El mundo puede estar observando con incredulidad la tensión de las relaciones entre el gobierno de Venezuela y el de Estados Unidos, sobre todo, llama la atención que Barack Obama haya decidido sacar una resolución ejecutiva declarando una emergencia nacional calificando a Venezuela como un país que atenta contra la seguridad nacional de los Estados Unidos. A todas luces suena como algo muy exagerado una declaración de este tipo, Venezuela no es Irán, ni Siria, ni Irak, ni Libia, ni el Estado Islámico. Además, Venezuela no está ubicada en una zona de guerra. Por otra parte, el petróleo venezolano ha dejado de ser un insumo estratégico para Estados Unidos, y en el plano político, Venezuela ha ido perdiendo terreno en su influencia sobre otros países latinoamericanos.
Por los momentos, la decisión estadounidense se ha limitado a señalar a siete generales venezolanos como responsables de violaciones a los derechos humanos generadas en la represión del gobierno venezolano a las manifestaciones de los opositores que han ocurrido en el país. A estos siete militares se les ha negado la visa para entrar a Estados Unidos y se le ha dictado la congelación de activos que pudieran tener en el país. El gobierno norteamericano ha señalado que no se afecta la relación comercial entre ambos países, siguiendo ese lema muy norteamericano de que “business is business” (negocios son negocios). Con anterioridad y por una iniciativa del Senado norteamericano se les retiró la visa a una lista no publicada de funcionarios venezolanos y familiares supuestamente incursos en violaciones de derechos humanos y corrupción.
Es imposible hacer un análisis de lo que está sucediendo en el plano de las relaciones bilaterales Estados Unidos – Venezuela sin un análisis de la situación interna venezolana, y como ha sido la historia de las relaciones entre los dos países desde que el chavismo tomó el poder en Venezuela.
Desde los tiempos en que Chávez era presidente, el discurso fue de confrontación con los Estados Unidos, Chávez se refería al país del norte como el imperio y siempre estuvo y se manifestó en contra de las intervenciones militares en otros países. Sin embargo, formaba parte de una retórica que lo ubicaba a Chávez como un gobernante socialista, anticapitalista y antiimperialista que quería ser un líder de Latinoamérica, un contrapoder al poder estadounidense que durante la Guerra Fría consideraba a esta región como su patio trasero. Los negocios entre ambos países seguían fluyendo como de costumbre, Venezuela exportando petróleo a Estados Unidos e importando todo tipo de bienes y servicios.
Finalmente, la tensión entre ambos llegó al retiro de embajadores cuando Venezuela no le dio el consentimiento a un embajador norteamericano hace más de dos años. Venezuela esporádicamente siempre culpaba a Estados Unidos de entrometerse en los asuntos internos de Venezuela, en particular, de haber participado de alguna manera en el intento de golpe de estado contra Chávez en el 2002 y la posterior huelga general y la paralización de la industria petrolera que duró hasta principios de 2003. En términos generales, las acusaciones de injerencia norteamericana en la política interna venezolana siempre fueron muy vagas y no se dieron pruebas contundentes de su participación en dichos eventos.
Desde que Maduro asume la presidencia de Venezuela, han venido proliferando las acusaciones de complots para dar un golpe de estado y las denuncias contra el gobierno norteamericano de injerencia en la política interna del país caribeño, las pruebas presentadas al respecto lucen insuficientes y se circunscriben a lo expresado por Maduro en sus discursos antiimperialistas y de denuncia permanente del gobierno norteamericano.
Ahora bien, Venezuela está sufriendo una crisis económica que sin duda alguna ha venido profundizándose desde que Maduro asumió el poder al ganar las elecciones hace unos dos años con una ventaja mínima sobre el candidato de oposición, algo así como un 2 %. En el 2014 la inflación se elevó a más de un 60 %, y la inflación en los alimentos a 100 %, para este año 2015, se vaticina una inflación que llegue al 100 %. En ese mismo año 2014, el país entró en recesión con decrecimiento del producto bruto interno. La escasez de productos de primera necesidad es aguda, las últimas cifras la ubicaban en más de un 30 %, los venezolanos al visitar los supermercados no encuentran papel higiénico, carne, pollo, desodorantes, champú, hojillas de afeitar, leche, pañales para los bebés, etc. El índice de escasez se ha dejado de publicar, así como también, el índice de inflación se da a conocer con un retraso de tres meses.
