N°20 / Les nouvelles idéologies Janvier 2012

Carácter propositivo de las ideologías en América Latina

Hugo Adrián Morales, Marina Cuello Pagnone

Résumé

Se intenta una aproximación, desde la Psicología Política, a la discusión de los sistemas de dominación que pueden generar la no comprensión del impacto de las ideologías en los procesos de subjetivación, condicionamientos, refuerzos, frustraciones, identificaciones -e incluso, alienaciones- en Latinoamérica y en particular en Argentina. Se analiza la multiplicidad de facetas que puede adquirir la ideología política en los procesos de segregación, fragmentación, disociación o en algunos casos la conformación de una identidad de clase. A partir de esto, se vislumbra una nueva posibilidad, la de replantear una nueva Psicología que vaya de la mano de los cambios políticos que se están gestando en América Latina.

An approach is attempted, from Political Psychology, to discussion of systems of domination that can generate a lack of understanding of the impact of ideologies in the process of subjectivation, conditioning, reinforcement, frustrations, identifications –even alienations- in Latin America and particularly in Argentina. The paper examines the many facets that can acquire the political ideology in class segregation, fragmentation, dissociation processes, or –in same cases- in the formation of class identity. Based on this, is possible to foresee a new opportunity to rethink a new Psychology, that goes hand to hand with the political changes that are being developed in Latin America.

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Hay una gran tarea por delante si pretendemos que la psicología Latinoamericana realice un aporte significativo a la Psicología Universal y, sobre todo, a la historia de nuestros pueblos. A  la luz de la situación actual de opresión y fe, de represión y solidaridad, de fatalismo y de luchas que caracterizan a nuestros pueblos, esa tarea debe ser la de una Psicología de la liberación. Pero una Psicología de la liberación requiere primero una liberación previa de la Psicología, y esa liberación solo viene de la mano con una praxis comprometida con los sufrimientos y esperanzas de los pueblos latinoamericanos. (Baró, 1987)

Desde el campo de la salud mental aún no se ha dado cabal importancia al impacto que generan las ideologías en los procesos de subjetivación. Esta carencia teórica posiblemente esté asentada también en un componente ideológico, que condiciona la forma de interpretar y/o abordar las problemáticas de una sociedad. Sin embargo, si entendemos que el sujeto es un sujeto social, entonces las ideologías políticas serían un interesante objeto de estudio desde estas disciplinas.

La ausencia de una real importancia del impacto que generan las ideologías, para la mantención de un status Quo, es propicio saber que no es mera casualidad, un ejemplo claro, es que si de algo puede acusarse a la formación en las mayorías de la carreras Universitarias de Psicología de nuestro país, es la voluntaria omisión de autores que hablan y practican una Psicología enraizada con nuestra identidad nacional y regional. Esto denominado por algunos autores como colonialismo intelectual, que no solo se constituye en la formación de Psicólogos, es claramente una posición ideológica.

Ahondar en el concepto de ideología implica un posicionamiento ideológico en sí; pero enmarcar esta concepción dentro de una posible intencionalidad, de ciertos intereses, seguramente va en detrimento de esta “ciencia de las ideas”. Sin embargo, si trazamos un paralelismo encontraremos más de un punto de encuentro entre los conceptos de ideología e intereses.

Para una aproximación al concepto, es necesario plantear ciertos lineamientos, si bien no será nuestro análisis desarrollar el concepto, seguramente que bien será trabajado en otros artículos, si es necesario esbozar dentro de que planteamientos se enmarcara nuestro trabajo.

Un vistazo histórico in situ

La visión de la ideología se gesta a partir del Renacimiento. Anteriormente, en la Edad Media en occidente, no se construían ideologías ya que el orden social era percibido como inmutable, signado por la imposibilidad de crear gobiernos a voluntad. Fue recién a partir del Renacimiento que se deduce que si el pasado había sido diferente, el futuro también podría llegar a serlo. Las ideologías surgen en este marco como una forma de cambio social, al tiempo que una nueva forma de interpretar el mundo. Las ideologías políticas creyeron haber descubierto la manera de comprender, interpretar, y modificar el desarrollo de las sociedades (Ferla, 1974).

El término “ideología” fue acuñado en 1796 por el filósofo Antoine Destutt de Tracy (1774-1836) quien le dio el sentido de “ciencia de las ideas”. Bajo las influencias de Marx y Engels, esta concepción perdió su carácter de entelequia. Si bien ellos concebían a la ideología como un conjunto de doctrinas, preceptos, representaciones y valores de la clase dominante, que impone su visión del mundo y sus intereses de clase; con esta lectura se logró desmitificar la noción de una ideología pura, una abstracción sólo capaz de interpretar, analizar, comprender, pero ajena a cualquier orientación destinada a una acción.

