Cátedra, Madrid, p. 39.
2 Sobre una visión espiritual y alterna del tema de la paz, revisar : Merton, T. (2004) Paz personal, paz social. Longseller, Buenos Aires.
3 Cf., principalmente y en este sentido, la obra de Peter Singer : Singer, P. (1999) Liberación animal. Editorial Trotta, Valladolid ; Singer, P. (2003) Un solo mundo La ética de la globalización. Paidós, Barcelona ; Cavalieri, P. y P. Singer (1998) El proyecto “gran simio” La igualdad más allá de la humanidad. Editorial Trotta, Valladolid.
4 Y desde los aportes de estas perspectivas construir diálogos sobre el concepto de violencia teniendo en cuenta que debe superar por lo tanto los siguientes escollos teóricos :
Las macro-éticas fundadas en teorías de la mal denominada “naturaleza humana”. Esto es, la pretensión estrictamente moderna de asociar la condición humana a una naturaleza de cualquier tipo que sea ésta, desvinculando por lo tanto las ciencias sociales del “determinismo” pero a la vez del casuismo evolutivo y, por ende, recurriendo al fundamento último de todas las ciencias sociales : el carácter primariamente cultural de los vínculos sociales sobre la base de una diferenciación evolutiva de las especies. En este aspecto, se deben desechar tanto las teorías del “buen salvaje” como las teorías del “egoísmo innato”, a las que fueron tan proclives las teorías filosóficas, sociológicas y económicas entre los siglos XVIII y XIX. Es decir, insistimos en que el tema de la violencia no debe asociarse a priori y sin un cribado teórico previo con las teorías de etología humana o etología en general, provenientes de un mal uso del aparato teórico y empírico de la biología y las ciencias naturales en general.
El empirismo extremo propio de la descripción plana de la conducta humana, el cual tiende a generar una confusión entre violencia y agresión o conductas agresivas, mismas que pueden ser o resultar casuísticas, ya que el concepto de violencia implica o supone, más bien, un ethos cultural o una modalidad conductual de alcance (medio o global) histórico, intrínseco y propio de las denominadas sociedades, es decir, tomando prestadas las palabras de Bourdieu un “habitus” y / o bien las de Weber una “acción social” en sentido sociológico estricto de estas categorías.
El psicologismo extremo, que reduce la violencia a un hecho ligado estrictamente a sujetos individuales, desoyendo lo apuntado anteriormente respecto a la idea de violencia como “acción” o “relación social” y, por ende, como fenómeno con alcances generales que no sólo implican a los individuos o sujetos en sentido estricto sino a las instituciones, los patrones culturales y discursivos y la estructuración global de la sociedad.
Las teorías objetivistas de la violencia, provenientes de corrientes de las ciencias sociales que obvian la mediación de la racionalidad ética en la constitución, articulación, desarrollo y concreción de las relaciones sociales. Es decir, que fundan la explicación de lo social, desligada de una necesaria inclusión del debate ético como debate objetivamente intrínseco a las relaciones sociales y que, como han desarrollado con gran atingencia autores como Habermas, Hinkelammert, Apel, Dussel, Žižek, entre otros, supone que la constitución de la sociedad en tanto fenómeno cultural implica por efecto o por defecto una racionalización ética que objetiviza valores y correlaciones entre la acción social y distinciones éticas de alcance material real, devenidas ellas mismas en relaciones sociales. En otras palabras, que el fenómeno social en general y el de la violencia en particular no es ajeno en ninguna forma a una distinción ética de naturaleza objetiva y material (Dussel) Cf. : Bifani-Richard, P. (2004) Violencia, individuo y espacio vital. Universidad de la Ciudad de México, pp. 79ss.
5 El capitalismo contemporáneo tiene un componente informacional, en lo referente a la producción de contenidos y significantes como sugiere la lectura de “Crítica a la economía política del signo” de Jean Baudrillard (1977), en la distribución y difusión de los mismos, pero la apariencia del sistema no puede ser nunca tomada como el sistema en sí mismo, por ende aunque esto se presente de esta manera, es importante dar cuenta de las condiciones materiales y no especulares del sistema para no relativizar sus consecuencias mecánicas y descarnadas o depositar ilusiones en el banco de lo especulativo de los “media” y las tecnologías como un Deus ex machina.
