Directa o indirectamente, muchos intelectuales, académicos y actores sociales han concordado en la importancia de atender a la “lucha por el control de la historicidad” para formular una serie de problemas que atañen a la política, la experiencia y el conocimiento (De Certau, 2006; Arendt, 1999; De Certau, 1996; Touraine, 1992; De Certau, 1971)
Dicha lucha se hace más evidente cuando una acción desestabiliza el curso normal y ordenado del mundo, vale decir de las relaciones entre personas, colectivos y cosas, y, las vuelve problemáticas.
Estos anudamientos dramáticos se volverán versivos o sub versivos por los modos específicos de capitalización de facciones que buscan aclarar u obscurecer su inscripción, volverlos crónicos o anacrónicos.
La política del acontecimiento
La política del acontecimiento es entonces, clave para discernir la imaginería y la objetivación de biografías individuales y colectivas, sus construcciones mnemotécnicas y narrativas y consecuentemente para esclarecer las formas de acreditación de identidades, alteridades y subalteridades.
Esta política se sirve de modos específicos de localización, deslocalización y relocalización de relatos, capitales políticos, subjetividades, para constituir los decible y lo indecible, y lo que es desde un punto de vista político más importante, lo tópico, lo utópico y lo atópico.
Para los actores y las colectividades que intentan circunscribir los alcances de los actos y las palabras que formulan, teniendo en cuenta los horizontes que los resignificarán, esta reflexividad no tiene por objeto solo el testimoniar que algo sucedió, que algunos estuvieron allí y que otros fueron colaboradores o adversarios consumados.
El acontecimiento histórico, por local que pueda parecer quiere ser el triunfo o derrota de un motivo y por tanto, el compromiso público con su relato pone en juego el problema de si algo sigue o seguirá sucediendo.
Para que las memorias que así se dispersan caigan en el trabajo del olvido de la Historia, tienen que ser sometidas a lo que Restrepo (2008), siguiendo a Foucault, denomina procedimientos des-eventualizantes. Estos procedimientos constituyen una “(…) aplanadora de las densidades y singularidades históricas” (p.113), por medio de la puesta en relación con ellos de unos mecanismos lo más exteriores posibles a los “(…) entramados de relaciones, prácticas y representaciones que emergen, se transforman y dispersan en momentos dados” y que son ‘nuestros’ acontecimientos (Restrepo, 2008, p. 119)
El intento de asegurar por esta vía universales antropológicos subsumiendo los acontecimientos en entramados como la Ley, la Razón, el Inconciente o la Cultura, pone de manifiesto que en este terreno rige la lógica de la ‘batalla’. (Foucault, 1992, citado en Restrepo, 2008)
La memoria: saberes sometidos
La memoria de estos saberes se encontrará entonces en los ‘saberes sometidos’ por el carácter “violento, sangrante y mortal” de la realidad (Foucault, 1992, citado en Restrepo, 2008. p. 124)
El trabajo de la memoria puede, en este contexto, homologarse a la reactivación de estos ‘saberes locales’, a una ‘insurrección’ de vestigios de discursividades violentadas o enmascaradas “(…) dentro de las coherencias funcionales o las sistematizaciones formales” (Foucault, 1976, 1992: 21; en Restrepo, 2008. p. 125)
En otros términos, el proyecto de la memoria de los saberes sometidos, parafraseando a De Certau (1971), es el de luchar contra ‘el después’ que reanuda el ‘antes’, vale decir, contra el olvido que compromete, más allá del éxito o fracaso de un suceso revolucionario o transformador, el valor de lo que llegamos a ser y de lo que aprendimos a partir de lo imprevisible.
Esto inevitablemente ocurre, pues, como afirma Todorov, el sentido y el valor no están en los acontecimientos sino que les vienen a ellos por seres humanos “(…) que se preguntan por el uno y por el otro (…)” (Todorov, 2003, p. 233)
Chile memorizado: la protesta, el plebiscito, el giro de las izquierdas
Tal como afirma De Certau (1996; 1971), los actos de ‘toma de la palabra’ no reflejan solo distinciones sociales sino también distinciones ‘críticas’ y en esta medida apelan tanto a componer el ‘ambiente de una antidisciplina’ como el de una ‘construcción social’.
