El comportamiento social ha sido estudiado desde diversas perspectivas en psicología.
Encontramos ejemplos de los primeros intentos formales en los escritos Psicología de las Masas (Le Bon, 1895/1986) y Psicología de los Pueblos (Wundt, 1900-1920) que, a la postre, constituirían el germen de una bifurcación particular de la psicología : la llamada psicología social.
Inspiradas en disciplinas diversas como la sociología, la economía o la política (e.g. Abelson et al., 1968 ; Blau, 1964 ; Thibaut, & Kelley, 1959), o basadas en extensiones de modelos cognoscitivos (e.g. Bandura, 1977 ; Festinger, 1957 ; Secord, & Backman, 1974), surgieron multiplicidad de teorías que, pese a su evidente disparidad, conformaron la masa crítica del campo de la psicología social. La teoría de la facilitación social (e.g. Allport, 1924 ; Blank, Staff, & Shaver, 1976 ; Burnham, 1905 ; Good, 1973 ; Mayer, 1903 ; Zajonc, 1965), la teoría del intercambio social (e.g. Befu, 1977 ; Blau, 1964 ; Cook, & Emerson, 1978 ; Gouldner, 1960 ; Homans, 1958, 1961 ; Thibaut, & Kelly, 1959), la teoría de la disonancia cognoscitiva (e.g. Festinger, 1957 ; Gazzaniga, 1985) o la teoría de la toma de decisiones o teoría de la expectativa-valor (Edwards, 1954) constituyen tan sólo algunos ejemplos de lo anterior.
A manera de ejemplares, considérense a las teorías del intercambio social y a la de la expectativa-valor. Valiéndose predominantemente de interpretaciones post hoc de la evidencia empírica generada por otros investigadores, y bajo los supuestos generales del hedonismo y del individualismo, dichas teorías postularon que toda interacción social se reduce al intercambio de recompensas seleccionadas a través de complejos y borrosos mecanismos de análisis costo-beneficio, y de la comparación entre alternativas (Blau, 1964 ; Edwards, 1954 ; Homans, 1961 ; Thibaut, & Kelly, 1959).
Aunque ajenos al ámbito formal de la psicología social, algunos paradigmas adicionales coincidieron, en lo general, con estas teorías. El tratamiento dado a la conducta social desde el paradigma operante (e.g. Azrin, & Lindsley, 1956 ; Hake, & Vukelich, 1972 ; Schmitt, 1998 ; Skinner, 1953, 1962 ; Weingarten, & Mechner, 1966) o la teoría de juegos (e.g. Bilbao y Fernández, 1998 ; Camerer, 2003 ; Camerer, & Fehr, 2002 ; Gibbons, 1993 ; Luce, & Raiffa, 1957 ; Neumann, & Morgenstern, 1944) se concentró en la operación de variables meramente económico-utilitarias, como la maximización de las ganancias asociada con la elección de alternativas de respuesta sociales. Por ejemplo, el llamado dilema del prisionero (Axelrod, 1984 ; Dugatkin, 1977), uno los constructos más representativos de la teoría de juegos, predice que los individuos se decantarán, en virtud de los supuestos de la teoría de la elección racional, por aquella alternativa que implique la maximización de sus propias ganancias.
En general, los abordajes utilitarios de la conducta social afirman que está regulada por parámetros de reforzamiento diferencial universales. No obstante, un conjunto importante de trabajos experimentales ha demostrado que la maximización de las ganancias asociada a la elección de alternativas de respuesta sociales respecto de las individuales resulta insuficiente para favorecer la elección de las primeras (e.g. Hake, Vukelich, & Olvera, 1975 ; Marwell, & Schmitt, 1975 ; Matthews, 1977, 1979 ; Ribes, 2001 ; Ribes, & Rangel, 2002 ; Ribes, Rangel, Carbajal, & Peña, 2003 ; Ribes, Rangel, Casillas, et al., 2003 ; Ribes, Rangel, Juárez, et al., 2003 ; Schuster, & Perelberg, 2004 ; Shimoff, & Matthews, 1975 ; Spiga, Cherek, Grabowski, & Bennett, 1992). Las teorías utilitarias soslayan que las relaciones entre individuos dependen, además, de factores extraindividuales relacionados con la estructura institucional de cada tipo de formación social.
