Introducción
A más de 60 años del origen del surgimiento del movimiento -y posterior partido- llamado peronista siguen existiendo dudas acerca de la “verdadera naturaleza”, de ese fenómeno de masas, quizás debido a las diferentes interpretaciones que se han vertido sobre este movimiento, que van desde interpretarlo como un nacionalismo populista, un gobierno con tintes de personalismo, un totalitarismo, y en algunos casos, hasta de un fascismo a la criolla.
Juan Domingo Perón accedió al poder mediante el voto popular en las 3 oportunidades en que fue elegido presidente. En 2 oportunidades llegó al poder por más del 70 % de los votos.
Por otra parte, existe una dificultad al analizar este movimiento, ya que a diferencia de otros movimientos políticos de impacto similar en otros países, estos decayeron o desaparecieron con la muerte de su fundador, en tanto éste sigue existiendo como fuerza política actuante, prueba de ello están las presidencias de Menem en los “90”, Duhalde en el 2002, Néstor Kirchner en el 2003, y la actual a cargo de Cristina Fernández.
El peronismo -y acá es necesario remarcar que la referencia la hacemos a las dos primeras presidencias- produce una ruptura en la historia sociopolítica Argentina. Perón no solo realizará una nueva lectura de lo social, sino que irá más allá, logrando en cierto sector de la sociedad una superación de ciertas representaciones sociales, ya que el impacto del peronismo no sólo puede ser entendido en términos de mejoras salariales, sino en una reformulación de las relaciones entre el Estado y la sociedad, en la redefinición de la identidad de diversos sectores sociales; en un eficiente sistema de intercambio simbólico entre Perón y las masas o, tal vez, lo que lo consolida en última instancia, es la creación de un nuevo espacio de representaciones políticas.
A lo largo de los años el peronismo, como todo proceso histórico sufrirá mutaciones en muchos aspectos (desde su momento fundacional hasta la fecha). Estas lo han tornado irreconocible, desde una gran cantidad de traiciones de los principios fundacionales de la doctrina peronista, hasta una adecuación a contextos históricos, que en muchos casos, tal como sostuvimos, ha implicado una contradicción con sus bases ideológicas (por ej. presidencias de Carlos Menen en los “90”).
Un poco de historia del peronismo
Como sostiene Miguens (1988), el justicialismo en su larga historia de más de 60 años, ha pasado por todo tipo de experiencias, angustiosos dilemas, de trágicos enfrentamientos, de ataques y traiciones, de éxitos y derrotas, y aun así se va a seguir definiendo, según lo que haga de ahora en adelante en una confrontación constante con la realidad. Tiene una doctrina precisa y perfectamente aclarada, pero esta quedaría como una pura entelequia sino tuviera también una historia. Fue Perón quien expresó “las formas políticas no son trascendentales y su signo en el tiempo es precisamente su fugacidad, sino están respaldadas y reciben sus vivencia en el que hacer histórico, que es permanente y es el dominante”.
El peronismo “constató” desde su momento fundacional, que el pueblo cree a quien tiene su confianza, y la confianza se gana con hechos, aunque este argumento fue durante largo tiempo bandera del antiperonismo, cuando se lo denostó por su carencia ideológica, Perón demostró que cuando hay “delegación de confianza”, el depositario de dicha confianza no necesita acudir a demostraciones, exhibición de pruebas para su credibilidad, se le cree, se le sigue y se le vota, tan sencillo como eso.
Una manera de comenzar a entender la novedad y la vigencia del peronismo, sería tratar de comprender el acontecimiento que le dio origen.
Este acontecimiento fundacional es considerado por -adeptos y enemigos-: el 17 de octubre de 1945; como la fecha oficial del “nacimiento” del movimiento peronista.
En este movimiento histórico, se ponen de manifiesto contra todos los pronósticos, por primera vez en la historia sociopolítica Argentina, una activa participación política, ejercicio de ciudadanía, el nacimiento de nuevas identidades sociales, todos estos fenómenos indispensables para una democracia participativa, se materializan en ese acontecimiento. Solo cabe un interrogante difícil de responder: ¿Será Perón el que apuntará a la transformación de la “masa” en “pueblo”, o será que el mismo pueblo hizo Justicialista a Perón?
