N°20 / Les nouvelles idéologies Janvier 2012

Imaginarios de la integración política: la dimensión performativa y representacional

Luis H. Gómez Ordóñez

Résumé

El presente ensayo consiste en una lectura crítica del concepto de “integración” en la esfera de la política y las relaciones internacionales, su carácter marcadamente mercadocentrico –donde la economía, y el mercado en particular son lo central- y como a partir de ello se ejerce las formas más primarias de negación de lo político, en un concepto que con justicia debiera referir a las relaciones entre poblaciones y no a las abstracciones de orden económico que se utilizan para someterlas a la “unicidad desterritorializadas” del mercado y las lógicas de integración que este impone en la teoría y en lo cotidiano a las/os actores.

This essay is a critical reading of the concept of "integration" in the field of politics and international relations, its markedly market-centered, where the economy and the market in particular are the central issue, and as from this is exerts primary forms of denial of politics, in a concept that justice should refer to the relationship between populations and not to the economic order of abstractions that are used for submission to the "uniqueness deterritorialized" market and the logic of integration it imposes on the theory and the everyday to the players.

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Introduccion

Mucho se ha disertado ya sobre tratados1, acuerdos, normativas y cumbres entre dignatarios que las actas y noticias hacen celebres o al menos trascendentes en la inmediatez de lo cotidiano para quienes asisten como espectadores de la escena de la integración en el teatro de lo posible que es lo político. Es pues, menesterosa la labor que remite a pensar en quienes desde la butaca -y no desde la palestra- admiran el espectáculo, pues son, si se permiten las licencias de lo lírico, parte y arte del cuadro, pues el sentido de quien en las tablas se posiciona pasa por ellos, no en la complacencia y pasividad que se puede asumir de quien admira y se encuentra subsumido en una posición contemplativa ante lo acaece, como si el tiempo y los acontecimientos fueran parte del lugar común llamado devenir, ora de la integración, del Estado-nación en este horizonte tan caprichoso que es la imaginación, algunas veces presta a la representación en lo legal –ya enunciado- o en la imaginario enunciable en las Representaciones Sociales, en la semántica de los discursos o en el trasfondo de las prácticas comunes (antes denominadas cotidianas).

La noción de integración

Siguiendo a Guerra-Borges2 (2002) es preciso iniciar por lo semántico como aspecto latente en la trama de esa escena antes nombrada como la “integración”, que por ser derivación del verbo “integrar” confluye en el radical latino “integrare”, que en su significación alude a; a formar partes de un todo, completar las que faltaban, entrar a formar parte de una asociación o un grupo, la acepción económica que bien captan Nye (1964), Balassa (1964) y Guerra-Borges (2002) se refiere a esta como un proceso continuo de eliminación de trabas y discriminaciones entre Estados o unidades territoriales, en el aspecto fisiológico y psicológico implica asimilación en el cuerpo o la mente, última que anuncia el carácter tautológico de lo hasta ahora descrito, pues si bien el vocablo es vasto en cuanto a las formas de manifestarse en el entramado de imaginarios y saberes humanos, no lo es lo suficiente para librarse de los filtros lógicos que lo atrapan en la mente, subconsciente de la escena, donde en su calidad latente figuran la confluencia de las partes análogas, anónimas (in)completas de ese todo, que puede ser esta obra como bosquejo de la totalidad inalcanzable, de la realidad que se (re) crea ante la mirada constreñida en las fronteras del tiempo y el espacio, y por tanto parte de la universalidad infinita, dicho sea esto conociendo la tautología antes mencionada y ahora ejemplificada.