Ribes (2001) planteó una alternativa teórico-metodológica relativa a las dimensiones funcionales de la conducta social examinadas desde una perspectiva interconductual (véase Kantor, 1959, 1980 ; Ribes y López, 1985). Se distinguen tres dimensiones funcionales del medio de contacto convencional, representado por las instituciones como sistemas de prácticas compartidas, y caracterizado por la división social del trabajo y el diferimiento en tiempo y espacio del intercambio de bienes y servicios. Estas dimensiones son la de poder, la de intercambio y la de sanción (Ribes, 2001 ; Ribes, 2010 ; Ribes, Rangel y López, 2008).
Asimismo, Ribes (2001) presentó una preparación metodológica para evaluar las interacciones entre individuos mediante una tarea de interés intrínseco, consistente en el armado de rompecabezas, que distingue las respuestas de carácter individual o no compartido de las de carácter social o compartido. Esta evaluación se realiza en una situación de elección libre y concurrente, a diferencia de las preparaciones experimentales tradicionales que empleaban respuestas operantes simples y repetitivas (como la de presionar un botón, insertar un estilete o halar una palanca) y en donde una misma respuesta calificaba como social o no social dependiendo de la combinación de una serie de criterios espacio-temporales, como la coincidencia de las respuestas de los participantes (e.g. Azrin, & Lindsley, 1956 ; Lindsley, 1966 ; Marwell, & Schmitt, 1975 ; Schmitt, 1998 ; Skinner, 1962 ; Weiner, 1977).
Los resultados de los estudios iniciales con esta preparación (Ribes & Rangel, 2002 ; Ribes, Rangel, Carbajal, et al., 2003 ; Ribes, Rangel, Casillas, et al., 2003 ; Ribes, Rangel, Juárez, et al., 2003) mostraron que, en condiciones de elección libre, los participantes elegían responder en la alternativa individual o no compartida y no en la alternativa social o compartida, aunque se redujeran significativamente sus ganancias. Estos resultados sugirieron la insuficiencia de las teorías utilitarias para dar cuenta de la complejidad de la conducta social.
Hallazgos posteriores llevaron a Ribes y colaboradores (Ribes, Rangel, Magaña, López y Zaragoza, 2005 ; Ribes et al., 2006 ; Ribes, Rangel, Ramírez, et al., 2008) a proponer que los acuerdos verbales surgidos entre los participantes eran fundamentales para favorecer la elección de contingencias compartidas. En uno de los experimentos en torno al altruismo parcial bajo condiciones de retribución asimétrica e inequitativa (Ribes et al., 2005), se encontró, de nueva cuenta, que bajo condiciones de elección los participantes preferían responder en la contingencia individual o no compartida ; sin embargo, una de las cuatro díadas respondió sistemáticamente en la contingencia social o compartida. Al tratar de explicar este inusual hallazgo, se encontró que los participantes de esta díada habían acordado, de manera verbal, responder durante todo el experimento bajo la contingencia compartida de altruismo parcial.
Posteriormente, a fin de estudiar el efecto de los intercambios verbales en la elección de contingencias compartidas, Ribes et al. (2006) condujeron un estudio en el que colocaron a los participantes en cubículos aislados a fin de evitar el contacto verbal entre los mismos. Pese a esta restricción, los participantes entablaron estrategias para comunicarse de manera furtiva (i.e. los participantes esperaban al finalizar la sesión para encontrarse con su compañero de díada, fuera del cubículo experimental y a espaldas del experimentador). Se encontró que todas las díadas, excepto una, la que efectivamente mantuvo la condición de restricción verbal, eligieron responder en la alternativa compartida.
Siguiendo con esta línea de investigación, Ribes, Rangel, Ramírez, et al. (2008) planearon dos estudios para evaluar la inducción de conducta de altruismo parcial a través de procedimientos de conducta recíproca y de declaraciones verbales de elección anticipadas. El primer experimento comparó la inducción de la conducta de altruismo parcial en los participantes mediante la conducta consistente de reciprocidad o indiferencia por parte de un confederado sin intercambios lingüísticos de ningún tipo. El segundo experimento comparó los efectos de las declaraciones verbales anticipadas de la elección bajo condiciones de reciprocidad e indiferencia en una situación de altruismo parcial estándar.
Los resultados de estos dos experimentos mostraron que tanto la conducta recíproca del confederado como la anticipación verbal de las respuestas indujeron conducta de altruismo parcial en los participantes. Sin embargo, la anticipación verbal produjo efectos más robustos en comparación con la conducta recíproca del confederado (Ribes, et al., 2008b). Dichos resultados pueden ser discutidos en términos del control situacional versus el control lingüístico de la conducta altruista.