La bandera política del gobierno chavista la disminución de la pobreza ha venido menguando en la medida que el índice de pobreza ha vuelto a aumentar, llevando a este a niveles de 1998, es decir de cuando Chávez llegó al poder. Como corolario de esta situación económica el gobierno de Maduro ha venido perdiendo popularidad y hoy según diversas encuestas su popularidad se encuentra a un nivel de 20 %, el difunto Presidente Chávez siempre mantuvo una popularidad por encima del 55 %.
No podemos dejar de mencionar que esta situación de crisis económica se presenta con toda su crudeza en el 2014, cuando el precio del barril de petróleo venezolano estaba en el orden de los 90 dólares. Hoy en día, el precio del barril venezolano se encuentra en el orden de los 45 dólares. Es recién ahora, a partir de abril que el gobierno sentirá el efecto del desplome del precio del crudo con un flujo de ingresos reducido al 50 %, cabe destacar que el 97 % de los ingresos en dólares del país proviene de la nacionalizada empresa petrolera. Es lógico pensar que el gobierno no podrá seguir financiado generosamente sus programas sociales que le han significado el apoyo masivo de los más pobres. Es un hecho que en las barriadas pobres del país comienza a crecer el descontento, en la medida que el flujo de recursos del gobierno va disminuyendo.
Según muchos economistas venezolanos, el barril de petróleo a 100 dólares ya no era suficiente para mantener los gastos del gobierno, generándose ya un déficit público del orden de un 15 % del producto bruto interno y un nivel de endeudamiento creciente.
En Venezuela existe un control de cambios estricto, pero extremadamente engorroso con varias tasas de cambio, una de Bs. 6,30 por dólar para la importación de alimentos y medicamentos, otra a Bs. 12 por dólar para otras importaciones, y una tercera tasa de cambio que fluctúa de acuerdo a la oferta y la demanda que en estos momentos se ubica en Bs. 178 por dólar, siendo en definitiva, el gobierno quien asigna los dólares al sector importador privado.
En estos momentos, todos los sectores económicos se quejan de que el gobierno no está entregando dólares suficientes, lo que es muy grave para un país que importa prácticamente todo. En la actualidad, hay escasez de todo tipo de medicamentos, de equipos médicos y material quirúrgico, la mitad de los quirófanos del país están cerrados por falta de insumos. El mercado negro de dólares que existe a pesar de los mecanismos oficiales, y debido a que el gobierno no proporciona los dólares necesarios, ha llevado en dos meses el valor del dólar negro o paralelo desde Bs. 180 por dólar a Bs. 280. Sin ahondar en el tema tenemos que decir que el control de cambios con tasas de cambio tan diferenciadas y la persistencia de un mercado negro del dólar, ha traído una situación muy grave de distorsión de la economía. Además, el control de cambios no ha evitado la devaluación constante de la moneda, ni la fuga de capitales, y se ha convertido en una fuente de corrupción, permitiendo a unos pocos con conexiones con el gobierno, adquirir dólares a Bs. 6,30 para importaciones que nunca llegan al país, dichos dólares son luego vendidos en el mercado negro. Por esta vía, se ha denunciado la salida de 20 mil millones de dólares.
Volviendo a la esfera de lo político, tenemos un gobierno que se encuentra impotente frente a una crisis económica muy grave, tal como lo hemos comentado anteriormente, con un declive pronunciado de su popularidad, con unas elecciones legislativas en este año que puede perder, lo que significaría perder el control del parlamento, con la posibilidad de un referendo revocatorio del mandato de Maduro a mitad de su mandato.
