Ni burgués ni proletario, sino todo lo contrario
(Proyecto de tango)
Introducción. Aparición de un tema recurrente
El tema de las clases medias propone problemas teóricos, empíricos e históricos. En la teoría, la decisión a tomar es si la clase social o las clases sociales son consideradas como un actor colectivo dotado de cierta autonomía o sólo como un agregado de individuos y comportamientos semejantes en algún sentido. Esta decisión teórica orienta inmediatamente la mirada empírica hacia campos diferentes. En el caso de las clases entendidas como actores colectivos se introduce por una parte un elemento relacional, son los conflictos de clase los que definen el marco, se buscará la observación de actores que “representan” en algún sentido a la “clase”. Esto constituye el objeto en las explicaciones políticas que parten de situaciones de dominación de clases o de lucha de clase. Las clases se ven a través de organizaciones e ideologías que también son elementos de enfrentamiento. Estas últimas no se limitan a la política sino que en el más amplio sentido se puede rastrear la existencia de “culturas de clase”. Por otra parte, la construcción de clases por agregación de individuos puede buscar explicar comportamientos tanto políticos como económicos o, también culturales.
La dimensión histórica aparece ligada a la atribución de sentido de un proceso, de una acción colectiva o, incluso una opinión, acción o decisión individual, por la pertenencia o constitución de clase del actor. Esto, que es bastante obvio cuando se trata de épocas pretéritas, no lo es tanto cuando se discuten procesos en curso en el presente. Cuando la discusión se ubica en el terreno de la sociología o la economía, es fácil perder el marco temporal que acota a todas las afirmaciones que se hagan en referencia a clases sociales.
Sin pretender una exploración exhaustiva de los temas teórico, metodológicos e históricos que este tema plantea, las notas que siguen buscan acotar y cuestionar algunos aspectos de las discusiones, o afirmaciones sin propósito de discusión, que se hacen hoy frecuentemente acerca de las clases medias.
El uso del término clase media (en singular o plural) pone inmediatamente en primer plano la necesidad de especificación del significado atribuido al término, por una parte, y el propósito o sentido de su uso. Hoy circula el tema de la o las clases medias en un amplio volumen de textos de variadas ubicaciones, (periodísticos, analíticos y políticos) todos con carga e intención ideológica. Especificar los significados puestos en juego en toda esta literatura obedece no a un prurito de pureza semántica sino a la necesidad de describir el escenario de los conflictos ideológicos en los que se juega parte del destino político de países como los de América Latina.
¿A qué obedece la proliferación de opiniones acerca del crecimiento de la clase media? ¿Qué hay de real en las afirmaciones que se hacen acerca de esto? Estas preguntas apuntan, más que a intervenir en la discusión presente, a definir el sentido de ella. El aporte de la investigación en ciencias sociales a las discusiones políticas puede ser algo un poco mejor que la provisión de un vocabulario, a veces engañoso al dar apariencia de precisión a juicios antojadizos producidos por los deseos o la necesidad de promover programas o imágenes políticos.
El campo de la lucha ideológica
Decir que un tema es ideológico no es decir, como se quiso creer alguna vez, que se trata de afirmaciones erróneas, producto de una falsa consciencia susceptible de ser denunciada y eventualmente corregida por una visión “científica” de la realidad referida. De lo que se trata es de poner un tema en la perspectiva de un enfrentamiento de ideas en que se busca imponer una visión a la sociedad, de modo de constituir un “sentido común”, es decir un conjunto de ideas que resultan “obvias” y, por lo tanto son una respuesta automática al estímulo de preguntas o a la necesidad de suponer una estructura de la realidad social con fines de conocimiento o de acción.
La ampliación de la clase media hacia abajo, es decir la incorporación de pobres a los estratos medios aparece como una meta legítima de progreso y justicia social. Sin embargo, el declarar que esto ocurre no lo convierte en un hecho. La fundamentación empírica más amplia está contenida en un estudio recientemente dado a conocer por el Banco Mundial.i
En los comienzos de su campaña un candidato a la presidencia de la república en México ha llegado al extremo de proclamar la incorporación a la clase media de los habitantes de un asentamiento urbano irregular, en una barranca carente de servicios dentro de la ciudad de México.ii
En el plano nacional, es interesante citar extensamente a un reconocido comentarista que, a propósito de las festividades del bicentenario de la independencia, propone como uno de dos motivos de celebración “la construcción de una sociedad mexicana mayoritariamente de clase media”.