Otros autores como Pennisi (2005) han subrayado también la importancia del intercambio verbal en la elección de contingencias compartidas al afirmar que “…las interacciones lingüísticas explícitas pueden ser una condición necesaria para el desarrollo de conducta bajo contingencias compartidas” (p. 93).
Ribes (2010a), ha planteado que el análisis de las relaciones entre individuos recae en el ámbito de la multidisciplina. El estudio del comportamiento social constituye un punto de intersección de interés compartido para la psicología y diversas ciencias sociales. Mientras que el objeto de estudio de las disciplinas sociales (i.e. economía, politología, sociología) son los sistemas de relaciones desarrollados históricamente entre colectivos de distintas formaciones sociales, el objeto de estudio de la psicología, en lo que toca al comportamiento humano, son las interacciones de los individuos con otros individuos en un medio de contacto convencional (Ribes, 1988 ; Ribes, et al., 2008). En la medida en que los sistemas de relaciones entre colectivos no tienen existencia real si no es en referencia a las prácticas de los individuos que los conforman, su análisis puede realizarse en términos de las interacciones interindividuales involucradas.
No se trata en absoluto de explicar la operación de las instituciones sociales, sino de establecer los principios teóricos y metodológicos fundamentales que permitan el análisis pertinente de las relaciones entre individuos y de los medios de contacto institucionales que las posibilitan.
Los alcances de un proyecto multidisciplinar así planteado se circunscriben al estudio de las interacciones interindividuales posibilitadas por distintos medios de contacto institucionales, caracterizados a partir de la división social del trabajo. Las prácticas sociales así constituidas se fundamentan y posibilitan por el lenguaje, y sus dimensiones funcionales transversales son el poder, el intercambio y la sanción (Lull y Micó, 2007 ; Ribes, 1985 ; 2001 ; 2010b ; Ribes, et al., 2008).
Aunque se estudian solamente las interacciones interindividuales que corresponden directamente a las contingencias de las tres dimensiones funcionales, esto no implica que el resto de las interacciones individuales o interindividuales no sean sociales : lo son y están condicionadas en su forma y función por las dimensiones señaladas, aunque no tengan relación directa con el poder, el intercambio y la sanción. Son interacciones que llenan el tiempo residual de convivencia que resta de las actividades vinculadas al trabajo especializado que define a toda sociedad humana (Lull y Micó, 2007 ; Marx, 1867/1946, 1946 ; Ribes, 2001 ; 2010b). No obstante, las interacciones interindividuales bajo contingencias de intercambio, poder y sanción constituyen la masa crítica del total de interacciones interindividuales, por corresponder directamente a contingencias institucionales explícitas que definen el sistema de convivencia (medio de contacto).
Reciprocidad e intercambio
La categoría psicológica que representa al sistema social general y a cada una de sus tres dimensiones funcionales es la de medio de contacto. Las interacciones interindividuales pueden ser posibilitadas por un medio de contacto ecológico o por un medio de contacto convencional. El medio de contacto ecológico posibilita interacciones destinadas a la supervivenciay, por tanto, se relaciona con las propiedades del ambiente y del comportamiento de otros organismos (Ribes, 2007). El medio de contacto convencional, en cambio, está formado por los sistemas de relaciones prácticas entre los humanos que, en tanto costumbres, representan instituciones diversas y posibilita interacciones articuladas a partir de y como lenguaje en forma de convivencia (Ribes, 2006). Gracias al lenguaje, los individuos humanos son capaces de responder con y ante morfologías libres de las restricciones dadas por la reactividad biológica frente a las características del medio : “La convencionalidad de las respuestas y los eventos conduce también a la convencionalidad de las reglas que establecen las relaciones de condicionalidad entre ellas, y a la posibilidad de responder a dichas reglas transformándolas” (Ribes y López, 1985, p. 59).
El medio de contacto convencional se supra-ordina, pero no excluye, al medio de contacto ecológico. Desde una perspectiva filogenética, las interacciones interindividuales sociales-convencionales surgen a partir de las interacciones interindividuales relativas al medio de contacto ecológico, a saber, la alimentación, la reproducción y la defensa (Kropotkin, 1902 ; Silk, 2003 ; Thorpe, 1963). Dichas interacciones no son sociales, excepto cuando son subsumidas por medios de contacto institucionales diversos. Sin embargo, constituyen el antecedente inmediato de las interacciones interindividuales sociales vinculadas con el poder, el intercambio y la sanción y sus logros fundamentales, a saber, la dominación, la complementación y el acotamiento (Ribes et al., 2008).