6 El estado de situación se refiere a las formas de representar e interpretar el sitio mismo que conforma la urgencia o los lugares de la urgencia
7 Y no exclusivamente en el sentido foucaultiano de que las palabras resultan en violencia contra las cosas (Cf. : Foucault, M. (1999) El orden del discurso. Fábula Tusquets Editores. Barcelona)
8 Seguimos en este punto, complejizados y criticamos las valiosas reflexiones de Slavoj Žižek (2009) en “Sobre la violencia : seis reflexiones marginales”. Y rescatamos también la distinción que “la violencia como suspensión política de la ética” en Kierkegaard que él retomara en la “Suspensión política de la ética” (2005) para problematizar el trasfondo epistémico y ontológico de la violencia en cuestión.
9 Pero también a lo inexorable de su funcionamiento, pues a pesar de lo documentado de su destructividad, las formas en que perpetúa injusticias, desigualdad y pobreza, así como socava el ambiente que es condición de posibilidad y parte de lo humano mismo, este no se detiene, como “el horror de lo que no cesa”, la sinfonía final al borde del abismo o el tránsito hacia su vórtice.
10 Jean Baudrillard (1991 : 115) sería más contundente en la “La transparencia del mal” : “La producción ininterrumpida de positividad tiene una consecuencia terrorífica. Si la negatividad engendra la crisis y la crítica, la positividad hiperbólica engendra, a su vez, la catástrofe, por incapacidad de destilar la crisis y la crítica en dosis homeopáticas. Cualquier estructura que acose, que expulse y exorcice sus elementos negativos corre el peligro de una catástrofe por reversión total, de la misma manera que cualquier cuerpo biológico que acose y elimine sus gérmenes^ sus bacilos, sus parásitos, sus enemigos biológicos, corre el peligro de la metástasis y el cáncer, es decir, de una positividad devora- dora de sus propias células, o el peligro viral de ser devorado por sus propios anticuerpos, ahora sin empleo. Todo lo que expurga su parte maldita firma su propia muerte. Así reza el teorema de la parte maldita. La energía de la parte maldita, la violencia de la parte maldita, es la del principio del Mal”.
11 Incluida como epígrafe al inicio del apartado “la alteridad radical” de la “Transparencia del mal” (1991 :121)
12 Para leer más sobre lo descarnado de la voluntad humanitaria de la OTAN ver el artículo de Shenker, J. (2011) “Aircraft carrier left us to die, say migrants” en “The Guardian”. Inglaterra. Recuperado domingo 9 de mayo, en : http://www.guardian.co.uk/world/2011/may/08/nato-ship-libyan-migrants ; o bien revisar el artículo documentado de RTVE : “La OTAN garantiza que no recibió llamamiento del barco en el que murieron 61 inmigrantes” recuperada el 15 de mayo 2011, en. http://www.rtve.es/noticias/20110510/onu-pide-otan-ue-hagan-mas-para-evitar-muerte-inmigrantes/431576.shtml.
13 Recuérdese la valiosa consideración de Foucault al respecto al arte y lo que él llamo el ars erotica, en tanto posibilidad de creación, forma de relación y descubrimiento de sí y del / a otro / a.
14 Cf., sobre algunas distinciones respecto del tema de la agresividad humana : Carthy, J. D. y F. J. Ebling (1979) Historia natural de la agresión, quinta edición. Editorial Siglo XXI, México ; Clastres, P. (2009) Arqueología de la violencia : la guerra en las sociedades primitivas. Fondo de Cultura Económica, México.