En el 17 de octubre apareció aquello de lo que no se hablaba en Argentina, aquello que sólo había sido manipulado, engañado; todo eso se hizo presente en un solo día, podríamos pensar que, si bien han habido múltiples causas, pudo haber sido por un sólo motivo, “el reconocimiento”. Tan sólo ese hecho social compartido y multitudinario, hizo caer todas las construcciones artificiosas, engañosas, negadoras y cohercionantes de la realidad, sostenidas hasta ese día por el conservadurismo político.
Como señala Halperin Donghi (1991), desde los años 1930, Argentina era una sociedad que se renovaba secretamente y el 17 de octubre puso en evidencia, de manera descarnada, esos cambios que la dirigencia política se negaba a ver, y muchos menos a admitir.
Con una salvedad desde nuestra perspectiva, podríamos pensar que esos cambios se empezaron a manifestar desde la misma consolidación de las organizaciones nacionales en Argentina, ya que desde 1880 en adelante, Argentina estuvo expuesta a las decisiones políticas de una minoría que sólo pensaba en una forma de gobierno, aquella que representara los intereses de esa minoría.
Esa fecha tal vez clarificó lo que se presagiaba desde la llegada de Perón en 1943 al escenario político argentino, en palabras de su líder “vea, aquí se han producido muchas revoluciones de carácter político, pero ninguna de carácter social. Y el problema de la Argentina no es político sino social. El descontento de los trabajadores es el que produce todas las alteraciones de orden público y hay que conformarlos para evitar esos conflictos y esas revoluciones. Creo que hay que darle a esta revolución un contenido social y la única manera es haciendo intervenir a las masas populares en la vida del país” (Perón, 2008).
El 17 de octubre derrumbó la organización sociopolítica de “la República de los notables”, desde ese mismo momento hasta la actualidad, el país nunca más volvió, ni volverá con los años a ser el mismo.
El país invisible; antecedentes inmediatos del 17 de octubre de 1945
Previo al 1945, en el año 1943 hubo un Golpe de Estado en la Republica Argentina. Este fue liderado por los generales Pedro Ramírez y Arturo Rawson principalmente, dos generales del ejército.
Se trataba una vez más, de acudir a un golpe de Estado para salir del fraude en que se encontraba hundida la Argentina, un golpe diferente al de 1930, ya que éste, era un golpe eminentemente militar, motorizado por una logia semi secreta formada por oficiales de rango medio: el GOU (Grupo de Oficiales Unidos), del cual el General Perón era uno de los lideres. Se podría decir que la logia abrazaba los principios del nacionalismo, del anticomunismo y un catolicismo ultramontano y si bien Perón no compartía en su totalidad estos principios, era un protagonista privilegiado dentro del GOU. Frente a la situación por la que atravesaba el país, de una década de democracia fraudulenta, y ligada a intereses foráneos, el gobierno se propone: la supresión del intermediario político, social y económico, para lo cual es necesario que el Estado se convierta en órgano regulador de la riqueza, protagonista de la política y armonizador social. Y por último, el énfasis en la importancia del desarrollo industrial para la obtención de la tan anhelada independencia económica.
El GOU comienza a tener que tomar decisiones, de los cuatro coroneles (Perón, González, Emilio Ramírez, y Ávalos). Es Perón quien comienza con sus actividades, que se extienden a todas las ramas del gobierno; ya en agosto de 1943, Perón arregla la huelga de los trabajadores de la carne, negociando mano a mano, con el sindicato comunista que lo dirige. Los obreros querían mejoras de salario y la libertad de un dirigente, llamado José Peter, recluido en el sur de la Argentina. Perón hace traer a Peter por la aviación militar, otorga las mejoras y la huelga termina. Propone o quita interventores de las provincias y también en las universidades; trata con los nacionalistas, que lo saben el “hombre fuerte” del gobierno, dándoles consejos sobre su manera de actuar (“calma, calma que despacio se va seguro” decía), los nacionalistas ya lo proclamaban su jefe y Perón comenzaba a aceptarlo. Es en este periodo cuando Perón ya comenzaba a recurrir a una frase “si soy el jefe, ya sé lo que hay que hacer”. Perón, de ahora en más, empieza a ser visto con desconfianza por los otros miembros del GOU.