Las relaciones de reciprocidad ejemplifican lo antedicho, y constituyen el antecedente y el “fondo” necesario para el surgimiento de las relaciones de intercambio y algunos tipos de relaciones de poder y de sanción. Todas las relaciones de intercambio involucran alguna forma de reciprocidad. Sin embargo, no todas las relaciones de reciprocidad involucran relaciones de intercambio.
Las formas primitivas de reciprocidad social surgen en los intercambios de alimentación, lúdicos y reproductivos, así como en las interacciones agonísticas, y varían en un continuo de reciprocidad positiva, neutra o indiferencia y reciprocidad negativa. En el caso de la especie humana, la imitación expresiva y vocal constituye sin duda el núcleo de las formas de reciprocidad social que surgen a lo largo del desarrollo (Pierce & Cheney, 2004).
Las relaciones de reciprocidad pueden ser de acciones (homogéneas o heterogéneas), de resultados o de productos (homogéneos o heterogéneos), o de ambos. Además, pueden darse de manera directa o indirecta, e inmediata o demorada. Las relaciones de reciprocidad ecológica son usualmente intrasituacionales, directas, e inmediatas. Por el contrario, las relaciones de reciprocidad social son, a excepción de ciertas formas de trueque de productos (bienes) o acciones (servicios), extra o transituacionales, indirectas y demoradas, dada su posibilitación convencional como y a través del lenguaje bajo complejos sistemas de articulación institucional (Hammerstein, 2003 ; Henrich & Henrich, 2007 ; Ribes, 2001, Ribes, et al. 2008 ; Ribes, 2010b). Las escasas formas de reciprocidad social directas implican intercambio de acciones con acciones, acciones con producto o productos con productos en la forma de retribución, aunque en las sociedades complejas la retribución casi siempre adopta formas indirectas (i.e. la relación patrón-asalariado).
Al igual que las sociales, las relaciones de reciprocidad ecológicas pueden ser, además de homogéneas, heterogéneas. Sin embargo, las relaciones de reciprocidad heterogéneas posibilitadas ecológica o convencionalmente se distinguen entre si dado que en las segundas entran en juego los factores de asimetría e inequitatividad inherentes al sistema de intercambio (basado en un criterio uniforme) que las regula, factores que, por supuesto, en las relaciones de reciprocidad ecológica se desdibujan.
Destacan, además, otras formas de reciprocidad indirecta, heterogénea y demorada que emergen a partir de la relación entre tributación, contribución y distribución. La tributación surge en la integración del poder auspiciado por la riqueza y por la fuerza en la forma de Estado. La tributación legítima se convierte en contribución, como fenómeno de relación del individuo con los representantes del poder, o como relación altruista con respecto a otros individuos con carencias o con propósitos comunes. La distribución opera en dos dimensiones distintas. Una, como repartición genérica a los individuos en reciprocidad impersonal y colectiva de las tributaciones y contribuciones al poder del Estado ; otra, como fenómeno vinculado al surgimiento del comercio, por la acumulación de bienes primero como excedentes y después como concentración monopólica u oligopólica de los bienes y productos obtenidos del trabajo directo, del trabajo retribuido y de los excedentes obtenidos por el almacenamiento, la exportación y la venta de dichos bienes y productos.
Sistemas sociales de contingencias
Previamente (Ribes et al., 2008), se habían distinguido varios componentes funcionales en las relaciones de intercambio, entre ellos la producción, la distribución, la apropiación y el consumo. En el caso de la producción, es posible realizar una distinción mínima entre tres modalidades de propiedad que atañen a la misma : una relacionada con la propiedad de la fuerza de trabajo (como propietarios de su propia fuerza de trabajo podemos encontrar los casos de los artesanos en el comunismo primitivo y el feudalismo, de los comerciantes o de los profesionistas liberales en el sistema económico actual) ; otra ligada con la propiedad de los recursos de producción (i.e. la tierra, el agua, los bosques, los minerales) y una última vinculada con la propiedad de los medios de producción (i.e. máquinas, herramientas, instrumentos, infraestructura). Es en este contexto, en que los conceptos tradicionales de cooperación, altruismo y competencia pueden adquirir algún significado funcional real.
La apropiación de la fuerza de trabajo (como mercancía) y de los recursos y medios de producción por parte de algunos individuos determina la operación de los sistemas de intercambio del trabajo social, a la par que los criterios para su retribución lo caracterizan como trabajo altruista, asalariado, explotado, cooperativo o individual (Marx, 1867/1946).