15 Analíticamente quisiéramos distinguir (no sin muchos y necesarios peligros epistemológicos) campos de exclusión para dimensionar con claridad las expresiones, las teorías de referencia y los conceptos de violencia, como sugiere el siguiente cuadro :
Exclusiones del concepto de violenciaTeorías de referenciaConductas naturales entre especies no humanasEtología generalReacciones instintivas de seres humanos frente a agresiones animalesEtología humanaReacciones instintivas individuales ante agresiones humanas casuísticasEtología humana, teoría de los instintos humanosReacciones agresivas colectivas (ante guerra, invasión, intento de genocidio, violencia institucional o estructural política o económica)Etología humana ; antropología y sociología de la guerra ; ética general : Resultan violencia en tanto relación social aunque asumen una dimensión pasiva con un marco de justificación ética razonable.Agresiones individuales casuísticas no volitivas, auto-agresiones individuales casuísticasNeurología, psiquiatría, psicología generalAgresiones colectivas casuísticas no volitivaspsicología social, teoría de las masas. Sin embargo, desde un marco ético, resultan violencia parcialmenteAuto-agresiones colectivas parcialmente casuísticas (síndrome de Masada), suicidios colectivos casuísticosEtología humana, psicología social, antropología y sociología de la guerra. Sin embargo, desde un marco ético, resultan violencia de forma parcialSuicidios diversos de base no sociológica (Durkheim)Etología humana, neurología, psiquiatría, psicología generalSuicidios volitivos de carácter erótico, religioso o ético (inanición voluntaria)Ética general, bioética ; teoría de los derechos humanos de última generación. Parcialmente resultan actos violentos en tanto existe una base de inducción cultural no volitiva.Flagelación y autoflagelación mística o artística, sado-masoquismo volitivo (ars erotica), aborto volitivo, eutanasia pasiva y activa, deportes agresivos volitivos no inducidos, escarificaciones, mutilaciones rituales y no rituales volitivas, cultura del tatuaje, canibalismo ritual total o parcialBioética ; teoría de los derechos humanos de última generación. Parcialmente resultan actos violentos en tanto existe una base de inducción cultural no volitiva.Simulaciones y representaciones mediáticas y / o discursivas (artísticas) de violenciaTeoría de los derechos humanos de última generación. Pueden resultar violencia simbólica en su faceta pasiva, y relativamente en su faceta activa en tanto tienen una base de inducción colectiva.Los fenómenos restantes pueden ser catalogados como violencia por sus características : ofensión volitiva, inducción cultural, institucional o estructural. Teorías de referencia : teorías sociológico-antropológicas, económico-sicológicas y ético-políticas.
16 Que inevitablemente remite a la novela del seudónimo George Orwell “1984”, donde el autor (Eric Blair) caracteriza una sociedad totalitaria en el plano de la ficción, pero que pareciera haber adquirido el estatuto de Utopía dentro de determinados regímenes contemporáneos en las narrativas de la (in) seguridad monopolizadas y la colonización del discurso de la seguridad en manos de la racionalidad autoritaria re-invencionada bajo aquello que Paolo Virno (2003) en su “Tesis del nuevo fascismo europeo” caracterizaba como : “El fascismo posmoderno no arraiga en las habitaciones cerradas del Ministerio del Interior, sino en el caleidoscopio de las formas de vida metropolitanas. No se desarrolla en el ámbito siempre temible de los aparatos institucionales, sino que concierne a aquello que sería más digno de esperanza : los comportamientos colectivos que se sustraen a la representación política.” Incluidas en las reflexiones de su libro :“Virtualismo y revolución, la acción política en la época del desencanto”. En seguida, sin embargo, quisiéramos revertir esta “Utopía de los ´sin rostro´” en una utopía efectiva y radicalmente sin rostro.
17 Fernández, D. (2011). La caja negra del control policial. En Colectivo Costarricense de Psicología de la Liberación (2011). Y también, si se nos permite : Crítica a la razón policial : misivas intempestivas al autoritarismo, lo policial y los poderes del sometimiento. Boletín I. Enero-Febrero 2011. Recuperado 14 de febrero de 2011 en : http://psicologialiberacioncr.org/pag/wp-content/boletin/Boletin001_Critica_a_la_razon_policial.pdf.