Descripción somera de la obra, pues hasta el momento solo se ha remitido a los actores, a quienes en las butacas y platea se encuentran, pero con el rol claro de ser espectadores al menos momentáneamente, mientras el concepto es parte provisional del epígrafe del con-texto, que hasta ahora ha prescindido mayores características sobre el entramado, que es pues lo legal, lo normativo que algunas veces puede ser tan monolítico y enfático como pretendió alguna deidad al escribir sobre la roca aquello que para los mortales será mandato, o bien tan pantanosa como la hermenéutica en la interpretación de algunas normas del derecho internacional tendientes a la paz, pero usadas para justificar el bélico actuar de una parte en ese entramado en el cual en este instante se subsume la política, al menos por esta escena tanto autor como espectador son traicionados por el inconsciente, que ahora no discierne en cuanto a las renegaciones del momento político del drama en lo representado, pues este puede ser entendido acorde el planteamiento de Zizek (2001:206) desde a ultra políticaque recurre al modelo de confrontación bélica: la política es concebida como una forma de guerra social como la relación con ello, con un enemigo.” (Ibíd.) En el drama la imagen sobre la que se fija la atención, es pues, la del enemigo, quién, claramente es el “otro”, aquel elemento exógeno no integrado, que ahora funge como ente patógeno que debe ser presa del arsenal bélico y discursivo tendiente a (des)integrarlo, pues la forma en que este se integra es de ante mano coaccionada, y por tanto disolutoría del orden y disposiciones autónomas  que se puedan tomar.

Telón de fondo de una transición conceptual

A su vez la arquepolítica “prefiere remitirse al modelo médico: la sociedad es un cuerpo corporativo, un organismo; las divisiones sociales son como enfermedades de ese organismo: aquello con lo que debemos luchar, nuestro enemigo, es un intruso canceroso, una peste, un parasito extraño que hay que exterminar para restablecer la salud del cuerpo social.” (ibíd.) Lo cual haría de la escena de la integración un juego des espejos, puesto que la supresión de las división sociales, y las diferencias constitutivas de los actores en fungen aparecen en el proceso de homologación, tienden a homogenizar y a disolver a los actores, pues sus características y excepcionalidad son distorsiones que se pierden en el reflejo de lo que alguna vez fuera voluntad de integración, en tanto sujetos (sociales y colectivos), partes desiguales que conforman la totalidad a integrar.   

Mientras la parapolíticautiliza el modelo de la competencia agonista con algunas reglas aceptadas en común, como un encuentro deportivo.” (ibíd.) La renegación de lo político en este caso opaca lo posible en el imaginario de la integración, pues de entrada estarían dadas las normativas y formas de integrarse, presuponiendo la exigencia de competir contra otros bloques que desarrollan procesos de integración, desconociendo las asimetrías y los contextos donde esta se da, la política y los procesos de integración desterritorializados en la abstracción y lógica que los agota, y finalmente (des)integra.

Lo último guarda intrínseca relación con la metapolítica, pues esta “se basa en el modelo del procedimiento instrumental científico-tecnológico (…)” (ibíd.) el cual puede generar lógicas de integración donde lo territorial y contextual sean elementos instrumentalmente prescindibles, pues la presupuesta y advenida racionalidad como ideal de la cosa, desplaza del núcleo y la periferia3 cualquier elemento que no le sea derivado o subordinado, ello permitiría comprender algunos de los silencios estructurantes de la escena de la integración en este teatro de lo político donde social y la cultura asisten como espectadores y son acaso aludidos a la trama pues son reflejo de la económica dinámica o de los dramas de lo político.

Aspecto ulterior que ahora, en la modernidad que llaman algunos posmodernidad4 se manifiesta  en la pospolítica la cual “involucra el modelo de la negociación comercial y la transacción estratégica.” (ibíd.) Esta funge como sentencia de defunción de lo político, del horizonte de la imaginación que lo recrea en la escena de la integración, queda entonces el epilogo lapidario de la política posmoderna5, que (mal)entenderá la transmutación de dos elementos de la política de integración -como lo son el comercio y la estrategia- por la trasuntación de lo político en transacción.

La dimensión metafórica en política

Transición conceptual y escénica, en la que ahora después de cerrado el telón, se escuchan voces, rumores de lo venidero en las tablas mientras dos sombras comienzan el dialogo mudo de lo (re)presentado como integración, perdido antes en el éxtasis del intercambio, registro raso, memoria de lo efímero en la cual se desintegro el acto en renegaciones del momento político.

Una lectura del guión, de las narrativas de la integración y de los pioneros esfuerzos para conceptualizarla tanto en tiempo como en espacio remitiría a los estadios de Balassa6 (1964) y a las elaboraciones de Nye (1964), estas como se consigna en el pie de pagina, elaboradas en tanto una comprensión más vasta del entramado performativo de los actores, el cual en algunos momentos forma parte del con-texto acto.