El 27 de octubre de 1944, el Presidente firma dos decretos, uno de ellos es el nombramiento de Perón como presidente del Departamento Nacional del Trabajo con retención de su puesto en el Ministerio de Guerra. Era una manera de presidente Ramírez de alejar a Perón del GOU. Desde este nuevo cargo Perón logró percibir las falencias de la legislación obrera, las centrales divididas, la escasa agremiación, pero lo que resulta más importante es que es desde este Departamento, es donde comienzan sus primeros esfuerzos (conversaciones, conferencias, escritos), todos orientados a unificar a los trabajadores (José María Rosa, 1970).
Toda esta acción se hizo más importante cuando -al mes siguiente- el Departamento de Trabajo se transforma en la Secretaria de Trabajo y de Previsión, con total autonomía del Ministerio. Pero ahora se traslada al Consejo Deliberante, edificio mucho más grande y de varios salones. Con esto Perón se tomará personalmente el trabajo de recibir a la mayoría de las delegaciones obreras. Desde este lugar los discursos de Perón sobre su mirada particular acerca de lo político-social eran cada vez más explícitos, temas como “el egoísmo injustificado” de los sectores capitalistas y los intereses mezquinos de la oligarquía, eran recurrentes, se calcula que desde 1943 hasta el 17 de octubre de 1945 Perón pronuncio más de 165 discursos registrados, 1 cada 4 días, la mayoría a través de la Red Argentina de Radiodifusión, lo cual garantizaba una gran llegada a la población. Pero, más allá de su capacidad discursiva, Perón no era un ideólogo, era un hombre esencialmente práctico, tal es así que el 1° de mayo de 1945, podía mencionar que había sacado 29 decretos, 319 convenios, 174 gestiones conciliatoria, que habían beneficiados a mas de 2,5 millones de trabajadores (Plotkin, 2007).
Perón ya para el año 1945, no sólo había generado cierto resquemor de la mayor parte de los dirigentes políticos de la época por sus políticas sociales, sino que también, en relación al contexto internacional, generaba repudio. En enero de 1945 dotó a la fuerza aérea, de un reglamento apropiado a sus modalidades, el 4 de junio celebró el aniversario de la revolución, con una muestra de sus realizaciones materiales, donde presentó el primer tanque pesado y el primer avión de guerra construido en Argentina, tal vez como desafiando a la política Norteamericana de negarse a abastecer al país de armamento militar. Recordemos que para ese período toda política que fuera en contra de los intereses de Estados Unidos, era considerado germanófilo. Nacionalista era una mala palabra que los políticos Norteamericanos escribirían como Nazi.
Para el 22 de abril, ocurrió algo insospechado, Perón anuncia por radio, que no alentaba ambiciones presidenciales, y dice: “me opondré enérgicamente a todas las gestiones, que se puedan hacer para erigirme como candidato, lo esencial es que el futuro gobierno, mantuviesen la conquista de los trabajadores” (Crassweller, 1988). El prestigio empezaba a disminuir entre sus camaradas, pero si caía Perón, caía el Ejército.
También empezaba a resquebrajarse su poder en el plano sindical. Cuatro importantes Organizaciones sindicales, La Fraternidad (ferroviaria), la Unión Obrera Textil, el Sindicato del calzado, y la Confederación General del Comercio, se desafiliaron y dieron presencia de su actitud antioficialista.
A su vez la oposición le era cada vez más fuerte, no sólo le exige al gobierno que entregue el poder a la Corte Suprema de Justicia y llame a elecciones, sino que la Sociedad Rural Argentina publica un duro documento contra las políticas sociales de Perón. A esta altura la sociedad ya estaba dividida, tal es así que se desarrolla una la marcha de la oposición denominada “por la libertad y constitución”, llevada a cabo el 19 de septiembre de 1945, que aglutinó a todas las fuerzas de la oposición, se pueden ver al miembros del partido conservador marchando de la mano del dirigentes Comunistas, también estaban las personalidades más importantes de la oligarquía Argentina, todos con banderas de los aliados, y cantando la “Marsellesa”, con enormes afiches con los rostros de , Sarmiento, Mitre, y Rivadavia figuras emblemáticas Argentinas de posiciones políticas, de extremo conservadurismo(Plotkin, 2007).