El trabajo también puede estar vinculado a la producción (directa o indirecta) de bienes o a los servicios diversos que involucran retribución a los productos del trabajo, o son parte del entramado que intermedia la apropiación y distribución de bienes y productos por otros distintos a los que los producen. Por ello, debe considerarse como un componente más dentro de una relación de intercambio enmarcada en un sistema económico determinado.
En general, no es posible estudiar las interacciones interindividuales de naturaleza social al margen del sistema histórico-social que caracteriza las funciones institucionales de las relaciones de intercambio, poder y sanción.
Se deben examinar, por lo menos, las relaciones generales , definitorias, de los sistemas económicos de las sociedades de recolectores nómadas (vegetales y carroña) ; de cazadores nómadas ; de recolectores y cazadores sedentarios ; de sedentarios agricultores y criadores ; de comunistas primitivos (en donde surge el trueque y la acumulación primitiva y los clanes y tribus) ; del llamado despotismo oriental (en donde hace su aparición la moneda como sistema de compra-venta) ; del esclavismo (en donde surge la propiedad privada) ; del feudalismo (en donde se intercambia la fuerza de trabajo por servicios del Estado) ; del capitalismo mercantil (en donde surge la burguesía artesanal, el comercio y los bancos) ; del capitalismo industrial (en donde se da la migración de los procesos productivos de las casas o talleres a las fábricas y la sustitución del trabajo manual por el mecanizado) ; del capitalismo monopólico (en donde se da la desaparición del mercado de libre concurrencia y su sustitución por la competencia entre monopolios) ; del capitalismo financiero y corporativo (en donde el dinero mismo se vuelve mercancía y desaparecen los Estados nacionales como locus del poder económico a través de la mal llamada globalización, aparecen las bolsas como sistema de transferencia y apropiación de capital y las calificadoras internacionales de deuda, el dinero deja de tener un valor de cambio y se vuelve un bien en sí mismo, acumulable al infinito) y, por último, del capitalismo del desastre (en donde se opera desde la conmoción provocada por ciertos desastres naturales o económicos para la aprobación de reformas impopulares y la acumulación de riqueza mediante la deuda).
Las relaciones de intercambio características de cada uno de estos sistemas económicos, constituyen el origen histórico de las interacciones interindividuales sociales, aunque su raíz primitiva se remonte a en la supervivencia basada en la reciprocidad y la ayuda mutua en la alimentación y la defensa (Kropotkin, 1902).
La institución económica se fundamenta en la supervivencia ecológica, aunque no se reduce a ella por la naturaleza arbitraria y diferida de las funciones vinculadas con la producción, la distribución, la apropiación y el consumo de los alimentos, vestimentas e instrumentos. El individuo, históricamente, se libera de las necesidades impuestas por su biología y su geografía a través de las relaciones de intercambio de los productos y servicios de beneficio recíproco que permite la división social del trabajo. Sin embargo, en formas paralelas, esa libertad se restringe por las necesidades que crea la convivencia en los sistemas de intercambio cada vez más complejos y diferenciados.
El hombre crea contingencias que, a pesar de su circunstancialidad social, son más poderosas en lo funcional que las contingencias derivadas de las necesidades físicas y biológicas. La normatividad tácita o expresa del ambiente social representa relaciones de contingencia que, de una manera u otra… subordinan funcionalmente las condicionalidades fisicoquímicas y biológicas a su operatividad. Este desligamiento del ambiente que permiten la convencionalidad y los sistemas reactivos específicos del ser humano, son lo que, a la vez, libera al hombre de las contingencias no sociales, y lo envuelve en otra red de circunstancias y condicionalidades en ocasiones menos flexible, por depender, en gran medida, de las acciones de otros hombres. La historia de las formaciones sociales y la historia de la cultura ilustran este proceso de liberación del hombre respecto de la naturaleza, y su sometimiento a sus semejantes y a las reglas y normas por él creadas (Ribes & López, 1985, pp. 59-60).
La posibilidad de anticipación de la satisfacción de las necesidades propias de la supervivencia mediante la protección y la acumulación derivadas del trabajo de otros, propició el surgimiento de formas de acumulación y protección de las propias funciones involucradas en el intercambio, así como del poder identificado, en forma primigenia, con la capacidad productiva.
La riqueza acumulada primitivamente como alimentos, vestimenta, vivienda e instrumentos, se convirtió en un sistema de apropiación de las funciones individuales y las transformó gradualmente en un sistema aparentemente impersonal, institucional, que reemplazó las contingencias ecológicas primigenias en la forma de contingencias convencionales.