Acaso, resulta omisible del guión el interludio, si desde el lugar imaginado donde este tratado de lo actuable, se escribe obviando que durante la transición arriba mencionada la integración aparece como espectro más allá de la renegación del momento político, pues sin duda trasciende cualquier pretensión que la circunscriba en la exclusividad perversa de una noción de lo político particular. Sin embargo esta rebuscada alocución a los espectros de lo político debe ser precisa en cuanto a pregunta de interludio, pues con cierto agravio la violencia de las (re)negaciones de lo político se impone, agrade con la hegemonía de una concepción unipolar y monopolística del verbo y el acto de integrar (se), ¿Qué queda entonces de la esperanza de quien admira tan confuso espectáculo? ¿Qué queda de las promesas de una noción de integración como legado de las escenas celebres que consigna la historia de Latinoamérica7? ¿Acaso esta noción sencillamente ha sido (des)integrada por influjo de la lógica y procesos de la globalización8? Y quizá por ello ha de ser necesario pensarla como un espectro, como una sombra, el recuerdo la referencia histórica de ese dialogo mudo visto antes.

Y puede, con intensiones más clínicas interrogar a Balassa (1964), preguntarse, preguntarle a su texto, si ciertamente su planteamiento no abre el telón para citar el epílogo de la obra, si como se ha señalado su carácter es predominantemente economicista, acaso no como una mera acotación instrumental, sino como la primera renegación del momento político pensando en la escena de la integración, ¿Pero acaso, esta renegación primordial de lo político en la noción conceptual de Balassa (1964) es ocaso? ¿Y si fuera prefacio de venideras formas de aprehender el concepto y proceso en lo metapolítico? ¿Es quizás la metapolítica el único horizonte donde resulta concebible? ¿O es el primero donde debe ser concebida la integración? Pues, como se ha visto en las formas de narrar la historia política del siglo que precede al actual, las voluntades no son garantías suficientes. Y por ello el carácter síntomal de esta lectura, remite a ese desplazamiento de político a lo económico, y deja como ese resquicio que en la sombra del teatro se llamará espectro, pues la integración ahora no es promesa u horizonte para guiar las acciones, es sencillamente en este triste canje de gestos que es la escena, instrumento mesurable, discurso tangible en legislaciones o prácticas institucionales, no momento u estadio.

Y puede continuarse con las intensiones de agotar la metáfora tantas veces aludida e interrogarle más allá del substrato del guión sobre la positivación de la lógica del derecho, tema ahora no pertinente, pues como se ha visto, la institucionalidad y perspectiva que se tienen en la integración siguen raudamente, al menos respecto a aspectos procedimentales y organizativos lo planteado desde este lugar de enunciación de lo posible, o mejor dicho de lo positivo, realizable, factible como encargo encomiable de las formas de estructuración del mundo integrado.

Y en este ejercicio, de orden más reflexivo e imaginativo es por tanto urgente la interrogación sobre esos horizontes metafóricos de la integración, que si bien no son materia o contenido explicita en las discusiones sobre está temática, sin embargo no es algo de lo pues se pueda prescindir si quiere comprender la dimensión implícita de las nociones del concepto, variadas las mismas según latitudes, ideologías y formas de concebir como actor en lo político9.

Y dándole continuidad a lo anteriormente planteado se podría asumir que esa dimensión metafórica, ese correlato, ha sido contemplado en la retórica de los actores políticos, en los antecedentes de la integración como proyecto para América Latina, pero, de asumirse esta labor como acabada, ¿entonces no estaría limitándose el horizonte mismo del tropo en la integración?, o se estaría prescindiendo del análisis sobre las relaciones del discurso y las prácticas asumidas históricamente al respecto, que desde luego merecen una detallada revisión, ya iniciada por algunos estudiosos10, sin embargo ese horizonte, para imaginar la integración pareciera en los discursos actuales confundirse de forma redundante en la cotidianidad con los del libre comercio, o los proyectos de integración –si así se les puede llamar- de índole mercadocentrista, y es que quizás la música de la orquesta es esta para algunos actores, y desde luego no resulta para nada desdeñoso caer en la concepción del mercado como sociedad perfecta e integrada, donde en su unicidad desterritorializada la diferencia se diluye y se rearticula en función de las ficciones del imaginado equilibrio en las interacciones entre las partes, no naciones (Nación-estado11), no sujetos o ciudadanos, pues o la abstracción legal de en alusión para tanto incluir como obviar entes u aspectos.