En este marco de ideologías pretendidamente asépticas, Latinoamérica quedó expuesta a corrientes foráneas, muy ajenas a nuestra realidad social, que bajo preceptos como la “teoría del derrame” u otros tantos, ofrecieron marcos proféticos de lectura de los acontecimientos sociales que sólo imposibilitaron generar una ideología propia de nuestra realidad y propositiva de nuestros objetivos. Por tal motivo, Martín Baró sostiene (1983; en Mora, 2002), que la acción humana debe ser analizada en cuanto ideológica y vinculada a intereses de clase. Esta clase de análisis permitiría que los sujetos tomaran conciencia de esos determinismos y pudieran asumirlos (aceptarlos, rechazarlos), logrando una praxis consecuente.

Entonces una ideología podría entenderse, como la prefiguración de una sociedad futura en pos de la cual se expresa un conjunto de objetivos e intereses con los correspondientes medios para alcanzarlos, pero también las ideologías además de construcciones conceptuales que tanto se refieren los intelectuales, y que talvez allí radiquen las causas de sus innumerables conflictos, puede decirse que moldea la realidad dialécticamente, como así también lo hace con los individuos, que los coloca en un determinado orden social, a partir del cual pueden descifrarla.

De la forma que la concebimos , las ideologías cumplen entonces, una función importantísima en la vida de las personas, pues son las que le dicen lo que es, lo que existe, quienes son ellos, como es el mundo y como es la relación entre ellos y el mundo. Las ideologías proporcionan a las personas diferentes tipos y cantidades de identidad, de confianza, de conocimientos para la vida diaria, les indican que es posible, y les muestra cuales son los niveles aceptables para sus aspiraciones, así como les otorgan diferentes tipos y cantidades de ambición. Ellas también deciden lo que es justo e injusto, el bien y el mal, determinando en concepto de legitimidad del poder y, las restantes interrelaciones personales. En definitiva la ideología es verbo y sustantivo. Es un objeto que pone y a su vez es puesto en acción. Sin embargo su iniciativa no está descontrolada, ella imprime velocidad y freno, si es necesario, ya que igualmente decide lo que es imposible para cada individuo, por lo tanto las clases recurren a la ideología como mecanismo de dominación, porque es una forma de hacer efectivo su dominio a través de métodos indirectos, ellos buscan nuevas fuentes de legitimación, dado que su intereses no pueden ser impuestos de manera visible, a diferencia de épocas pasadas, en los cuales el poder de la clase dominante se ejercía mayormente a través de la coerción, aunque para su justificación pudiesen revestir estos métodos con ropajes que los hicieran menos intolerables y opresivos (Ramirez, 2007)

Entonces podríamos sostener desde la Psicología Política que toda posición ideológica es también una posición política. En este sentido, existen numerosas ideologías y varias de ellas contrapuestas: unas intentan justificar el orden social existente, otras su transformación. Sin embargo, cabe una salvedad: en el contexto latinoamericano el neoliberalismo ha sido por años la ideología dominante, y si bien eso no implica ausencia de alternativas, es necesario reparar en el hecho que proclamar el fin de las ideologías no es otra cosa que un posicionamiento ideológico.

En América Latina en particular, no hay ningún modo de avanzar en análisis de la ideología ni puede ver comprensión seria de ella en el mundo moderno que no se base en los apuros históricos de la nueva sociedad burguesa, en la revolución burguesa y, desde luego, en la propiedad burguesa. Toda discusión histórica de la ideología que eluda esto y no relacione la ideología con los problemas de la nueva sociedad, toda discusión de la ideología que considere esto como una simplista vulgaridad, descubrirá que ha logrado la complejidad al precio de la impotencia. Quienes deseen hablar de “ideologías” deben también hablar de propiedad (Alvin Gouldner, 1978).

El liberalismo por ejemplo en América Latina, se mostro en sus fundamentos  como un sistema de apariencia seductora, por cuanto nada puede presentarse más noble y justo que la exaltación de la libertad del hombre. Sin embargo, junto con ello, prontamente asoma su mayor peligro, ya que cuando se la aclama a punto de no reconocer otra medida que los apetitos de los grupos poseedores, los resultados no pueden ser otros que la explotación y el darwinismo social (Montecinos, 1998).

