N°24 / numéro 24 - Janvier 2014

¿Qué entender por una política anti crisis?

Hernán Luis Torres Núñez

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¿Cuándo y por qué hablamos de una economía en crisis? La economía de un país entra en crisis cuando su producto bruto interno deja de crecer, si esto se prolonga por más de dos trimestres la cosa se pone color de hormiga. La desaceleración en el crecimiento del producto interno bruto provoca un ascenso en la tasa de desempleo y una caída en la inversión neta. Que el producto interno bruto deje de crecer significa que la cantidad de bienes y servicios que se producen en un período determinado deja de crecer, y hasta puede llegar a disminuir en términos absolutos. El producto interno bruto puede observarse desde dos ópticas, la primera que ya comentamos, como la cantidad de bienes y servicios que se producen, y por otro lado,  como las remuneraciones a los factores de producción, digamos los sueldos y salarios y las ganancias de capital.

Crisis y la política económica

Lo anterior significa que la cantidad de dinero que gana la gente deja de crecer, se estanca en un determinado nivel. Lo grave del asunto es que todo el tiempo hay gente que quiere ingresar al mercado de trabajo y en épocas de crisis económica no encuentran colocación, e incluso, aquellos que tienen trabajo lo pueden perder. Todo esto genera una caída de la demanda de bienes y servicios que desestimula a los inversionistas a colocar dinero en la producción, lo que resulta en colocaciones especulativas del dinero, que a la larga pueden generar desequilibrios monetarios (capitales golondrinos que van de una bolsa de valores a otra).

En los momentos de crisis todas las miradas se voltean hacia el gobierno como la tabla de salvación, aún en los países recalcitrantemente capitalistas al estilo laissez faire. En esta situación los gobiernos implementan recetas económicas para controlar la crisis económica, y las recetas que usan tienen un sesgo ideológico aunque se presenten como decisiones técnicas. Una de las recetas señala que deben bajarse las tasas de interés, que es el precio que se paga por el dinero, para que la baja en la tasa de interés activa (tasa que cobran los bancos por prestar dinero) sirva de estímulo a la inversión y la baja en las tasas pasivas (las que pagan los bancos por los ahorros de la gente) desestimulen el ahorro e incentiven el consumo.

Otra política económica anti crisis puede ser incrementar el gasto público como elemento dinamizador de la economía. Esto puede darse por la vía de inversiones en obras públicas o programas sociales para los sectores más pobres. Esta acción del gobierno puede incentivar la demanda de bienes y servicios que siempre se ve afectada por las crisis.

Sin embargo, en esta crisis nos encontramos con una situación particularmente difícil. En el mundo industrializado las tasas de interés han bajado a cero, y a pesar de esto, la economía no levanta cabeza. La incertidumbre de los asalariados por el futuro les hace ser muy precavidos y prefieren ahorrar que gastar, a pesar de cualquier estímulo. Los inversionistas por su parte, al no ver que la demanda se reactiva se muestran renuentes a invertir y a pedir prestado.

En virtud de lo anterior, pareciera ser que la salida sería dinamizar la economía por la vía del incremento del gasto público. Sin embargo, este camino es cuesta arriba porque los gobiernos europeos, en particular, aquellos que tienen las economías más débiles como Grecia, Portugal y España, aunque uno de los gigantes europeos como Italia también está asfixiado, están endeudados hasta el cuello, en cifras que superan su producto bruto interno y con serios problemas en su sector bancario.

La única manera que tienen estos gobiernos de hacer frente a la crisis es mantener o aumentar su gasto público, lo que los obliga a endeudarse aún más. Y aquí viene la tragedia, las economías más fuertes de Europa no están dispuestas a prestar dinero alegremente, por lo tanto, imponen ciertas condiciones, una de estas, es la aplicación de una política de austeridad. Una política de este tipo implica que los gobiernos deben reducir sus gastos para que puedan devolver el dinero prestado y esto los empuja a un círculo vicioso perverso. Reducir el gasto público significa recortar beneficios como las pensiones y despedir empleados públicos, esto como corolario contrae la demanda y no reactiva la inversión. Además, este tipo de políticas al frenar la reactivación económica hace que los gobiernos reciban menos ingresos por concepto de impuestos. Las economías más débiles de Europa se encuentran contra la pared.