Los ‘recorridos y frases’ que trazan las ‘prácticas de resistencia’ pueden componerse con lenguajes heredados, pero al mismo tiempo formulan intereses y deseos que no son captados por los sistemas donde tienen lugar. (De Certau, 1996)
Según De Man (1990), el dialogismo de una comunidad revolucionaria comprende el ‘cruce celebratorio’ de las fronteras sociales. Introduce y festeja una libertad que ya no es ‘utópica’, pero que tampoco está actualizada. Como narrativa “(…) se proyecta a un futuro metatextual como prolepsis de una libertad que ya no será de ficción (…).” (p.166)
En Chile, el caso más reciente y minimizado de un acontecimiento de esta naturaleza es el de las protestas nacionales contra la dictadura cívico – militar en el primer lustro de los 80.
Según Arditi (2008), el referendo de 1988 en Chile es un caso paradigmático del distanciamiento entre las izquierdas que buscaron alcanzar hegemonía en cuerpos ejecutivos y legislativos nacionales y locales y las alternativas no electoralistas que expresaban fuerzas de resistencia, oposición y cambio más amplios, tal como interesan a los estudios subalternos.
En la memoria de agentes y colectivos que representaron la lucha contra el sistema económico, político y cultural totalitario, paradojalmente esto se logró cuando los agentes partidistas (Unger, 2009):
1. se apropiaron de capitales sociales comunitarios que no les pertenecían
2. minimizaron a los actores políticos no partidistas
3. acreditaron como acontecimientos cargados de una voluntad revolucionaria a los procesos electorales de 1988 y 1989
4. construyeron un relato político con base al predicado del retorno a la democracia con la marca de los turnos electorales relegando la democracia de base a lo utópico.
Julia Paley (2001) atiende al fenómeno de “resurrección de la sociedad civil”
- independientemente de lo controvertido del término - para dar cuenta de masas que querían liberarse del dominio estatal y crear la posibilidad de derrocar al régimen militar.
Según Paley, en Chile, la ‘democracia participativa de los grupos de base’ fue desautorizada para introducir sistemáticamente un discutible programa de participación al servicio de estrategias que continuaron con políticas de ajuste y privatizaciones y que presionaron, adicionalmente a organizaciones por fuera del poder del Estado a suministrar servicios sociales. (Paley, 2001)
En este contexto, los movimientos sociales no tuvieron lugares de resonancia para sus propuestas. Desde un punto de vista cultural, las nuevas izquierdas electoralistas construyeron una narrativa de la participación y el empoderamiento acoplada a acciones limitadas a tareas tales como limpiar los depósitos de basura de la vecindad o prevenir la drogodependencia y pusieron así en juego el valor de la representación política.
De ahí el efecto aparentemente asombroso a los ojos del mundo, de la “desmovilización de los movimientos sociales chilenos” (Paley, 2001; p. 6)
Oponerse a una narrativa consensuada de este modo, representa un hecho inédito en la política chilena, pero su trayectoria es inteligible por los modos de eventualización y deseventualización que han construido en la comunidad imaginada del Chile que nos gobierna y que, parafraseando a Arditi (2008) en el giro de las izquierdas – y en nuestro caso de las derechas – representa un palimpsesto de trazos de memorias, inscripciones y experiencias contradictorias por lo que aprendimos a recordar y olvidar hasta nuevo aviso
Arditi, B. (2008), Arguments about the left turns in Latin America, A Post – Liberal Politics? Latin American Research Review, Vol 43, Nº 3
Arendt, H. (1999), De la Historia a la acción Barcelona: Editorial Paidós
De Certau, M. (1971) Por una nueva cultura Santiago de Chile: Editorial Universitaria
De Certau, M. (1996) La invención de lo cotidiano. 1 Artes de hacer México: Universidad Iberoamericana
De Certau, M. (2006), La escritura de la historia México: Universidad Iberoamericana
Paley, J. (2001), La “participación” y la “sociedad civil” en Chile: Discursos internacionales, estrategias gubernamentales, y respuestas organizacionales.Traducción de Ana María Gómez Congreso LASA, 6-8 septiembre 2001
Restrepo, E. (2008), Cuestiones de método: “eventualización” y problematización en Foucault Tábula Rasa. Bogotá – Colombia, Nº 8: 111 – 132, enero – junio 2008
Todorov, T. (2003), Deberes y Delicias. Una vida entre fronteras Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica
Touraine, A. (1992), Los movimientos sociales Buenos Aires: Editorial Almagesto
Unger, G. (2009), Memoria colectiva de prácticas de resistencia contra la dictadura cívico – militar en chile (1973 – 1989): un análisis de discurso de relatos del exiliointerno, Tesis para optar al grado de Master en Psicología, Social por la Universitat Autónoma De Barcelona y el grado de Magíster en Psicología Social por la Universidad Arcis. Santiago, Enero de 2009