Hasta la actualidad, las ideologías existentes, subsumidas bajo la dominancia del liberalismo en Latinoamérica, se han mostrado inoperantes para los intereses de la población, y sólo generaron exclusión y marginalidad. Una faceta de este fracaso se muestra en el hecho de que hoy Latinoamérica resurge bajo gobiernos de características nacional-populares, como hace 6 ó 7 décadas atrás.

Este resurgimiento de gobiernos Nacional-Populares, han sido centro de cuestionamientos desde los ideólogos del mercado, “populistas”, “demagógicos”, “totalitarios”, han sido sus denominaciones despectivas hacia su forma de hacer gobierno, sin embargo sabemos que el mercado organiza económicamente desde hace décadas, pero no articula socialmente, por lo tanto lo que el mercado por naturaleza no puede hacer, lo tiene que hacer el estado. Entonces tan solo el intervencionismo estatal, es el horror para los pensadores de la libertad, porque el neoliberalismo es una maniobra hipócrita pero bastante hábil que hay que desenmascarar, llama libertad a la libertad del capital, a la libertad de mercado. Es un mercado libre, las corporaciones se mueven a su gusto. Se devoran a los pequeños y forman los grupos. Los grupos son monopolios. Es la sociedad del alegre vagabundeo del capital, para ellos lo peor que puede pasarle a una sociedad es el Estado. Todas las teorías que avalan la sustantividad del mercado son el instrumento ideológico del que se valen las grandes empresas para formar sus cuadros. El esquema establecido es: libertad-libertad política-democracia-pluralismo-libertad de mercado-igualdad de oportunidades para todos, la formación de monopolios la debe regular la mano invisible, nunca el estado, afirmar que es el Estado el que debe viabilizar los derechos constitucionales protegiendo a los sectores más vulnerables de la sociedad, afirmar que el marcado excluye y abandona, es negarle al neoliberalismo sus postulados primarios (Feinman, 2011)

La incorrecta comprensión de lo nuestro preexistente como hecho cultural, llevó a la denigración de lo local en términos de barbarie, y la exaltación de lo ajeno como modelo de civilidad. Civilizar consistió pues en desnacionalizar, nuestra posición de identificar siempre a Europa con la civilización y a Latinoamérica con la barbarie, lleva implícita la operación de negar a Latinoamérica para afirmar a Europa, pues una y otra fueron largamente opuestas. Progresar no resultó ser evolucionar desde nuestra propia naturaleza sino sustituirla; de ahí nace la auto denigración, típica expresión de nuestro añejo pensamiento colonial (Jauretche, 2010).

Esto concepción política, cultural, económica, este colonialismo intelectual, no fue ajeno a la constitución de la implementación de la Psicología como un instrumento al servicio de los modelos imperantes, una psicología basada en la dependencia de las teorías provenientes del sistema dominante, esto determino un empobrecimiento incluso voluntario de todo un campo de conocimientos que permite pensar al sujeto en su entorno, su vida cotidiana, su vecindario, su comunidad. Indudablemente este psicologisismo con un claro sustento ideológico, ha servido para fortalecer, directa o indirectamente las estructuras opresivas al desviar la atención de ellas hacia los factores individuales y subjetivos.

La construction de la Psicologia politica

La materialización de este modelo queda explicitado en lo que desarrolla Rodolfo Parisí, quién explica que “(…) En Psicología se trabaja “asistiendo” a un sujeto “enfermo” y, en la mayoría de los casos, se lo readapta (buscando) producir en ese sujeto modificaciones internas para que éste opere de manera adecuada con esa realidad que se presenta como inmutable e inmodificable. Desde esos abordajes suele estar vedada a los sujetos la posibilidad de pensar la búsqueda de su salud mental en términos de acciones transformadoras concretas; en términos del rechazo activo de lo intolerable de la cotidianeidad, buscando una inserción activa del sujeto en su medio social. Por el contrario, la práctica clínica exige del sujeto un “ajuste a la realidad”, sin demasiadas posibilidades de “modificar la realidad externa”. El sujeto debe hacer una lectura de su situación particular desde otra mirada (la del terapeuta) quien le demanda un cambio interno”. (Parisí, 2007).

Para poder desentrañar esta construcción de la Psicología, como disciplina aséptica, asistencial, hospitalaria, deberíamos poder visualizar que se entiende por los conceptos de salud y enfermedad que definen su práctica, ya que serán estas construcciones ideológicas la que definirán su praxis en el campo. Por ejemplo si uno se remite al concepto de salud que propone la OMS dice “un estado de completo bienestar físico, mental y social y no simplemente la ausencia de enfermedad o afección”, sin embargo este estado de supuesto completo bienestar, aparece descontextualizado y describe a la salud como un concepto muy general, generando un incapacidad para operar sobre su reconocimiento y promoción.