La cuestión del Estado-nación y de lo supra-nacional

Y por ello en esta inacabable discusión de quien desde la butaca trata de establecer una suerte de dialogo con quien actúa, pues el giro narrativo de la trama lo requiere y el monologo de ideas que tiene lo exige, es necesario anotar que  el Estado-nación es un entorno “privilegiado para que se desarrolle la tendencia totalitaria de la modernidad” (Castany-Prado,2006), pero acaso este ubicación primordial para iniciar la conceptualización sobre Estado-nación, no sirve después como acuse de recibido, de la denuncia sobre el proyecto totalitario de la ilustración en el Estado y su respectiva organización, las fronteras de este en su sentido implícito y explicito, pero ahora consignadas a la temporalidad difusa de la modernidad, la cual según algunos ha perecido, y ahora habrá de llamarse posmodernidad, y por ello el Estado-nación como instancia asociada ha de pasar a ser presa de esta (pseudo)episteme y a ser leído desde ahí, obviando cualquier exceso contingente en el significante del Estado-nación, en relación o los correlatos culturales, sociales y formas de subjetivación que remiten a lo identitario.

Posible resulta conjeturar que algunas perspectivas de la integración también parecen tener un devaneo con el posnacionalismo, dicho esto se pueden diferenciar tendencias y discursos tanto en intenciones como en procedencia, pues es tentador –cuando no un poco ingenuo de parte del autor- separar las tendencias de la integración que presuponen la vigencia del Estado-nación de aquellas que podrían clasificarse como posnacionales a nivel interpretativo, pues para estás ultimas es preciso trascender esas fronteras espaciales y temporales12 del Estado-nación. Ahora, bien siguiendo el orden del discurso que obliga a realizar distinciones se debe acotar que “el posnacionalismo se constituirá en dos momentos: uno destructivo, que trataría de desmantelar las cosmovisión nacionalista, en particular, y el fundamentalismo filosófico, en general, y otro constructivo, más diversificado y endeble, en el que se propondrían alternativas teóricas, políticas y estéticas de corte posnacional” (Castany-Prado, 2006), ahora bien si la precisión ha sido clara, es posible identificar en esta especial acentuación la necesidad de desplazar el Estado-nación en la primera, y en la segunda de de convertirlo en objeto sublime –o sublimado- en los imaginarios sociales para (re) presentarlo a nivel teórico, político y estético, y por ello de forma influyente en las formas en que las personas construyen sus representaciones sociales del fenómeno.

Subyace, entonces la pregunta; ¿acaso este desmantelamiento de la cosmovisión nacionalista no es contingente a lógica misma de los proceso de mundialización, transnacionalización, la globalización, o al menos atribuible a la tendencia dominante en esta última? Han de ser pues las fronteras como telones transparentes o aparentes en la escena de lo político, ha reconocerse el carácter fragmentario, difuso y desterritorializado13 de la transnacionalización de lo económico ejemplificado en las finanzas, y en el influjo cada vez mayor de esto en lo político, pues ha de presuponerse el carácter global, de una totalidad tendiente a integrarse en la lógica globalizatoria14.

Sin embargo, ya sea que lo nacional se desplace en o se sublime, aún no sale del teatro de lo político, pero si quizás de la escena de la integración si el Estado-nación no tiene vigencia, pues lo supranacional –y principios derivados- no tiene substrato alguno, mas habría que hacer la salvedad sobre aquellas tendencias posnacionalistas, pues tanto en el fondo como en la forma queda la duda; ¿es posible pensar en integración, si el Estado-nación como parte del proceso no tiene vigencia, se encuentra en clara decadencia? ¿Entonces que partes se integran? ¿Se puede a esto llamar integración? Problema lingüístico y pragmático para enunciar el posnacionalismo, pero bien podría asumir alguno que el Estado-nación perece ante la consolidación de instancias que tienen más poder que este en la esfera política e identitaria, caso, por ejemplo de la Unión Europea (UE), de la ciudadanía europea, sin embargo no se considera el carácter supranacional de UE, de los vínculos orgánicos que tienen los ciudadanos con sus países de origen, pues estos ultimo funcionan al menos en ese nivel como mediadores “evanescentes”, en el proceso de abstracción de la identidad de cada individuo15.