El embajador de EE.UU. para ese entonces Spruille Braden, de un oposición acérrima, tanto política como personal para con Perón, expresa, que se dio la satisfacción de participar de la marcha, con un póster de Rivadavia. Cuatro días más tarde, viaja a su país y comenta a los periodistas, que no solo había participado como embajador democrático en la marcha, sino que “el personal de la embajada, estaba estratégicamente distribuido, esto le trajo los mejores informes de su éxito”. Perón está concluido agregó. (Guadagni, 2008)
El éxito de la marcha parecía indicar el fin de Perón como figura política, y para culminar la estrategia política de la oposición, esta tuvo un mártir: el 4 de octubre, en medio de un tiroteo con miembros de la Alianza Libertadora Nacionalista, un estudiante llamado Aarón cae muerto, aparentemente por negarse a Vivar por Perón.
Consecuencia, el 9 de octubre los oficiales de Campo deMayo deponen a Perón, y en caso de resistirse se disponen a asesinarlo, con asistencia del propio presidente Farrell.
Comienza una inquietud en los obreros. Inesperadamente un grupo de sindicalistas, alrededor de setenta (Cipriano Reyes, Luís Gay, Tejeda y Montien, entre otros), además de expresar su solidaridad a Perón, se le propone que se despidiera públicamente de los trabajadores, decían: “usted ya ha cumplido con el ejercito, ¡ahora es nuestro!, ¡ahora es el líder de los obreros!
Desde las catorce de ese 9 de octubre de 1945, las estaciones anunciaron el acto que se realizaría a las diecinueve.
A la hora del discurso, se calculan que había 70.000 personas, la ovación era una constante, Perón era interrumpido permanentemente por los aplausos.
Ese discurso fue decisivo por las claras herramientas retóricas utilizadas ante la multitud, decía Perón: “La obra cumplida es de una consistencia tan firme, que no cederá ante nada, y la aprecian no los que la denigran, sino los obreros que la sienten. Esta obra social que solo los trabajadores la aprecian en su verdadero valor, debe ser también defendida por ellos en todos los terrenos, ahora como ciudadano, al alejarme de la función pública, al dejar esta casa que tiene tan gratos recuerdos para mi, deseo manifestar una vez más, mi fe en una democracia perfecta, tal como la entendemos aquí. Fijemos nuestra posición incorruptible e indomable frente a la oligarquía. Los trabajadores deben confiar en sí mismos, y recordar que la emancipación de la clase obrera esta en el propio obrero. Estamos empeñados en una batalla que ganaremos, porque el mundo marcha en esa dirección. Venceremos en un año, o venceremos en diez, pero venceremos. En esa obra para mí, sagrada, me pongo al servicio del pueblo, si para despertar esa fe, ello es necesario, me incorporaré a un sindicato, y luchare desde abajo. Pido orden para que sigamos nuestra marcha triunfal, pero si es necesario, algún día ¡pediré guerra! No voy a decirles adiós, les digo hasta siempre, porque de ahora en adelante estaré entre ustedes más cerca que nunca” (Félix Luna, 1971).
Utilizando la primera persona del plural que lo identificaba con ellos, en este discurso de despedida, Perón logro asociar la suerte de los trabajadores a la suya propia.
El apresamiento de Perón
Cuando se supo en Campo de Mayo lo sucedido, sobre todo que la policía no reprimiría estos desmanes, la situación se volvió intolerable: había que terminar de cuajo con el peronismo. Poco después Perón era detenido y enviado a la isla Martín García, prisión de máxima seguridad en la Argentina. Mercante amigo del General Perón y subsecretario del ministerio de previsión social, pudo advertir que el marinero que montaba guardia, se le caían las lagrimas. “Entonces sentí una enorme tranquilidad –dirá veinticinco años más tarde- y supe con claridad total que íbamos a ganar la partida” (José María Rosa, 1970)
Félix Luna (op.cit.) al respecto comenta:
“El apresamiento de Perón fue un grave error de sus enemigos. Lo hubieran dejado vivir su romance en la isla del Delta y volver, cuando ya las cosas estuvieran encarriladas en el gobierno, a formar, si persistía, un desmedrado partido con los obreros, que le seguían y los radicales reorganizados. En “votos”, no significaría mayor problema. Pero con su prisión tocaron la fibra emotiva del pueblo. Lo convirtieron en mártir, y desataron una fuerza que no pudieron contener. El cariño al hombre que había beneficiado a los humildes, se convirtió en idolatría. Ese amanecer del 13 de octubre nació el ídolo Perón.
Por otro lado, Perón consideraba su carrera terminada y así lo aseguraba, según las cartas que envío desde la prisión a Domingo Mercante y Eva Duarte (Evita), esposa del General Perón, publicadas por Félix Luna en el “45”, estas cartas dan testimonio de que el movimiento del 17 de octubre de 1945, fue un movimiento que supero hasta las expectativas del mismo líder.