En relación a estos formulados, se puede pensar que, a pesar de que la misma haya logrado un consenso mundial, se observa que en Psicología se sigue trabajando desde una concepción psicopatológica del sujeto, derivado de la adhesión al modelo médico, que trabaja desde la enfermedad, de un modo asistencialista. Desde este enfoque se le atribuye a las características personales del sujeto las causas de su patología y también se le atribuye la posibilidad o no de su cura, lo que deja ocultos los factores sociales y políticos, que determinan su subjetividad. En este dispositivo de trabajo y control, orientado a explicar la enfermedad o el malestar mental en términos individuales, deja de lado la posibilidad de la aplicación de una psicología preventiva, que pueda encarnar una mirada compleja y con posibilidades más abarcativas respecto de las causas de la enfermedad. Esto implicaría abrir la mirada teórica y la praxis al entendimiento y búsqueda de la etiología de la enfermedad en la complejidad social, sin descuidar los aspectos individuales. Por el contrario, ideológicamente restringe a la enfermedad y su curación a espacios mínimos de acción (mundo intra-psíquico), que conllevan cambios en el interior del sujeto (en su mirada del mundo) sin que esto genere, o al menos lo intente, algunas posibilidades de modificación y/o cambios en su entorno social, generador del mal (Calatayud, 2007)

Con todo lo propuesto, intentamos decir que la psicología debe integrar las perspectivas que han quedado ocultas bajo las teorías dominantes para adquirir una visión crítica y comprometida con las problemáticas reales de la comunidad, desde un accionar ético y acorde a la protección de los derechos humanos, pensándonos como agentes de cambio en la realidad social, donde la salud hoy en día no es vista como un derecho inalienable sino como un bien de consumo (Parisi, 2007)

Una tarea de legitimización

Será tarea de una Psicología comprometida que pueda dilucidar los modos de legitimación que utilizan los sistemas dominantes, para mantener el status quo, y acá es indispensable comprender una de los principales vías de legitimación de los sistemas dominantes, en este caso es el lenguaje uno de los medios más importantes de trasmisión de ideologías. Es  a través de él, que la experiencia humana puede ser objetivada y manifestarse en productos de la actividad humana, que son elementos de un mundo común, y que están al alcance tanto de sus productores cuanto de las otras personas. La realidad de la vida cotidiana no solo está llena de esas objetivaciones, sino que únicamente es posible debido a ellas. Y es mediante la significación, es decir mediante la producción humana de signos, que podemos compartirla entre los semejantes. Por tanto la comprensión del lenguaje resulta esencial para cualquier tentativa de comprensión de la vida cotidiana.

Debido pues a su capacidad de trascender la situación del “aquí y el ahora”, el lenguaje extiende puentes entre diferentes zonas dentro de la realidad de la vida cotidiana, integrándolas de un modo significativo. Esa trascendencia tiene dimensiones espaciales, temporales, y sociales, razón por lo cual en cualquier momento todo lo que existe puede ser actualizado a través del lenguaje. Este es capaz de construir símbolos extremadamente abstraídos de la experiencia humana, como así también de “recuperarlos” y presentarlos como elemento objetivamente reales, de este modo el lenguaje, no es solo una particular forma de expresión, es fundamentalmente una particular forma de aprehender, descifrar, ordenar, construir y trasmitir el mundo que nos envuelve (Ramirez, 2007)

El matiz Ideológico es una dimensión que atraviesan de parte a parte una sociedad, toda relación humana. Este componente ideológico encuentra en el lenguaje su principal canal de transmisión dice Voloshinov: “incontables hilos ideológicos atraviesan todas las áreas del intercambio social y registran su influencia en la palabra”. Por tal motivo el análisis del discurso herramienta muy desarrollada por la Psicología Política, es indispensable para el análisis del lenguaje y la actividad discursiva, elementos fundantes  en los procesos constructivos y de legitimación del mundo social, y de los procesos de subjetivación. También en esta materia se plantean nuevos desafíos y nuevos paradigmas, no ajenos a los cambios políticos que vive hoy Latinoamérica, se reconoce el protagonismo del lenguaje en la conformación de las subjetividades en entornos socioculturales diversos, pero manteniendo una estricta vigilancia ante posiciones muy radicalizadas, que podrían enfatizar exclusivamente el nivel de construcción simbólica y dejar de lado los condicionantes objetivos (económicos, legales) en los que se da la producción, circulación, y reconocimiento de las relaciones de sentido (Parisi, 2007)

Para concluir, y para  tomar posición ideológica respecto a que Psicología pretendemos para nuestra realidad Latinoamericana, es entender toda praxis psicológica, como indudablemente política y por ende indefectiblemente ideológica. La praxis psicológica debe contribuir  a la reflexión respecto de las subjetividades que genera y forma el sistema neoliberal actual, para que la salud mental sea un producto social  y no una imposición del mercado. Al interior de esta reflexión, el concepto de adaptación al sistema debe ser el más discutido. La Psicología debe responder a la realidad en la cual está inserta, y esta ha sido una de sus principales carencias, debe responder a las problemáticas de su propia realidad y no ser definida por los sistemas de poder, que han buscado siempre legitimar un orden social que está al servicio del mercado.