Es necesario aclarar que lo “Supranacional es la norma o la institución creada por acuerdo entre Estados nacionales que transfieren de manera voluntaria y libre, parcelas de soberanía o competencias, por lo que la norma creada tiene rango superior o primario a la legislación interna” (Delgado, 2006:96), lo cual tiene un carácter especifico en cuanto a su aplicación, y por ello es respetuoso de la soberanía de los Estados, aclaración realizada para evitar caer en lamentables confusiones en cuanto a la soberanía, más aún, si por venir en este drama el eco del nacionalismo, ora como fenómeno en fase crónica si lo posnacional se posiciona redentoramente como salida entre tantas confusiones, fronteras y diferencias, que tanto se pueden negar como subsumir en la vorágine de aquello que pretende abarcarlos.

Una ideología de la integración

Agotada esta la metáfora de la escena de la integración, y urge del impasse, aunque sea, sólo performativo en los actores, para dejar de fingirse en esa duda que invita a la especulación y da razón de ser a este texto, que finalmente pregunta a quien lo lee, o se asume como espectador de la obra sobre el nacionalismo como parte de esa nación imaginada en la escena de la integración. Y pues nuevamente recurrente la necesidad de pensarlo no únicamente como “categoría política” (Sandoval,2003), pues la referencia debería incluir aspectos como la identidad nacional16 de manera tal que permitan comprender el proceso de construcción de la nación a partir de su dimensión representacional, aspecto de medular comprensión para la escena de la integración, pues la intensión de concebirla dentro del teatro de lo político ha tenido la intensión de darle algún lugar a lo performativo y a lo metafórico dentro de las conceptualizaciones propias a todo el proceso de la integración, sus elementos implícitos, el nacionalismo, el posnacionalismo y de esta forma dar cuenta de una discusión tendiente a potenciar otras, considerando el hecho de que sería recomendable tener en cuenta el correlato representacional, ello en clara alusión a las Representaciones Sociales pues estas tienen una doble función “hacer que lo extraño resulte familiar y lo invisible perceptible” (Farr, 1986:503), aspecto importante si se quiere que la integración sea un proceso cada vez más incluyente, en cuanto a colectividades y ciudadanos, pues estos (con)forman la nación, recuérdese que esta como institución requiere de esa dimensión representativa, y se construye a través de ella17, pues de esta no sólo se deriva el nacionalismo como ideología (Billig, 1993), como cierre del telón del ensayo de esta escena es necesario considerar que la representación permite dimensionar el horizonte de la integración.

1  No obstante no lo suficiente aún para poder hacer de ello un ejercicio prescindible.

2  En el capitulo V de su obra; Globalización e integración en Latinoamérica, el comienza con un ejercicio donde ahonda en las relaciones entre la semántica y la economía en torno a la regionalización y las regiones.

3  Del concepto, noción y Representación Social de la Integración de la integración (proceso de integración).

4  Para una reflexión sobre el tema de las modernidades de la posmodernidad ver el ensayo de García (2006) o la forma en que Rojas (2003) rastrea los linajes discursivos y epistemológicos del discurso posmoderno.

5  Y de “la sociabilidad posmoderna -que- no pretende ser conservadora, pero es escéptica en cuanto a las posibilidades de cambio en las sociedades capitalistas” (García, 2006 :11). Queda pues el óbito de la moral de la resignación en cuanto a lo político.

6  Para este autor la integración es comprensible a través de categorías como la (I) Zona de libre comercio, (II) Unión aduanera, (III) Mercado común, (IV) Unión económica, (V) Integración económica (VI) y finalmente la integración total, desde luego en esta concepción se premia el correlato económico con respecto a cualquier otro. Mientras Nye (1964) concibe categorías la Integración económica (en esta incluye las ulteriores mencionadas por Balassa), Integración social y la integración política.