La carta más significativa, donde tal vez testifica su creencia de que su carrera política parecía terminada, es la que le envía a su compañero Mercante, y también su preocupación por lo que podía suceder si los obreros, se manifestaban mediante huelgas, aunque para ese entonces Mercante había sufrido la misma suerte de Perón.
Dice la carta:
“Desde que me encanaron no hago sino pensar en lo que puede producirse si los obreros, se proponen parar en contra de los que les pedí. No le pido que venga, porque no lo dejaran que me vea: tal es la prohibición que me han comunicado acá. Estoy contento de no haber hecho matar un solo hombre por mi y de haber evitado toda violencia. Ahora he perdido toda posibilidad de seguir evitándolo, y tengo mis grandes temores de que se produzca algo grave. De cualquier manera mi conciencia no cargara con culpa alguna. Mientras lo pueda evitar, lo evito. Hoy, anulado, no puedo hacer nada”.
En la casa de gobierno empezaba a asomar el desconcierto, la información se había filtrado y cerca de las 9 de la mañana, comenzó a juntarse gente en la puerta del Hospital Militar. Al medio día las calles que llevaban a la plaza de Mayo, Belgrano y Santa Fe, calles principales de la ciudad de Buenos Aires, ya empezaban a congregar una multitud, hombres y mujeres que empezaban a corear una sola consigna, vivando a su líder “yo te daré, te daré patria hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P, Perón”.
Según el historiador James (2010), los trabajadores literalmente “tomaron”, el espacio público urbano probablemente por primera vez en la historia del país. La policía hablaba de miles de personas, el diario la Época, mencionó un millón de personas, Félix Luna, menciona cerca de 300.000 personas (El 45, op.cit.).
Se comenta que antes de salir al balcón, Farrell Presidente de la Argentina, le expresó a Perón que omitiera lo de su detención en la isla. Ante la multitud, a las 23 hs del 17 de octubre de 1945, Domingo Perón se asoma con Farrell al balcón, las luces no brindan bastante claridad, pero un grito se alzó en la multitud, “Perón, Perón”, se sabía que ya estaba allí. Perón, en contra de la mayoría de los pronósticos, estaba otra vez frente al pueblo. Perón ya era en ese momento, tal vez, indiscutiblemente, parte del pueblo.
Perón rehúsa tomar el micrófono y comienza Farrell, diciendo “Atención señores, el hombre que por su dedicación y empeño ha sabido ganarse el corazón de todos, el coronel Perón” el griterío es enorme, nadie lo escuchaba, la gente bailaba, vivaba a su líder, cantaba, era su día soñado. La hora de escuchar a su líder había llegado, la hora del reencuentro, era el comienzo de una comunión entre Perón y los trabajadores, tal es la sensación de Perón y su pueblo, que inmediatamente Perón exclama, ¡trabajadores, trabajadores!, comienza la multitud a entonar las estrofas del himno Argentino.
La clase obrera se había movilizado no solo para liberar a Perón, sino también para restaurarlo en el lugar que le pertenecía por derecho propio: el balcón de la casa de gobierno. Desde esa fecha hasta la derrota del gobierno Peronista en 1955 por la denominada “Revolución Libertadora”, este día será considerado por todo el movimiento peronista, como el “día de la lealtad peronista”.
La contundencia de esa movilización deja en evidencia que una vez conocida la noticia del confinamiento de Perón, aquel 17 de octubre de 1945, se paralizó el país en un espasmo de voluntariosa decisión popular. Desde los más alejados suburbios, el pueblo trabajador concurría a la Plaza de Mayo. Obedientes al toque de somaten de las campanas de la libertad que están siempre sonando en el corazón del hombre. Todos habían trajinado para llegar hasta allí. Venían de los suburbios industriales. Venían de los más alejados suburbios agropecuarios, pero quizás venían de más lejos, de mucho más lejos, venían del fondo de la historia Argentina, venían a reivindicar a los hermanos criollos, que habían caído doblegados por la prepotencia desdeñosa del capital extranjero y de la oligarquía latifundista (Scalabrini Ortiz, 2009).