Una Psicologia comprometida

Ignacio Martin Baro en su Psicología de la liberación nos propone una posible explicación de la ausencia de una Psicología comprometida con  las realidades Latinoamericanas dice  “en mi opinión, la miseria de la Psicología Latinoamericana hunde sus raíces en una historia de dependencia colonial, que no coincide con la colonia iberoamericana, sino con el neocolonialismo del garrote y la zanahoria, que se nos ha impuesto desde hace un siglo. El garrotazo cultural que diariamente reciben nuestros pueblos con frecuencia encuentra en la Psicología un instrumento mas entre otros para moldear las mentes y un valioso aliado para tranquilizar conciencias al explicar las indudables ventajas de la zanahoria modernista y tecnológica” (Montero,1987)

Después del análisis, y o comprensión de la imposibilidad de analizar al sujeto ajeno a una situación social, cultural, política y económica, y la no casualidad de una Psicología que durante décadas ha respondido a modelos y teorías foráneas, que definían a un sujeto enfermo por la simple ecuación de la no adaptación al sistema, de una psicología que no respondía a los problemas de la comunidad en la cual estaba inserta, se abre una nueva posibilidad, la de replantear un nueva Psicología que valla de la mano de los cambios políticos que se están gestando en América Latina.

La Psicología tiene un servicio para brindar, la posibilidad de recuperar la memoria histórica, en términos de Psicología colectiva, que contribuya a recuperar las organizaciones sociales y políticas como legítimos instrumento de participación para la mayoría de los habitantes y sectores sociales, hoy todavía inscriptos en la desconfianza, el desengaño y la resignación. Esto implica repensarla en función de una superación del paradigma clínico asistencial, fruto del neoliberalismo, y empezar a trabajar sobre la base de las necesidades psicosociales, en términos de una psicología publica de perspectiva comunitaria. Es cierto también que hay otra opción: se puede sin duda seguir mirando para otro lado y esperar, en el consultorio o equivalente, la llegada de demanda del sector consumista. Es posible esa opción y nadie ira a impedirlo. El mercado es así, acepta todo lo que no se le atreviese (Yago Di Nella, 2007)

Lo importante a nuestro entender, es que debemos saber para qué y para quienes trabajamos cuando trabajamos en Psicología, y consideramos que la Psicología política es un ámbito practico para la reflexión sobre estos temas candentes.

Desde la psicología política nos animamos a una aproximación para una mayor comprensión de los sistemas de dominación que pueden generar la no comprensión del impacto de las ideologías en los procesos de subjetivación, condicionamientos, refuerzos, frustraciones, identificaciones -e incluso, alienaciones- que generaron las ideologías políticas  en Latinoamérica y en particular en Argentina, analizando la multiplicidad de facetas que puede adquirir esta en los procesos de segregación, fragmentación o en algunos casos la conformación de una identidad de clase.

Feinman J. (2011): El Flaco: diálogos irreverentes con Nestor Kirchner. Editorial Planeta. Buenos Aires.

Jauretche A. (2010): Libros y Alpargatas: “civilizados o barbaros”. Editorial Colihue. Buenos Aires.

Montecinos H. (1998): Derechos Humanos entre realidades y convencionalismos. Editorial LAR. Concepción, Chile.

Montero, M (1987): Psicología Política Latinoamericana.Editorial Panapo. Caracas. Venezuela.

Morales Calatayud F. (2009): Introducción a la Psicología de la Salud. Editorial Koyatún. Buenos Aires.

Parisí E. (2007): Psicología Política y otros temas de Psicología. Ediciones Cooperativas. Buenos Aires.

Ramírez H. (2007): corporaciones en el poder. Editora lenguaje claro. Buenos Aires.

Yago Di Nella  (2007): Ideas para una Psicología Política en Argentina el Siglo XXI.  Revista electrónica de Intervención Psicosocial Y Psicología Comunitaria, Vol. 2, N° 1 y 2, Agosto. Psicología sin fronteras.

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