7  La historia en tanto registro de esos momentos de lo político, permite traer a colación las referencias a la integración centroamericana, la corte centroamericana de justicia –a principios del siglo XX-, el influjo de los procesos de la ALALC –posteriormente ALADI-, que como memorias permiten identificar como parte de este ejerció de la historia ideas y nociones claras sobre la integración que inclusive pueden rastrearse en la referencia que por alusión necesaria se ven el pensamiento de Martí, o de Bolívar.

8  Es preciso acotar que“(…) lo que suele llamarse globalización se presenta como un conjunto de procesos de homogenización y, a la vez, de fraccionamiento articulado del mundo, que reordenan las diferencias y las desigualdades sin suprimirlas.” (García, 1999 :48-49).

9  Por ello resulta preocupante en la revisión que se hace encontrarse, con el hecho de que la noción sobre el concepto de la integración que se tiene en Centroamérica tenga una acentuación en la que la dimensión económica es premiada a nivel de opinión pública y de construcción de imaginarios sociales para la región. Lo anteriormente acotado alude a los resultados de un informe de CID-Gallup (2002) intitulado ; “La integración centroamericana” en donde al consultársele a los entrevistados estos (as) asociaron la definición en 70 % con el aspecto comercial, ello en el caso de muestra de lideres (docentes, políticos, periodistas. Ejecutivos del alto rango y empresarios).

10  Puede verse una referencia misma en el estudio de Delgado (2006) o las discusiones que se tuvieron en el seminario internacional “Globalización e integración continental” las cuales han sido compiladas por Cuevas y Delgado (2001).

11  Pareciera abandonarse la concepción de “las naciones como escenarios multideterminados, donde diversos sistemas simbólicos se intersectan e interpenetran” (García, 1993), desde luego este desplazamiento podría verse puede leerse en el posnacionalismo como “teorías, propuestas y prácticas filosóficas, políticas o artísticas que tratan de desmantelar y/o trascender el nacionalismo desde diversos lugares ideológicos y con diversos resultados” (Castany-Prado, 2006).

12  Carlos Sandoval (2003) recatara este planteamiento en el “Cronotopos” –concepto de Mijail Bajtín- presente en su obra : “Otros amenazantes” sobre las identidades nacionales y el nacionalismo.

13  Desde luego la aseveración de lo desterritorialización, así como la inmediatez que presupone la transnacionalización han de ser refutadas pues las interacciones e interrelaciones siempre se dan en un con-texto, la disolución del espacio y el tiempo es posible sólo si esta se aprecia desde “la virtualidad de lo real”, de ella el ejemplo típico de las crisis en las finanzas, que pueden rastrearse en sus centros, en los lugares donde la producción se centra o por donde se moviliza el comercio, aspectos únicamente prescindibles si cree en el resplandor de las pantallas de ordenador que en el destello de un circuito lo hace parecer inmediato y desubicado.

14  Ya son bastante conocidas las referencias al carácter mercadocentrista de algunas perspectivas en la globalización, las cuales tienden a omitir en el discurso de la integración aspectos socioculturales e identitarios.

15  Ello es apreciable en “la paradoja moderna de la individualización a través de la identificación secundaria. En un principio, el sujeto está inmerso en la forma de vida particular en la cual nació (la familia, la comunidad local); el único modo de apartarse de su comunidad "orgánica" primordial, de romper los vínculos con ella y afirmarse como un "individuo autónomo" es cambiar su lealtad fundamental, reconocer la sustancia de su ser en otra comunidad, secundaria, que es a un tiempo universal y "artificial”, no "espontánea" sino "mediada", sostenida por la actividad de sujetos libres independientes. Así, hallamos la comunidad local versus la nación (…)” (Zizek, 2005 :165).

16  Radcliffe, Sallie y Westwood (citados por Sandoval, 2003 :5) afirman que esta ; “puede ser vista como una categoría más amplía y multidimensional que nacionalismo, pues la identidad nacional puede existir entre sujetos(colectiva e individualmente) sin que haya un proceso de movilización alrededor de una meta definida”

17  Para Licata (2003) la representación social es un elemento constitutivo en la formación de la nación y por ello su comprensión no sólo contribuye a dimensionar a la nación sino también la construcción de identidades nacionales y actitudes sobre aspectos como la integración misma.

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