“Si hay 40 millones de pobres, más 8 que estadísticamente pasaron de nuevo a la pobreza entre 2006 y 2008, entonces son casi 50 millones. Por tanto, hay entre 60 y 70 millones de no pobres que van desde el hombre más rico del mundo hasta la obrera en una planta maquiladora. Obrera cuyo salario guarda para sí porque: no se lo tiene que entregar a sus padres – con quienes todavía vive – ni a su marido, ni a sus hijos porque todavía no tiene. Esta obrera ya tiene celular, plasma, educación secundaria o técnica y sale de vacaciones. Pronto comprará un coche usado, a plazos o chocolate; va a solicitar pronto una hipoteca para una casa de 60 a 70 metros cuadrados; y tiene acceso a crédito – todavía caro – para comprar una infinidad de bienes y servicios útiles y otros innecesarios. Hoy en México hay más gente que pertenece a estos sectores (D+ para arriba) que los que no, como lo explica The Economist esta semana y a propósito de tres países de América Latina, debido a la estabilidad financiera, el crecimiento mediocre pero sostenido, el bajísimo aumento de la población y a la caída de precios de bienes y servicios - en algunos casos espectacular – durante los últimos 15 años: México, Chile y Brasil, hoy; Perú y Colombia, en poco tiempo, son de este club con mayoría clasemediera. A él pertenecían ya Argentina - que entra y sale – y Uruguay que ya está instalado.”iii
En la cita anterior es notable un recurso literario que es la obrera imaginaria (que con otro respaldo podría llegar a ser la construcción de un “tipo ideal”) pero que difícilmente podría ser considerado de clase media sin la atribución de acceso a determinados bienes de consumo con que se la caracteriza. “Obrera”, por definición de categoría ocupacional, se transforma en “clasemediera” en virtud de su acceso a bienes que ya posee y a la posibilidad de un eventual acceso a crédito con fines de ampliar su consumo a bienes más caros o durables o importantes.
El 27 de julio de 2011, el periódico Milenio da cuenta de un estudio empírico realizado por una consultoría privada (De la Riva Group) que afirma que “aunque el 81% de la población mexicana afirma ser de clase media, sólo tres de cada 10 personas se encuentran en esa condición social”. Esto “significa que cerca de 35.8 millones de los 112.3 millones de mexicanos que radican en el país se encuentran en ese estrato social”. En esta afirmación se encuentra uno de los nudos de la disputa ideológica acerca de la extensión de la clase media en una sociedad. La discrepancia entre los que se identifican como pertenecientes a algún estrato de clase media y la proporción de la población que con algún criterio relativamente objetivo (plausible o verosímil) se pueda incluir ella, da lugar un problema que se intenta solucionar con adjetivos tales como “aspiracional” o transitoria.
Los problemas teóricos y empíricos que plantea normalmente el uso del término clases medias no son considerados debido a que se supone un consenso implícito, o al menos una significación de sentido común, acerca del concepto y sus referentes. Se supone que están en el medio de algo. Ese algo es una estructura que puede ser económica (distribución del ingreso o niveles de consumo), política (administración del estado, civil y militar), ocupacional (trabajo no manual como comercio, servicios profesionales), cultural (educados), etc. Obviamente quien hace la definición tiene en mente varias cosas, como el propósito de una clasificación en función de una explicación de algún hecho o proceso o la propuesta de algún programa o predicción que involucra a esa “clase media” o esas “clases medias” como sujeto activo o pasivo.
Este tema, que ha tenido vigencia en distintos momentos a lo largo de los últimos siglos, ha reaparecido con relativa fuerza en los últimos tiempos. Por una parte, la presencia de una clase media con capacidad de consumo es considerada un indicador de modernidad y “puede que sea el resultado del éxito de ese modelo de organización industrial” [el de Ford].iv Sin embargo, la pregunta acerca de ciertos papeles que desempeñan individuos de indudable pertenencia a algún sector “medio” de la sociedad se encuentra con que no existe una vinculación teórica establecida. Por ejemplo, la ampliación de la participación de individuos de clase media entre las elites profesionales de la política ocupó esporádicamente un lugar importante en la explicación de los cambios, también considerados un caso de modernización, ocurridos en el último siglo en los países latinoamericanos.v También se la considera un actor político ideológico, depositario de algún “sentido común”, que se expresaría en conflictos específicos o en coyunturas críticas, una suerte de “reserva ideológica” con la que hay que contar para bien o para mal.vi
Otro actor protagónico de la política latinoamericana, los militares, al menos el estrato de oficiales y mandos producidos por las academias profesionales, también son identificados como un sector de las llamadas clases medias, ya sea por su origen o debido a que la carrera militar contribuyó al ascenso de sectores populares a través del adiestramiento técnico en esas academias.vii
La necesidad de aclarar los usos del término surge de la valoración que, implícita, o explícitamente se incluye al hacer referencia a ellas ya que la afirmación de la identidad de un país como de clase media lleva algo más que la búsqueda de motivos de orgullo.
Los problemas conceptuales involucrados en esta consideración surgen de la multiplicidad de campos teóricos en los que se da un significado al término, en singular o en plural. La idea de espacio o posición intermedio implica la definición previa de una dimensión o campo, teórico y de observación, y de los extremos o capas superior e inferior. Esto le da inmediatamente a la categoría intermedia un carácter residual e implica una definición negativa. Las clases medias están compuestas por los que NO son ni de arriba ni de abajo, en el caso de una visión de estratificación, o, en el caso de una teoría de clases como la de ciertas versiones del marxismo, son clases que no tienen un papel en la definición estructural de la etapa histórica o del modo de producción que caracteriza a una sociedad específica, por lo tanto pertenecen a alguna superestructura.