18 …”ya hay no sólo un marco epistemológico dentro del cual el rostro aparece, sino también una operación de poder, pues únicamente en virtud de cierto tipo de disposiciones antropocéntricas y marcos culturales un rostro determinado se mostrará ante cualquiera de nosotros como una cara humana” (Butler, J. (2009) Dar cuenta de sí mismo Violencia ética y responsabilidad. Amorrortu, Buenos Aires, p. 47)
19 La palabra utopía ha sido vetada por el pensamiento unidimensional, pues éste vino con pretensiones sepultureras o prescriptoras de la muerte de la historia, de racionalidad, del compromiso político, del sujeto entre instancias sobre las que presume su desaparición o precio sobre lo precario de su existencia. En oposición apareció un tipo de racionalidad que se presenta como “pragmatismo” político o de situación, con herramientas recursivas de cálculo e instrumentación vía simplificación de lo complejo de lo existencia y de la vida misma, pero que habría que llamar pensamiento anti-utópico, aunque a consecuencia de ello se pueda develar un universo utópico de lo anti-utópico, conformado fundamentalmente por las narrativas predominantes al respecto del sistema, la preservación de la danza compulsiva que deviene en crisis, riesgos y la concomitante incertidumbre, que luego se convertirá en materia de libre cambio, su consecuencia subjetiva, la angustia es regulada con violencia como si en ésta residiese el peligro o la causalidad del malestar, y en ese trance la noción de utopía se diluye o se vuelve materia de lo inaprensible en el mundo de lo sublime, y ante ello habrá que preguntarse qué “sublima” las formas en que nos presenta la violencia, o más bien cómo se sublima por el camino represivo la violencia y se niega su substrato profundamente arraigado en la estructuración y consumo de la misma en el sistema, así como los diferentes dispositivos y narrativas a partir de los cuales esta es naturalizada.
20 Sobre el carácter primariamente sacrificial de Occidente, revisar : Hinkelammert, F. (1998) Sacrificios humanos y sociedad occidental Lucifer y la bestia, segunda edición. DEI, San José.
21 Obsérvense que en días recientes (semanas de mayo de 2011) que por un lado las calles de Atenas y otras ciudades grandes aglutinan personas en razón de las protestas a consecuencia de los recortes y privatizaciones en el sector público que se da a consecuencia de la exigencia de los dueños de la deuda y de quienes la renegociaron, pero que simultáneamente en la bolsa en Europa se ha comenzado a especular sobre la base un posible nuevo préstamo, y no sobre el dinero, sino sobre la incertidumbre misma que permite cotizar la deuda de ese país según, el día, la hora en condiciones diferenciadas y rentables en una economía que funciona en la lógica paroxista de un casino.
22 Díaz, L. Fernández, V. (2011). Fuerte sismo de 5.9 grados sacude el país a las 4 :47 p. m. En Nación. Recuperado 14 de mayo de 2011. http://www.nacion.com/2011-05-13/Sucesos/UltimaHora/Sucesos2777965.aspx y página del OVSICORI de la Universidad Nacional de Costa Rica donde es posible consultar los sismógrafos en línea http://www.ovsicori.una.ac.cr/sismologia/sismogramas_linea.htm
23 Sobre el caso costarricense esta impronta mediática de la violencia y el miedo, Cf. : Rossi, A. y N. Garita (2007) El lado oscuro Ensayos sobre violencia. Uruk Editores, San José, Costa Rica. Y en general, Cf. : San Martín, J. y otros (editores, 2005) Violencia, televisión y cine, segunda edición. Ariel, Barcelona ; Romero, O. (2006) La violencia como fenómeno social El linchamiento en San Miguel Canoa, Puebla. Joral Editores, México D.F. Igualmente resulta esclarecedor el texto sobre Lévinas : Requena, I. (2003) “Hendidura de la luz en el túnel de la violencia”, en Conciencia Activa, N. 1, Julio. Caracas ; Véase también, Benjamin, W. (1995) Para una crítica de la violencia. Editorial Leviatán, Buenos Aires.
Baudrillard, J. (1977) Crítica a la economía política del signo. Siglo XXI, México, D. F.
Baudrillard, J. (1991) La transparencia del mal. Ensayo sobre fenómenos extremos. Editorial Anagrama, Barcelona.
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Clastres, P. (2009) Arqueología de la violencia : la guerra en las sociedades primitivas. Fondo de Cultura Económica, México.
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