Estas contingencias convencionales, inicialmente concentraron la riqueza, el poder y la sanción, y es mediante la apropiación social de la riqueza, que se consolidó el poder y la sanción como sistemas de relaciones aparentemente autónomos. El poder, en forma de Estado, acaparó y se apropió de la riqueza como producto y fuerza de trabajo así como del poder y la sanción.
Con el surgimiento del Estado, como institución de poder y de sanción, las relaciones de reciprocidad social involucradas en el comunismo primitivo perdieron su simetría y equidad.
La absorción por parte del Estado de todas las funciones sociales, necesariamente favoreció el desarrollo de distintas formas de individualismo. En la medida en que las obligaciones hacia el Estado se incrementaron, los ciudadanos fueron evidentemente relevados de las obligaciones entre ellos mismos (Kropotkin, 1902, p. 139, traducción propia).
La convivencia social, que permitió la libertad de la necesidad biológica elemental, creó entonces la necesidad de la libertad de las asimetrías e inequidades impuestas mediante la coerción y la coacción institucionales en nombre del Estado y la religión, esta última como vínculo con lo trascendental (Kropotkin, 1886).
Histórica y microsistémicamente, se dan diversas formas de institucionalización de las relaciones de intercambio, de poder y de sanción. La función general del poder y de la sanción es restringir en distintos grados la reciprocidad inmediata y directa de las funciones de intercambio, así como sancionar, prohibir y penalizar todas aquellas interacciones que afectan a las relaciones de poder basadas en un determinado sistema de intercambio.
A pesar de que las instituciones que concentran las contingencias de intercambio, de poder y de sanción pueden poseer un grado mayor o menor de diferenciación, por lo general (aunque pueden haber excepciones históricamente episódicas como la confrontación de instituciones), operan con criterios semejantes o simétricos con el fin de preservar, en lo fundamental, el sistema base, las relaciones de intercambio, que cimientan las relaciones de poder y justifican las relaciones de sanción : : “…la misión de todos los gobiernos, monárquico, constitucional o republicano, es proteger y mantener por la fuerza los privilegios de las clases en posesión…” (Kropotkin, 1886, p. 20, traducción propia).
En ciertas instituciones el poder y la sanción son funciones integradas a la riqueza que determina directamente el dominio y el acotamiento del ámbito funcional de las relaciones interindividuales. En ocasiones riqueza y poder van juntos, pero la sanción opera independientemente ; en otras tantas, poder y sanción pueden estar fusionados. En los sistemas parlamentarios capitalistas modernos, las relaciones de poder y de sanción están separadas institucionalmente e intentan modular las relaciones de intercambio, que constituyen un sistema “no formal” que ejerce también relaciones de poder supra-ordinadas a las propias instituciones formales de poder y de sanción.
En lo que respecta a las contingencias de sanción, estas prescriben lo que se autoriza y lo que se prohíbe, y establecen la forma de coerción (como leyes y reglamentos) y de coacción (como acciones concretas) para concretar las distintas penas por transgredirlas.
Las funciones de prescripción corresponden siempre al ámbito de las contingencias de poder, mientras que la determinación de la transgresión o no transgresión y la aplicación de penas corresponden en ocasiones a una institución encargada de la jurisprudencia como los tribunales diversos (Barnes, 1988). La prescripción de lo autorizado y lo prohibido en la forma de leyes y códigos es siempre posterior a su existencia informal como relaciones actuales de poder en cualquier sociedad (Kropotkin, 1886). La jurisprudencia y el derecho se formalizan a partir de las relaciones de poder existentes y constituyen reglas de justificación del poder dominante y su uso y, de manera directa o indirecta, sirven para la protección y conservación del sistema de relaciones de intercambio que sustenta a las instituciones de poder. Ya Maximilien Robespierre, en uno de sus discursos a la Asamblea, durante la Revolución Francesa, expresaba que : “Hasta aquí, el arte de gobernar no ha sido otra cosa que el arte de despojar y dominar a la mayoría en provecho de la minoría, y la legislación, el medio de convertir estos atentados en sistema” (Robespierre, 1793/2005, p. 204).
Problemas a investigar
Todo lo antes expuesto es apenas una muestra de la multiplicidad de variables implicadas en la configuración de las interacciones interindividuales. A fin de acotar el universo de problemas a investigar se proponen a continuación tres grandes tópicos relativos a su análisis desde el paradigma interconductual de la psicología :
El estudio del cambio de las relaciones intra e inter institucionales e institucionales sistémicas.
La estimación del papel del lenguaje como vínculo y fondo de todas las prácticas institucionales.
El desarrollo de una taxonomía de medios de contacto institucionales, y el mapeo del tipo de relaciones de intercambio, poder y sanción que posibilitan.