Esto último nos coloca enfrente el problema de las múltiples lógicas en las que se insertan los enunciados que tienen a las clases sociales como sujeto. Por un lado están las teorías que ubican a las clases como actores colectivos privilegiados en la explicación de fenómenos o cambios históricos (prominentemente el marxismo, pero no el único en este sentido). Por otra parte están quienes buscan explicar alguna acción, omisión, actitud, opinión o preferencia individual por la pertenencia a alguna categoría social que en algún punto es también definida como clase. Esto conduce a constituir una clase por agregación de individuos que compartes atributos individuales, que pueden ser parte de una acción semejante, pero no colectiva.
La distinción entre acción coincidente y acción colectiva introduce el elemento de organización y/o, al menos, concertación de la acción entre individuos que comparten la característica de “pertenencia” a la clase, lo cual supone, al menos, algún tipo de auto - identificación. Si bien no sería difícil definir una “consciencia de clase media”, especialmente al nivel individual con el propósito de desvincularse de otra categoría más baja y/o identificarse con alguna más alta, esto hace que las referencias empíricas usadas para construir la clase como objeto de conocimiento sean complejas, debido a la heterogeneidad de los individuos que eventualmente serán incluidos en ella y a la variedad de procesos para cuya explicación parezca pertinente recurrir a la caracterización de alguna forma de clase media.
Un elemento que complica aún más el asunto es que no se puede aceptar como criterio empírico solamente el auto – identificarse con la clase media, puesto que individuos que indudablemente estarían por arriba o por debajo de la posición que se busca estudiar, responderían que pertenecen a ella.1 Sin embargo, por aquí asoma una clave que puede ser útil: la identificación de sí mismo como perteneciente a alguna clase media parece tener un correlato ideológico en la identificación de los discursos dominantes acerca de la sociedad, con los que los sujetos interrogados tienden a estar de acuerdo como “discursos de centro” o “moderado” o “sensato”. Esto permitiría asociar, de alguna manera a las clases medias con la estabilidad del sistema social y político. Esto último, sin embargo, deberá ser explicado después de aclarar, al menos en parte, el anclaje o anclajes estructurales que determinarían la presencia de esa actitud más bien conservadora.
Hoy día se atribuye una importancia grande a la existencia de sectores medios en las sociedades, desde la consideración global hasta los casos nacionales. Un ejemplo ilustrativo es el de Jack A. Goldstone, quien considera el crecimiento de la clase media en el mundo en desarrollo como una de las tendencias a considerar como parte de la explicación de la dinámica global en el siglo XXI.
“A mediados de este siglo, la clase media global – aquellos capaces de adquirir bienes de consumo durables como automóviles, electrodomésticos y bienes electrónicos – se encontrarán en lo que hoy se considera el mundo en desarrollo. El Banco Mundial ha predicho que para 2030 el número de personas de clase media en el mundo en desarrollo será 1,200 millones, un crecimiento de 200% desde 2005. Esto significa que la clase media del mundo en desarrollo por sí sola será mayor que la población total de Europa, Japón y los Estados Unidos combinadas. De ahora en adelante, por lo tanto el principal impulsor de la expansión económica global será el crecimiento económico de países de reciente industrialización, tales como Brasil, China, India, Indonesia, México y Turquía.” viii
Sin menoscabo de los muchos argumentos interesantes contenidos en el artículo citado, es digna de destacar la definición de clase media ofrecida en el texto. Sin duda se trata de ubicar el agregado de un tipo o nivel de consumidores. Las consideraciones que se puedan desprender de ello se harán más adelante.
Hay obvias coincidencias en las definiciones de clase media entre algunos de los autores más actuales citados, aún cuando también hay diferencias en el grado de elaboración de la descripción de la población referida. Lo más importante es que la definición descansa en una dimensión fundamental, la capacidad de consumo individual, principalmente. Las consecuencias, reales o imaginadas, para la dinámica de la economía o para las condiciones de vida de la población requerirán de otras fundamentaciones. Sin embargo, esta manera de mirar a la clase media implica abandonar otras preguntas que respecto de ella apuntaban a explicar fenómenos políticos. Esto tiene que ver con el abandono de preguntas que por mucho tiempo orientaron la investigación en ciencia política y sociología. Esto es así porque las alabanzas a las clases medias llevan un mensaje implícito. Es obvio que un país con más clase media que pobres aparece como más presentable. No es obvio que eso pueda hacerlo parecer más desarrollado, de hecho el suponerlo sería ingenuo.ix
Desde el punto de vista de la ciencia política latinoamericana, o referida a la América Latina, los estudios acerca de actores políticos de clase media, como los militares, los políticos profesionales, los intelectuales u otros, buscaban identificar el potencial modernizador que el desempeño de esos actores podría tener sobre el desarrollo de las sociedades latinoamericano. Más tarde, cuando la alternativa parecía ser “reforma o revolución”, la pregunta era de qué lado se inclinaría la “pequeña burguesía” y qué factores estructurales podrían explicar su conducta política.