Por supuesto, no llama la atención que frente a esta situación, el discurso del gobierno se torne belicoso en extremo con los adversarios políticos, a los cuales califica de enemigos que están llevando adelante una guerra económica en su contra, aduciendo que los empresarios están acaparando los productos de primera necesidad y desviándolos hacia un mercado negro donde se venden a cinco o diez veces el precio regulado por el gobierno. Los opositores son calificados como traidores a la patria y vendidos al imperialismo norteamericano que los financia y les da apoyo logístico, según la argumentación gubernamental.
Podemos sospechar que frente a un panorama tan adverso para el gobierno, pueda haber una utilización del discurso belicoso en contra de un enemigo externo e interno para cohesionar a las fuerzas que sostienen al chavismo, apelando al nacionalismo combativo, una receta ampliamente usada en la historia. En Venezuela, es ampliamente conocido y discutido que el chavismo ya no es una fuerza monolítica como en tiempos de Chávez, Maduro no solo debe enfrentar a la oposición política, sino a las fuerzas que se pelean el control del partido de gobierno, el partido Socialista Unido de Venezuela.
Maduro acaba de presentar ante el parlamento venezolano la solicitud de una ley habilitante antiimperialista con una duración de seis meses. Este tipo de ley permite al Presidente decretar leyes de todo tipo sin la discusión en el Parlamento. En este caso se fusionan las potestades del Ejecutivo con el Legislativo, lo que se puede ver como un serio menoscabo de la democracia y la separación de poderes. El argumento esgrimido para una ley habilitante en estos momentos es evitar decretar un estado de excepción que significa que se restringen los derechos ciudadanos. Por los momentos, no sabemos qué decretos pueden emanarse de esta ley habilitante, solo podemos especular al respecto. ¿Será acaso esta ley habilitante el instrumento para promover algo parecido a la ley Patriota de Bush destinada a combatir el terrorismo después del atentado de las Torres Gemelas en Nueva York ? ¿El Ejecutivo limitará los derechos ciudadanos ? ¿Esta ley habilitante permitirá al Ejecutivo suspender las elecciones legislativas de este año ? ¿Podrá el Ejecutivo ilegalizar a los partidos políticos de oposición ? ¿Le facilitará al Ejecutivo la detención de personas sospechosas de participar en complots para desestabilizar el gobierno ?
A primera vista, parece que la resolución ejecutiva de Washington declarando la emergencia nacional y a Venezuela como un peligro a la seguridad nacional de Estados Unidos, algo que parece risible, beneficia políticamente al gobierno de Maduro, reforzando su argumento de que el gobierno norteamericano es su enemigo declarado y que pretende su derrocamiento en combinación con la burguesía venezolana. Esta acción le abre las puertas al gobierno venezolano para restringir la acción de la oposición venezolana, aduciendo la seguridad nacional y la defensa del suelo patrio frente a una invasión militar estadounidense, algo que el gobierno venezolano está planteando como una posibilidad real. La oposición venezolana tiene que jugar sus cartas con mucho cuidado para no aparecer como aliada del imperialismo norteamericano e ir en contra de un sentimiento nacionalista de defensa del país ante la agresión, sentimiento que está siendo avivado por el gobierno de Maduro.
Un hecho claro es que el gobierno de Maduro va a aprovechar al máximo esta situación para tratar de mejorar su deteriorado prestigio, apelando al nacionalismo y presentándose como un gobernante enérgico y patriota dispuesto a defender al país de la intervención extranjera hasta la última gota de sangre, colocando a la oposición política en una posición difícil, forzándola a declararse en contra de los Estados Unidos para no ser tildados de traidores a la Patria de Bolívar, quien alguna vez dijera que veía en el país del norte un destino manifiesto de sojuzgar y traer miseria a la América hispana al sur del Río Grande. Mientras tanto, la crisis económica continúa con una inflación galopante, escasez y con crecimiento económico negativo, sin que se vislumbre una política económica coherente que saque al país del marasmo en que se encuentra, no porque no haya alternativas económicas, sino por el hecho de que las medidas económicas requeridas pueden implicar una situación de penuria económica para la población con un costo político enorme para el gobierno, costo que no se quiere asumir, mucho menos en un año de elecciones en el Parlamento. Así que mientras tanto, juguemos a la guerra con Estados Unidos.