El flujo de la historia
Se podrán hacer deferentes interpretaciones del 17 de octubre de 1945, si fue Perón, si fueron los obreros, o si fue a nuestro entender una profunda relación dialéctica entre ambos, pero lo que no se podrá discutir, es que este movimiento cortó el flujo de la historia, demarcando el fin de un periodo y el comienzo de otro. Son como grietas o soluciones de continuidad, que irrumpen la marcha de las cosas como iban hasta ese momento, que rompen las anteriores alianzas y lealtades; las anteriores construcciones de la realidad. Después de ocurrido este acontecimiento las cosas ya no se volvieron a ver de la misma manera y la política Argentina empezó a marchar por un cauce diferente.
Nadie preparo el 17 de octubre, nadie lo ordenó, nadie lo planificó (para usar una palabra grata a los que no creen en las conmociones sociales, sin palabras cuidadosamente estudiadas). Fue espontáneo. Nadie lo hizo, porque lo hicieron todos. Fue ese ser anónimo que es el pueblo, que se mueve por emociones, y no por razonamientos ni conveniencias. Que pocos estudiosos de sociología pueden explicar y muy pocos actores de la política atinan a interpretar. (José María Rosa)
El 17 de octubre en el proceso político national
Incursionar por los dilemas del peronismo es sumamente complejo y tal vez ha sido aun más difícil su comprensión desde la psicología política, dada su evolución, su modificación, su adecuación a contextos históricos y otros elementos mencionados que hacen de él un verdadero enigma.
Por eso nos remontamos a la fecha de iniciación de este partido político, al que consideramos el más importante y a la vez el más complejo de la Argentina, con gran trascendencia y también el más controvertido. Pero aun así, lo verdaderamente interesante de tal movimiento, es su vigencia, siendo la actual presidenta1 a cargo de nuestro país, una acérrima defensora de la doctrina originada aquel 17 de octubre de 1945.
Desde la psicología política se puede entender, a través del análisis del discurso, que la ideología que se encontraba detrás de las conceptualizaciones tales como “aluvión zoológico”, “cabecitas negras”, “la temida barbarie residual”, “clases peligrosas” connotaciones de carácter peyorativo con que se denominaba a los que simpatizaban con el Peronismo, encubrían el temor a la pérdida de poder, a partir de la participación de las masas trabajadoras.
Scalabrini Ortiz (op.cit.) expresaba que era tal vez Perón el que había realizado el milagro, contra todos los consejos de la inteligencia y de la experiencia, al margen de los caminos trillados de la política. El General Perón había sembrado una convicción directa en la masa del pueblo; durante mucho tiempo los trabajadores recibieron los dones con el recelo del hombre escarmentado en el engaño, fue indispensable que el coronel Perón cayera para que se estableciera el mutuo intercambio de confianza, ahora el milagro estaba cumplido.
Una afirmación certera para describir el movimiento, es la analogía entre esa Argentina conocida y esa otra totalmente desconocida. ¿Cómo era posible que esos estratos inferiores hubieran salido a la luz, queriendo tomar protagonismo? Era esto sostenido por varios autores como “el subsuelo de la patria sublevada”, que solo necesitaba y anhelaba una sola cosa, que los reconocieran, que supieran que estaban ahí, que existían, que venían a reivindicar la política de quien le había dado algo más que algún que otro beneficio, les había dado el mayor de todos los bienes, les había otorgado la dignidad.
El 17 de octubre marca el comienzo de la integración de la clase obrera, en el proceso político nacional; marca el inicio del proceso de una justicia social; constituye elementos de que -por primera vez en la Argentina- esta clase sumamente excluida, hizo uso del ejercicio de una ciudadanía plena; se emancipa el trabajador tomando protagonismo no solo social, propio de dicho movimiento, sino político, ya que muchos de ellos se adherían a la afiliación al partido inmediatamente posterior a que sucediera el movimiento.
Dicho movimiento no fue casual; ocurrieron en la Argentina, diferentes situaciones para desencadenar dicho movimiento peronista, dice Jose Maria Rosa (op.cit) “una sociedad no es una entelequia a desarrollar fuera del tiempo y del espacio, una máquina que se construye pieza a pieza. Una sociedad es un cuerpo real y vivo, con raíces que se clavan en el pasado y ramas que se dirigen hacia arriba”, precisamente por tal motivo fue nuestra inquietud por remontarnos a todas las variables económicas, políticas, sociales, culturales que pueden haber desencadenado aquel fenómeno de masas, denominado “Peronismo”.