Desde el punto de vista teórico, en particular desde el punto de vista de la teoría marxista, la aparición, existencia, crecimiento o desaparición de las clases medias ha sido un tema de debate esporádico pero persistente. En lo fundamental se trata de averiguar si existe una base estructural que explique o justifique la presencia en la sociedad de una masa de individuos no vinculados directamente a la producción capitalista, ya sea como capitalistas o como obreros asalariados.
Una discusión muy cuidadosa dentro de la sociología marxista es la que hizo Adam Przeworski a mediados de los años ochenta del siglo pasado. Criticando la explicación de la existencia de una clase media por la disponibilidad de un excedente económico que supera las necesidades de la población directamente involucrada en la producción de los bienes básicos, encuentra que esa explicación es poco convincente e incompleta. Expande su posición en una nota que vale la pena citar:
“El concepto de “clase media” acarrea connotaciones distributivas. De hecho ha ocurrido en la mayoría de las sociedades capitalistas desarrolladas que algunos empleados asalariados y pequeño burgueses obtienen ingresos superiores a los de la mayoría de los trabajadores e inferiores a los de la mayoría de los capitalistas. Estos patrones de distribución del ingreso son importantes porque ellos constituyen la experiencia inmediata de relaciones sociales y, así, sirven para validar ideologías en competencia. Pero estos patrones no son una explicación, ellos deben ser explicados. Que algunas personas obtengan ingresos más altos que los de otros pero inferiores a los de otras no da cuenta de su papel como sujeto histórico en la transformación o preservación de las relaciones sociales. La cuestión es precisamente por qué el resultado de las luchas de clases fue una situación en la que categorías particulares de lugares en el sistema capitalista obtienen cuotas particulares del excedente como remuneración. Tratar a las “clases medias” definidas distribucionalmente como un actor en la lucha a través de la cual cuotas del producto excedente son asignados sería claramente tautológico, porque supondría exactamente aquellos que hay que explicar. La pregunta es por qué ciertos sectores de la pequeña burguesía y de los empleados asalariados están ubicados en el medio de la distribución del ingreso; la respuesta no puede ser que es así porque son la “clase media”.”x
La clase media como actor en las explicaciones históricas
Se puede seguir la trayectoria de las ideas de clase media a través de algunas localizaciones teóricas que nos dicen al medio de qué o entre qué extremos se ubica el “media”. La primera clase caracterizada como media parece haber sido la burguesía, ubicada entre una aristocracia feudal y una clase de trabajadores agrícolas con distintos grados de dependencia con respecto a la tierra y a sus señores. A su vez, el surgimiento de clases medias ocurrió tanto en el campo como en la ciudad y en la comunicación entre ambos mundos a través del comercio itinerante. La variedad de situaciones a la que dio lugar este proceso de diversificación social y económica generó un problema teórico no resuelto, puesto que las categorías que se fueron generando en las estructuras de clases, especialmente a raíz de los cambios en la estructura de la propiedad agrícola, no permite la construcción de un concepto que las contenga, por lo que las denominaciones de las clases medias transicionales se conservan en los idiomas nacionales de cada situación, no por pedantería de los autores sino por ser términos descriptivos de situaciones particulares que requieren comparaciones específicas para ser aplicados a otro país.
De la misma manera, los procesos culturales (ideológicos, políticos y sociales) que definieron el comienzo de la modernidad no permiten el establecimiento de una causalidad que incorpore todas las esferas en que tuvieron lugar. La relación entre la generalización del uso de lengua nacional en el culto cristiano y la literatura, las guerras de religión y las revueltas campesinas de las que emergen, finalmente, los estados nacionales con clases dominantes preeminentemente “burguesas”, no se ajustan al modelo de “revolución burguesa” teorizado a partir del caso francés, que proporciona la ventaja de realizar el cambio político proponiendo un justificación política (y no religiosa) de su realización.
Si se tiene a la sociedad feudal como punto de partida y la sociedad capitalista como punto de llegada, el proceso de transición se convierte en un problema difícil de teorizar, y sobre el cual se ha discutido mucho. Sin embargo, hay procesos que, en general, no han llamado tanto la atención de los clásicos y que parecen iluminadores en el análisis de la evolución de los actores sociales. En particular, la “sociedad cortesana” y el proceso civilizatorio, estudiados por Norbert Elías parecen proporcionar elementos que sería útil retomar como puntos de comparación en una revisión de lo que hoy se predica acerca de las clases medias.xi
El problema teórico queda planteado entonces en términos de definición de un “ser social” que permita caracterizar a un conjunto de individuos que aún cuando se les atribuya una cierta pasividad política, se les considera susceptibles de constituir un actor colectivo relevante para el análisis de procesos políticos en los cuales se resuelve la mencionada lucha por los excedentes económicos.