Respecto al primer punto, el estudio del cambio de las relaciones intra e inter institucionales e institucionales sistémicas debe conceptuarse como cambio en los diversos medios de contacto representados por las formas de obtener la riqueza, ejercer la dominación y acotar justificándola, en el ámbito de aplicación de los criterios que sustentan las relaciones de intercambio y poder involucradas.
El cambio de las relaciones institucionales sistémicas siempre se da por coacción, no por acuerdo, de modo que una minoría en representación de la mayoría, distribuye por la fuerza la riqueza y el poder acumulados por el total del grupo o sociedad, cambiando de manera automática las relaciones de sanción prevalecientes (Kropotkin, 1886).
Una forma de simular este cambio experimentalmente, en el plano de las relaciones interindividuales, es mediante la “destrucción” (informática) de los sistemas de contingencias establecidos, destrucción que debe ser operada por una concurrencia de acciones interindividuales, aislando e impidiendo la operación de dichos sistemas y remplazándolos por otros. Las variables que determinan la coacción concurrente, las opciones de aislamiento o impedimento de operación de los sistemas, así como la forma de generar y elegir opciones de reemplazo son los problemas a estudiar, así como las características prevalecientes o resultantes de la inequidad, la privación, el esfuerzo y la acumulación (por algún tipo de explotación), así como el tiempo de exposición a dichas circunstancias.
El cambio del sistema institucional también puede ocurrir impuesto por coacción o imposición externa. En cualquier caso, el cambio que tiene lugar no es completo, y siempre permanecen relaciones que corresponden al sistema previo como componentes que coexisten con el nuevo sistema.
En lo que toca al cambio de las relaciones contingenciales inter o intra institucionales, estas ocurren de dos maneras, por lo general : 1) por negociación (acuerdo) entre los participantes de dos tipos de relaciones de intercambio y/o de poder en conflicto “local”, y 2) por modificación de las contingencias de prescripción (poder) y de sanción correspondientes como consecuencias de cambios operados en las relaciones de intercambio que las fundamentan.
Finalmente, tenemos el cambio de contingencias a las que se exponen los individuos que participan de un sistema determinado, en todas o en cada una de los tres tipos de instituciones generales. En todos los cambios de exposición opera una actualización categorial de los medios de contacto posibles. Cuando se actualiza un medio de contacto macromolar como sistema general de contingencias, se trata de un caso de disidencia o subversión, dependiendo de si se realiza en la forma de separación y de negociación de opciones equivalentes a otras (i.e. persuasión política), o si se da un enfrentamiento coactivo respecto del sistema. Cuando se trata de la actualización de componentes micromolares del sistema, como componentes institucionales relacionados o separados, tiene lugar como un acto de libertad dentro del (y no frente al) sistema y se relaciona directamente con lo analizado en otros lugares como ajuste macrocontingencial (Ribes, 1993 ; Ribes, Díaz-González, Rodríguez y Landa, 1986).
A propósito del segundo punto, el lenguaje como el vínculo y el fondo de las prácticas institucionales, cabe aducir que no se pueden dar relaciones de intercambio que involucren trabajo especializado y división social del trabajo, ni diferenciación del intercambio y consumo de los productos del trabajo y los servicios involucrados, sin la mediación del lenguaje en las relaciones interindividuales (Lull y Micó, 2007 ; Ribes, 2001 ; 2010b ; Ribes et al., 2008 ; Weiss, 1926 ; Wittgenstein, 1953). Mucho menos se puede pensar en el desarrollo y ejercicio de relaciones de poder y de sanción al margen del lenguaje. No hay instituciones sin lenguaje, por lo que las funciones institucionales que fundamenta y en las que participa el lenguaje como acción práctica deben ser diferenciales y específicas a las funciones institucionales involucradas. Esto significa que el análisis de las funciones lingüísticas debe diferenciarse en cada uno de los tres tipos principales de sistemas institucionales. Mientras que en las relaciones de poder y de sanción el lenguaje se concreta en códigos implícitos o explícitos de tipo indicativo, coercitivo y/o coactivo, en las relaciones de intercambio aparece como acompañante descriptivo y propositivo de una gran diversidad de transacciones, entre ellas los acuerdos, las estipulaciones, las inducciones, las instrucciones, las comparaciones y otras más.