Desde que la Argentina se organiza como República, a partir de 1880, estuvo en manos de gobiernos que hicieron de ella “una granja” para abastecer al imperio Británico. El modelo agroexportador solo benefició a los dueños de las tierras, que una vez consolidado su latifundio por la eliminación de la población nativa, se encargaron de hacer de la patria una verdadera colonia. La llegada del yrigoyenismo al poder primer presidente argentino elegido por voto popular en 1916 y reelecto en 1928, generó las expectativas de una Argentina con inclusión y justicia social, pero sólo fueron metáforas políticas, que terminaron con el primer golpe de Estado que ocurrió en argentina, el 6 de septiembre de 1930.
Resulta que durante mucho tiempo los obreros habían tenido que escuchar los sermones sobre la forma de vestirse y su estética; ahora resultaba que por primera vez un “descamisado”, un “grasa”, no adquirían aquel valor peyorativo que le cargaba la oligarquía. Ahora el Congreso, según los antiperonistas, se había llenado de “brutos”. Esa gran movilización provocada por el vendaval peronista sacudió varios de los pilares que tenía cada sujeto en la sociedad.
Esos pobres que constituían aquella Argentina invisible, olvidada, reprimida en algunos casos, se convertían en ciudadanos; hacían uso de una participación política propia de los más excelsos partidarios; toda aquella “chusma” denominada por la cultura dominante se había hecho presente y, para colmo, se habían convertidos en protagonistas políticos, de golpe ahí estaban ellos exhibiendo sus pieles oscuras y hasta atreviéndose a hablar, atreviéndose a desafiar aquel mito de la argentina blanca y europea.
Conclusiones
Se podrán trazar diversas interpretaciones, se podrán dilucidar conclusiones de toda índole, pero la única interpretación más certera que podríamos afirmar desde la psicología política, es que desde ese día el país entero tomó conciencia de la irrupción de un nuevo estilo político. Ciertas creencias, valores y mitos, cayeron para siempre; desde ahí en adelante es muy complejo encontrar un año en la historia argentina, que evidencie una transición nacional con objetivos tan claros y contundentes.
Por último y para constatar la contundencia de tal movimiento, Martínez Estrada, quien en sus escritos despectivos hacia la “masa peronista”, calificaba de “turba”, “resentidos”, y tantos otros calificativos para denostar al peronismo, no hizo más que enaltecer -con su desconocimiento de la política- a través de una escrito con una profunda belleza literaria, a aquel día que marcó el cimiento del peronismo: El 17 de octubre Perón volcó a las calles céntricas de Buenos Aires un sedimento social que nadie habría reconocido. Parecía una invasión de gentes de otro país, hablando otro idioma, vistiendo trajes exóticos, y sin embargo eran parte del pueblo argentino, del pueblo del himno.
Porque había ocurrido que, hasta entonces, habían vivido extraños a parte de la familia que integraba ese pueblo, ese bajo pueblo, ese miserable pueblo. Lo habían desplazado u olvidado aun los políticos demagogos y Perón tuvo más que la bondad y la inteligencia, la habilidad de sacarlo a la superficie y exhibirlo sin avergonzarse de él, no en su calidad de pueblo sino en calidad de una fuerza tremenda y agresiva que hacía peligrar los cimientos mismos de una sociedad constituida con solo una parte del elemento humano. Y aquellos siniestros demonios de la llanura que Sarmiento describió en el Facundo no habían perecido.
Están vivos en este instante y aplicados a la misma tarea pero bajo techo, en empresas muchísimos mayores que la de Rosas, Anchorena, Terreno, Urquiza. El 17 de octubre salieron a pedir cuenta de su cautiverio, a exigir un lugar al sol, y aparecieron con sus cuchillos de matarifes en la cintura amenazando con un San Bartolomé de Barrio Norte. Sentimos escalofríos viéndolos desfilar en una verdadera horda silenciosa con carteles que amenazan con tomarse una revancha terrible (Svampa, 2006)
Desde la psicología política nos permitiremos un análisis de este fenómeno, dado que podemos afirmar que lo psicológico es expresión de lo político –y viceversa- de todas maneras, las subjetividades están determinadas por variables sociales, culturales, económicas, y políticas. Pensamos que todas estas variables se encauzaron en este movimiento social, protagonizado por un sector de la sociedad que estuvo por años desplazada, olvidada y que, posiblemente, encontró en el peronismo, una nueva representación política
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