El punto importante es que lo que se trata de agrupar como clase media corresponde a una pluralidad de situaciones de clase que pueden tener en común un amplio sector de la distribución del ingreso, dependiendo sólo de definiciones empíricas. La noción de situación de clase busca definir elementos estructurales que, más allá de atributos individuales, puedan dar pistas acerca de la posible constitución de actores colectivos. No es lo mismo entonces que un estudio de estratificación.
Algunas dimensiones que pueden ser útiles para estructurar una visión de este tipo son las dicotomías trabajo manual/no manual y dependencia/independencia del Estado. Estas dicotomías permiten, en algunos casos, dirigir la mirada a sectores indiscutiblemente de clase media que se han erigido como actores políticos. Un actor históricamente importante ha sido las fuerzas armadas. Sin embargo, por ser un sector imbricado estructuralmente con el Estado, su acción no es explicable sin otros elementos ideológico-culturales. Cualquier otro grupo, como por ejemplo los comerciantes, requiere también un análisis que vaya más allá de un simple reduccionismo estructural. Lo que las clases medias ponen en evidencia, por su carencia de un anclaje único y simple en la estructura de la propiedad de los medios de producción, es la necesidad de incorporar las complejidades del análisis de las relaciones estructura - superestructura.
La dependencia del Estado de algunos sectores de clase media es importante debido a que la dinámica del cambio histórico no va sólo en la dirección de la sociedad al Estado sino que, en muchos casos, es la contraria. Una vez iniciado un proceso de gestación de un cambio social, su destino se juega en el Estado. Es así que una crisis “social” sólo se percibe como crisis política. El cambio social acumulado se transforma en un cambio político que busca reordenar la sociedad.
La importancia de las clases medias en la política es decisiva pero no tiene un sentido predeterminado teóricamente. Se le atribuye un papel a partir de programas y estrategias que le suponen características estructurales que son difíciles de probar. Sin embargo hay coyunturas en las que es innegable la importancia de los papeles que juegan las clases medias. Estos son tan plurales como los sectores sociales mismos identificables con ellas. Por una parte, la dependencia/independencia del Estado es crucial en las coyunturas en que en períodos de mediana duración, se puede pensar en movimientos cíclicos en que se redefinen las relaciones entre estado y mercado. Los extremos puros sólo existen en la ideología, como modelos ideales, y a este respecto es observable que el campo ideológico privilegiado ha sido desplazado desde la política al de la “ciencia” económica. De lo que se trata es de qué teoría económica domina el sentido común, que en el conjunto de la sociedad es crecientemente el sentido común de las clase medias. Dentro de éstas hay rasgos que parecen definir atributos del sistema. Por ejemplo, si se piensa en la hegemonía como el consenso en que los cambios pueden ser más onerosos, en todo sentido, que la conservación del status quo, la percepción de la clase media es crucial para la conformación del pensamiento de la sociedad en su conjunto.
La discusión liberal acerca de la democracia en el siglo XIX ponía el acento en la necesaria independencia de criterio que el ciudadano debería tener para opinar racionalmente acerca de las cuestiones públicas. Para eso se consideraba fundamental la independencia económica, lo cual daba lugar al derecho a voto condicionado a requisitos económicos, el voto censitario. La ampliación del derecho a voto (ciudadanía política) a aquellos que siendo asalariados (económicamente dependientes) supieran leer y escribir sostiene el principio de la independencia de criterio y sólo reemplaza por la alfabetización, o la considera equivalente, el requisito económico.
La independencia económica se consideraba un atributo de una amplia clase media (una burguesía) situada entre la aristocracia y el pueblo. “Lo burgués” es una cualidad ambigua, despreciada por la aristocracia como vulgar, cursi, de mal gusto. Por otro lado, la concepción marxista, especialmente en el siglo XX identificó lo burgués y la burguesía con el conjunto de la clase dominante, borrando las diferencias culturales entre aristocracia y burguesía y aceptando, con criterio economicista, en todo caso, la existencia de una pequeña burguesía.
Esta visión corresponde más o menos estrechamente a la concepción de las clases tomada de la tradición y el ejemplo de la revolución francesa. De ahí la visión que puede ofrecer una imagen idealizada de la clase media como un elemento progresista en ciertas circunstancias. Recordar que en una versión simplificada de la interpretación marxista de la historia, el orden feudal y su versión decadente, el antiguo régimen, son destruidos por una clase media, no por los siervos. De ahí surge un concepto de revolución “democrático-burguesa” como una etapa de democratización de la política y la sociedad, por la cual se pregunta insistentemente si tuvo lugar o no y cuando habría ocurrido (si es que ocurrió) en los países latinoamericanos.