Aunado a todo esto, tenemos que las políticas de austeridad conducen a una inestabilidad social y política, la gente sale a protestar a las calles y hay gobiernos que colapsan y caen. Hay mucho sufrimiento, angustia y rabia en la población, la gente pierde su trabajo y hasta sus casas, la calidad de vida cae brutalmente.

Las economías fuertes de Europa, Francia e Inglaterra, pueden ayudar a las economías más débiles por la vía de créditos, sin embargo, quieren asegurarse de recuperar el dinero que en algún momento pudieran necesitar para apuntalar su propia economía doméstica, además que la población de esos países puede ver con malos ojos la salida de dinero de su país. Estos países también están en una situación difícil, si no ayudan a los más débiles y los dejan naufragar, su propia economía se puede resentir por la vía de un recorte de sus exportaciones, además pueden perder el dinero que sus bancos han prestado con anterioridad, y si los ayudan deben imponer condiciones que dificultan la recuperación económica de estos últimos, lo que repercute en sus exportaciones hacia esos países. He aquí el nudo gordiano de las economías europeas, y no aparece ningún Alejandro Magno que lo desate.

Volviendo a América

La economía estadounidense no reacciona favorablemente, el crecimiento económico y el empleo no se restablecen, a pesar de las tasas de interés por los suelos. Además, Estados Unidos está pronto a estrenar un nuevo presidente, y dependiendo de quien sea el ganador, el republicano conservador Romney o el demócrata Obama, la política económica tendrá un sesgo conservador o liberal. Si gana Romney podemos esperar una política económica clásica que apuesta a la disminución de los impuestos de los más ricos para incentivar la inversión y recuperar la economía. Podemos esperar un gasto mayor en defensa como un mecanismo para incrementar la inversión. Por el contrario, Obama puede impulsar una política de incremento de la demanda de los consumidores para reactivar la economía por la vía del gasto social.

En este punto es donde quiero resaltar el aspecto ideológico de las recetas económicas para superar las crisis económicas, la receta conservadora siempre hace hincapié en el lado de la producción y la inversión. Es decir, parte del supuesto que la palanca fundamental de la economía está en el lado del capital y que los trabajadores dependen de la buena voluntad de los ricos inversionistas que arriesgan su capital para generar beneficios, y de esa manera, ayudar a los asalariados a través de la oferta de un puesto de trabajo. Por el otro lado, los gobiernos con inclinación a la izquierda prefieren mantener los impuestos altos y por la vía del gasto social incentivar el consumo y que este impulse la inversión.

No podemos dejar de mencionar a Venezuela, desde hace ya algunos años el gobierno ha venido impulsando el gasto social (consecuente con su adhesión ideológica) lo que ha incentivado el consumo, sin embargo, con una grave distorsión que no ha permitido que esta demanda creciente haya impulsado la producción de bienes nacionales. Por lo tanto, el gobierno se ha visto obligado a importar en forma masiva. Además, y a pesar de los altos precios petroleros ha debido endeudarse, aunque aún el nivel de endeudamiento no alcanza niveles alarmantes con respecto al producto bruto interno. A pesar de su ingreso petrolero Venezuela también ha pasado por períodos de crisis, aunque en su momento se dijera que el país estaba blindado, lo que no fue cierto. Cabe destacar que el problema de obtener una producción de bienes creciente y que pueda satisfacer adecuadamente la demanda ha sido el dolor de cabeza de las economías socialistas.

En resumen, podemos ver que las crisis económicas se han hecho recurrentes y cada vez parecen adquirir grados de complejidad aún mayores. En los momentos de crisis se entiende que el Estado y el sector privado deben colaborar para su superación.

Conclusión

Tal y como están las cosas parece ser una insensatez la adopción de un sistema capitalista de tipo laissez faire, un capitalismo salvaje sin regulación alguna y con un Estado pigmeo. Sin embargo, por otro lado, parece una insensatez también plantearse un modelo de socialismo total con control absoluto del aparato productivo, un modelo que ha fracasado a nivel mundial. Pareciera ser que se impone un modelo mixto, de cooperación entre el sector público y el privado, un modelo en el cual el Estado ejerza un poder de control y regulación del sector privado sin asfixiarlo, creo que ha quedado claro que no se puede desregular el sistema bancario.

Es evidente que en el futuro debe darse una política económica no anti crisis, sino más bien una política que trate de anticiparse al estallido de las mismas. Creo que aquí es donde está el reto futuro de la ciencia económica.

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Andrei Salavastru

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