En el análisis del entramado lingüístico de las relaciones interindividuales institucionales es fundamental identificar su ubicación temporal en los episodios, sus modificaciones y transformaciones, así como los efectos que las preceden y que las siguen. Dado que la separación entre contingencias de intercambio, de poder y de sanción es de naturaleza analítica, pueden tener lugar funciones lingüísticas de los tres tipos en un episodio determinado, dependiendo de las circunstancias auspiciadas por el sistema de relaciones o contingencias.
En lo que toca al tercer punto, el desarrollo de una taxonomía de medios de contacto institucionales y el mapeo de los diversos tipos de relaciones contingenciales, es un requerimiento lógico para la investigación. Como se ha aclarado antes (Ribes y Pérez, 2012) nunca está en potencia un solo medio de contacto, aunque sólo uno esté actualizado en un momento determinado. De igual manera, no hay medios de contacto “puros”, con límites bien definidos : los límites son borrosos vertical, diagonal y horizontalmente, así como las relaciones que se establecen entre ellos, directas o indirectas (intermediadas).
Previamente (Ribes, et al., 2008) se intentó sistematizar distintas relaciones o componentes involucrados en las contingencias de intercambio, poder y sanción. Sin embargo, dicho análisis requiere ser complementado en dos niveles distintos, pero complementarios. Por una parte, se requiere una identificación y descripción de los grandes sistemas de relaciones sociales constituidos por las formaciones histórico-sociales ya desarrolladas y por aquellas que constituyen utopías tanto “positivas” (i.e. comunismo, el estado general del bienestar, el socialismo, etc.) como “negativas” (i.e. la dictadura de los financieros). En este escrito destacamos ya algunos sistemas históricos.
Estos sistemas son los que determinan el significado funcional de las diversas relaciones interindividuales bajo contingencias de poder, de intercambio y de sanción. Sin el marco de referencia de los sistemas generales, las instituciones diversas carecen de significado funcional ; tampoco se puede determinar sin estos la organización institucional de las contingencias involucradas y la cualidad de los episodios interindividuales que pueden tener lugar. El otro nivel tiene que detallar los distintos componentes contenidos en las diversas relaciones institucionales caracterizando sus límites, sus convergencias y sus determinaciones y transformaciones recíprocas, actuales y posibles. Sin este análisis, términos como cooperación, altruismo, competencia, generosidad, explotación y otros más, no tienen sentido, pues harían referencia a universales inexistentes.
El mapeo de los componentes contingenciales en cada sistema global permitiría trazar las diversas formas de incorporación del medio de contacto ecológico por el medio de contacto convencional, así como examinar las relaciones interindividuales como fenómenos condicionados por variables supra-ordinadas al ámbito de la psicología. A su vez, la cultura se puede analizar como el fondo enlazado por las contingencias institucionales sistémicas en la forma de contingencias extendidas. Las contingencias extendidas modulan las prácticas culturales y las creencias (criterios de aceptación de las propias contingencias) como prolongaciones articuladas de las contingencias institucionales de intercambio, poder y sanción. Sin embargo, con el tiempo, las contingencias extendidas pueden (y usualmente lo hacen) volverse autónomas de las contingencias originales que les dieron lugar, y regular porciones significativas del comportamiento interindividual al margen de su compatibilidad o incompatibilidad con las nuevas contingencias institucionales dominantes. Por esa razón, pueden convertirse en catalizadores o bloqueadores de los cambios institucionales en diversos niveles.
A lo largo del presente texto se han intentado destacar algunas cuestiones fundamentales concernientes al análisis de las interacciones interindividuales desde una perspectiva interconductual, mismas que pueden resumirse en los siguientes puntos :
La importancia de la capacidad en el componente productivo, y la necesidad de distinguir entre recursos y medios de producción respecto de la fuerza de trabajo.
La importancia de las relaciones de reciprocidad en el medio ecológico, que sustentan las relaciones de intercambio y de poder como retribución y coacción.
La relevancia de explicitar los medios de contacto institucionales como sistemas generales, como instituciones y como componentes funcionales de diversos tipos de relaciones contingenciales.
La necesidad de explicitar y examinar el papel del lenguaje como elemento de los medios de contacto y de las acciones prácticas institucionales.
La importancia de plantear transiciones entre sistemas y de los cambios entre e intra institucionales.
La necesidad de mapear todos los campos contingenciales que se delimitan a partir del o de los medios de contacto generales e institucionales.
A los puntos antes enlistados, se añade una última cuestión fundamental que escapa de los propósitos del presente escrito y que reside en la empresa de ubicar la presencia de las distintas funciones psicológicas propuestas en la taxonomía de Ribes y López (1985) en los diversos episodios de interacciones interindividuales configurados según las directrices que aquí constan.
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