Otra visión menos estereotipada de revolución burguesa, menos teorizada debido a las particularidades históricas, especialmente al haberse expresado el conflicto social y político a través de la ideología religiosa, es la revolución inglesa del siglo XVII, de la cual sale un tipo de clase media distinta culturalmente de la idea del burgués francés, el “gentleman”. Esta imagen no tiene en América Latina la difusión de la imagen de lo burgués de origen francés. Es más bien una rareza propia de algunos individuos que aspiran a una imagen aristocrática.
En América Latina las clases medias crecieron en dos vertientes, conectadas en muchos casos pero distinguibles: la ampliación de la actividad económica urbana, comercio y servicios, que enmarcó a una clase media de profesionistas y comerciantes y los servicios y aparatos estatales, educación, administración pública y fuerzas armadas. Aquéllos, independientes relativamente del Estado y éstos no sólo dependientes sino encarnación del Estado. Sin embargo, desde este punto de vista, está pendiente el estudio cultural de la formación histórica de las clases medias latinoamericanas, por ejemplo, en relación a la supervivencia o no de una oligarquía a través de los procesos de modernización que tuvieron lugar en el siglo XX.
La clase media como resultado del desarrollo y de la política económica
La cuestión central, en todos los casos, es el problema de la heterogeneidad de los sectores sociales que quedan agrupados dentro de una misma categoría distributiva. Esto no quiere decir que sea inútil el estudio de la distribución del ingreso con propósitos de investigación social o política. Un buen ejemplo es el trabajo de Fernando Cortés y Rosa María Rubalcavaxii, a comienzos de los años noventa del siglo pasado, con datos de las encuestas de ingreso gasto de los hogares correspondientes a 1984, ofrecen una transformación de los deciles de hogares en estratos a través de la incorporación de la composición ocupacional, usando datos indirectos de las propias encuestas.
La clasificación que ofrecen estos autores es la siguiente:
El estrato bajo comprende los deciles I, II, III, con una composición ocupacional que comprende la mayor parte de los hogares agrícolas, hogares de trabajadores de otros sectores en el medio rural y los hogares marginales urbanos (principalmente trabajadores por cuenta propia en la manufactura y en servicios menores).
El estrato medio bajo comprende los decies IV, V, VI, y VII, agrupando hogares de agricultores, de trabajadores de servicios tradicionales (comercio y servicios personales) en el medio rural y en el urbano, obreros de la construcción, obreros asalariados no calificados y eventuales de la industria moderna y a hogares de asalariados no manuales.
El estrato medio comprende el decil VIII, al cual pertenecen hogares de trabajadores asalariados no manuales (empleados bancarios, oficinistas y técnicos), obreros asalariados de la industria, empresarios menores (por cuenta propia en el comercio y otros sectores) y algunos agricultores prósperos.
El estrato medio alto incluye sólo el decil IX y está formado por hogares de trabajadores estables del sector formal (profesionistas dependientes e independientes, empleados de confianza del gobierno y obreros de la industria moderna) y hogares de pequeños empresarios (en la industria y el comercio).
El estrato alto está formado por el último decil y se integra con hogares de empleadores, gerentes y profesionales y técnicos de alto nivel, (independientes y dependientes).
El ingreso familiar promedio de cada estrato es:
Bajo 0.67 salario mínimo
Medio bajo 1.83 salarios mínimo.
Medio 3.29 salarios mínimos
Medio alto 4.56 salarios mínimos
Alto 9.10 salarios mínimos
Lo más notable de esta estratificación es la desigualdad. Si se observa las diferencias entre tramos, prácticamente el alto recibe el doble del medio alto y, a su vez, el medio bajo casi triplica la participación del decil más bajo. De este modo, para lo que se quiere mostrar aquí, el establecer una clase media a partir de estos estratos de ingreso resulta en una heterogeneidad importante tanto en términos de ingresos como de categorías ocupacionales, lo cual hace muy difícil atribuir alguna cualidad político ideológica que convierta a ese conjunto en un actor relevante.
Sin embargo, el tema de la desigualdad aparece como central a partir de la necesidad de evaluar la evolución de la distribución del ingreso tanto como efecto de la aplicación de modelos de desarrollo y de política económica así como de posible causa o elemento explicativo, al menos parcial, de otros fenómenos tanto económicos como políticos. Si se acepta que en la década de los ochenta ocurrió una reorientación del desarrollo nacional de México, hay, en otro trabajo de Fernando Cortés datos que permiten establecer que algunas distancias en esa misma clasificación a partir de los deciles de distribución del ingreso han aumentado significativamente. En particular, en lo que se refiere a las clases medias, deciles IV a IX, se observa que “el número de hogares necesarios para obtener el ingreso de un hogar del décimo decil, según deciles de ingreso per cápita”, pasa de 23 en 1977 a 19 en 1984, a 24 en 1989 y a 27 tanto en 1992 como en 1994.xiii
Estas observaciones, al margen de la actualidad que hoy puedan o no tener, ilustran la evolución de la distribución del ingreso y una distancia que desde el punto de vista de la auto percepción de la clase media puede ser muy importante. Cuando se dice que la clase media tiene un carácter “aspiracional” se está aludiendo a la referencia que las clases medias hacen al consumo de las clases altas como modelo. Estos patrones son ampliamente difundidos en la cultura de los medios masivos de comunicación. El aumento de la distancia entre los sectores medios y los altos puede ser una fuente de frustración que tenga consecuencias en niveles sociales y no sólo psicológicos.
Estas observaciones se refieren a los límites superiores del amplio espectro de clases medias. Por otra parte, en el estudio del Banco Mundial aludido al comienzo se centra la preocupación en el otro límite, el que separa a las clases medias de la pobreza. La moda en la distribución del ingreso en América Latina se ubica en el intervalo que denominan como “vulnerables”, esto es, que tienen un ingreso per cápita diario entre 4 y 10 dólares de Estados Unidos de Norteamérica, siendo los límites para clase media entre 10 y 50 dólares per cápita. Lo que este informe destaca es que, a pesar de que en 2009 el 68% de la población de la región vivía bajo el nivel de clase media, este sector se divide en 30% en pobreza (entre 0 y 4 dólares per cápita diarios) y 37.5% ubicado entre la pobreza y el límite inferior de la clase media (entre 4 y 10 dólares per cápita diarios).
Lo que remarca este estudio es que a partir de mediados de los noventa del siglo pasado y el fin de la primera década del presente, por lo menos el 43.0% de la población de la región experimentó algún grado de movilidad y la mayoría d estos movimientos fueron de ascenso.
Lo que parece más importante de toda esta discusión empírica es que la dinámica de la distribución del ingreso, en términos muy generales, parece moverse en el sentido de disminuir la pobreza más extrema, aumentar el sector definido como vulnerable (es decir con probabilidad de caer de regreso en el estrato más pobre) y un aumento de la clase media en los últimos años.
Todo esto avalaría la línea de pensamiento que más arriba hemos caracterizado como satisfecha del logro que significa a nivel nacional (en México pero también en otros países de la región) el dejar de ser una sociedad caracterizada por sus niveles de pobreza y encaminarse hacia una sociedad de clase media. Si esto es así, hay algunas preguntas que surgen acerca de lo que se espera de una sociedad tal y sus características.
Regresando al acceso al consumo como característica propuesta para la clase media, se puede preguntar por las formas de este acceso. En particular, lo que ha llamado la atención en algunos casos (como el de Chile que más de una vez ha sido propuesto como modelo de aplicación de las políticas económicas dominantes) son los niveles de endeudamiento de las personas, tanto en créditos hipotecarios como de consumo. Este es un campo en que las evidencias no son tan claras pero la investigación periodística resulta en ciertos casos alarmantes. Este elemento debería considerarse como parte de un enfoque histórico del proceso de incorporación de nuevos sectores a las clases medias.
Si se espera una actitud conformista o conservadora a partir del movimiento ascendente de sectores recientemente incorporados a las clases medias, habría que considerar el peso del endeudamiento como elemento limitante de la independencia personal, especialmente en una sociedad que proclama los valores liberales. Por otro lado, ya se ha señalado el distanciamiento del segmento más rico de la sociedad, cuyo consumo conspicuo es cada vez más visible para el conjunto de la población, al cual se le propone este modo de vida como modelo de bienestar e incluso estético.
Es verdad que elementos como la educación superior y el acceso a ella constituyen vías de movilidad muy importantes pero, así como el consumo de bienes durables se ha banalizado, la comercialización de la educación (extrema en Chile) ha producido una desvalorización de su contenido y las expectativas que crea. La ampliación de la matrícula en la educación superior chilena, a través de planes de financiamiento con respaldo del estado,xiv ha conducido a niveles de endeudamiento que no parecen justificarse para las familias de estudiantes a quienes, incluso la culminación exitosa de una carrera, no parece garantizarles un acceso a un empleo cuya remuneración permita pagar la deuda contraída y tener un nivel de vida satisfactorio. Esto es, a primera vista, lo que hace que el modelo produzca un rechazo que rebasa el campo educativo al incorporar no sólo a los estudiantes (enfrentados a un futuro frustrante) sino también a sus padres y otros sectores (como los gremios de trabajadores de la educación) afectados por la mercantilización que, en una primera aproximación facilitaría la movilidad social.
Conclusiones
La principal conclusión de esta exploración del tema de las clases medias es que las discrepancias acerca de su tamaño y, consecuentemente, su importancia en el conjunto de la sociedad, no es dirimible empíricamente. Esto se debe a una característica propia de la investigación científica consistente en que toda observación está determinada (al menos en una parte sustancial) por los conceptos que definen el observable. En este caso, como se ha mostrado más arriba, el tamaño que se le atribuya a un sector social cualquiera depende del concepto que de ese sector se haya construido.
En este caso hay dos cuestiones básicas a definir para caracterizar las diferencias teóricas: primero la ubicación en términos de las dos lógicas principales en la consideración de actores sociales, es decir si se trata de construir teóricamente un actor social o político colectivo o de examinar una conducta atribuible a individuos que comparten características semejantes y, por lo tanto, por agregación de sus comportamientos individuales, se pueden “clasificar”, es decir constituir una clase estadística.
Esta primera dicotomía puede conducir a otras subcategorías en cada caso, pero en primera instancia es posible distinguir la inclinación preferente a ubicarse en el campo de alguna de las ciencias sociales, a partir del tipo de conducta que se busca imputar a la clase media construida de alguna de estas maneras y a la selección de variables utilizada para su caracterización.
Algunas características importantes de la sociedad actual y las formas de consciencia predominantes en ella se muestran muy claramente en esta discusión (y quizás en ello reside la mayor parte de su relevancia). Por una parte está la reducción economicista de la estratificación social, reducción que hace que las posiciones sociales relevantes sean conceptualizadas como las que conduzcan a definir la “capacidad de consumo” de los individuos y las familias. En otros tiempos esto podría haber estado determinado por la distribución de ingresos monetarios pero hoy, el dominio de las finanzas se expresa en que la capacidad que importa es la de “endeudamiento”. Esto, más que una redistribución del ingreso es lo que constituye a una clase de consumidores “aspiracionales”, es decir con una inclinación al consumo más allá de sus posibilidades reales pero que como deudores pueden tener un papel importante en la dinamización de la economía global, hasta el punto de formar parte de los factores mencionados entre los que podrían estimular una futura recuperación de la economía de los Estados Unidos de Norteamérica.xv
En la consideración dinámica predomina la visión economicista, a pesar de la inclusión de variables de psicología social, lo que supone el enfoque de la estratificación y clasificación como construcción de agregados de individuos o familias. La consideración del origen y destino de actores sociales nuevos tendría que conducir a preguntas acerca de su probable acción en la sociedad que se reconfigura a partir de su misma presencia como “recién llegados” a una nueva situación.
La clase media que generó la transformación de la sociedad feudal tenía también componentes complejos. Unos venían en descenso, otros ascendían y otros eran foráneos. Sin embargo, en conjunto, generaron una clase que se denominó burguesía y una sociedad que, a su imagen y semejanza, se denomina burguesa. ¿Existe en la nueva clase media, con las características que se comienzan a insinuar y que se ha examinado someramente aquí, el potencial de producir algún cambio en la sociedad que lleguemos a llamar histórico en algún momento en el futuro?
1 Ver más arriba la cita del diario Milenio del 27 de Julio de 2011.
i Ferreira, Francisco H. G., Julián Messina, Jamele Rigolini, Luis Felipe López-Calva, María Ana Lugo, and Renos Vakis. 2013. Economic Mobility and the Rise of the Latin American Middle Class, Washington, DC: World Bank. doi: 10.1596/978-0-8213-9634-6. License: Creative Commons Attribution CC BY 3.0
ii Gabriel Quadri De la Torre. En Lomas de Tarango “vive la clase media emergente”: Quadri. Milenio. Abr. 4, 2012.
iii Castañeda, Jorge G.: “México: dos temas que celebrar”. Reforma, 16 de septiembre 2010.
iv Cornella, Alfons, Infonomía.com. La gestión inteligente de la información en las organizaciones. Ediciones Deusto, Bilbao, España, 2002.
v Johnson, John J., Political Change in Latin America. The Emergence of the Middle Sectors. Stanford University Press, Stanford, California, 1958. Ratinoff, Luis, The New Urban Groups: The Middle Classes, en Elites in Latin America, Edited by Seymour Martin Lipset and Aldo Solari. Oxford University Press, USA, 1967.
vi Angell, Alan, “Social Class and Popular Movilisation in Chile: 1970 – 1973”.
vii Johson, John J., Militares y sociedad en América Latina. Editorial Solar / Hachette, Buenos Aires, 1964.
viii Goldstone, Jack, “The New Population Bomb. The Four Megatrends That Will Change the World”. Foreign Affairs Vol. 89, N° 1, Enero - febrero de 2010.
ix Luis de la Calle y Luis Rubio, Clasemediero. Pobre no más, desarrollado, aún no. CIDAC, México, D. F., 2010.
x Przeworski, Adam, Capitalism and social democracy, Cambridge University Press, Cambridge, 1985.
xi Elías, Norbert, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y pdicogenéticas. Fondo de Cultura Económica, México, 1989.
xii Cortés Fernando y Rosa María Rubalcava, Autoexplotación forzada y equidad por empobrecimiento,El Colegio de México, México, 1991.
xiii Cortés, Fernando, La distribución del ingreso en México en épocas de estabilización y reforma económica, CIESAS – Miguel Ángel Porrúa, México, 2000.
xiv Guzmán, Juan Andrés y Gregorio Riquelme, “CAE: cómo se creó y opera el crédito que le deja a los bancos millonarias ganancias”, en Lo mejor de CIPER 2. El periodismo que remece a Chile, Editorial Catalonia, Santiago de Chile, 2012.
xv The Economist, 14-20 de julio, 2012, p. 9.