N°24 / numéro 24 - Janvier 2014

Ensayistas suicidas de américa latina y el caribe: entre la literatura y las ciencias sociales

Eduardo Llanos Melussa

Résumé

Como grupo, los ensayistas suicidas de América Latina y el Caribe no han recibido atención de la crítica especializada. Aquí se ofrece por primera vez un estudio global de más de cien casos, incluyendo autores que cultivaron el ensayo con singular asiduidad y otros que lo hicieron de modo ocasional. El artículo se sitúa a medio camino entre la crítica, la historia literaria, los estudios culturales, la psicología y las ciencias sociales. Pese a las notorias peculiaridades individuales, se postula una red de rasgos y fenómenos relativamente compartidos, los que indicarían cierta unidad en medio de la diversidad.

As group, Latin American and Caribbean essayists who committed suicide have not received attention from critics. This paper provides the first global study about more than one hundred cases, including among them some authors who cultivated the essay as the unique o main genre, and others who wrote essays rather occasionally. The article is located halfway between the criticism, literary history, cultural studies, psychology and social sciences. Despite the marked individual peculiarities, it posits a network of relatively shared features and phenomena, which indicate a certain unity amidst diversity.

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Introducción

Muchos ensayistas de América Latina cometieron suicido: sumando ensayistas habituales y ocasionales, el total asciende a ciento diez nombres. Sin embargo, el fenómeno global no está estudiado o siquiera aludido en la bibliografía especializada. Esta invisibilidad puede tener muchas explicaciones, como la diversidad de los propios casos y la complejidad de variables (psicológigas, socioculturales, políticas) que concurren. Por cierto, un abordaje interdisciplinar sería lo más aconsejable, pero ello requerirá el concurso de varios investigadores. Se ofrece entonces una introducción global, a medio camino entre la crítica, la historia literaria, los estudios culturales, la psicología y las ciencias sociales.

Por cierto, la crítica –literaria o psicocultural– debería escrutar las obras antes que la vida –o la muerte– de sus autores, sin glorificar a los suicidas ni incriminar apriorísticamente a la sociedad por “empujarlos” hacia la autoeliminación. Con todo, llama a reflexión que un hecho tan sugestivo como el suicidio recurrente permanezca soslayado, pese a que nos interpela en varios niveles: estético-crítico, metacrítico y sociocrítico.

Dimensionar y visibilizar

Mientras los escritores suicidas –y en especial los poetas– tienen con una visibilidad “natural”, rayana incluso en el estereotipo, y cuentan con una bibliografía creciente, que incluye varias antologías1, los ensayistas suicidas no comparten semejante “suerte” póstuma. Por lo mismo, resulta pertinente consignar sus nombres y datos elementales, ordenándolos de Sur a Norte y en secuencia cronológica.

América del sur

1.- Chile tiene una larga lista de autores suicidas, entre ellos varios ensayistas que, pese a su relevancia histórica y política, resultan poco conocidos. Santiago Arcos Arlegui (1822-1874) vivió mucho tiempo fuera de Chile. Orador fogoso y utopista convincente, conoce a Francisco Bilbao en 1845 en París. Cinco años más tarde, ya en Chile, ambos fundan la Sociedad de la Igualdad, trinchera desde la cual abogan por un estado que asegure la educación gratuita y promueva la redistribución de las riquezas. Arcos es incluso más radical, ya que propició la reforma agraria un siglo antes que los partidos políticos progresistas la incluyeran en sus programas. Su padre –un español avecindado en Chile y de credibilidad mermada por negocios poco claros– había creado el año previo (1849) el primer banco chileno. En irónico contraste, los sueños revolucionarios del hijo espantaban incluso a los liberales de Santiago. Meses después el gobierno disuelve La Sociedad de la Igualdad y Arcos se oculta para escribir La contribución y la recaudación (1850), donde plantea profundas reformas socioeconómicas. Aparte de La Plata: étude historique (París, 1865)2, su ensayo más citado es una larga carta a su amigo Bilbao (Mendoza, 1852)3.

Luis Emilio Recabarren (1876-1924) fue un precursor del movimiento obrero y sindical. Su agonismo tomó la forma de escritos de prensa, ensayísticos varios de ellos. “Yo estimo que la patria es el hogar satisfecho y completo, y la libertad sólo existe cuando existe este hogar”, afirma en la conferencia Ricos y pobres (1910). En “Patria y patriotismo” defiende a la izquierda chilena, acusada de antipatriótica, argumentando que el Partido Socialista brinda en sus sedes educación gratuita y que además lidia contra el alcoholismo, los garitos, la prostitución. “¿Seréis capaces de decirme –pregunta– quién amará más la patria, ¿el que la empuja a la guerra o el que quiere salvarla de la guerra?”4

Reconocido cronista y narrador, Joaquín Edwards Bello (1887-1968) escribió ensayos; además, muchas de sus crónicas –por su perspicacia e ironía– semejan microensayos.5

Pablo de Rokha (1894-1968) es conocido como un poeta rival de Neruda, pero se olvida que ya en Los gemidos (1922) hibridó la poesía con el aforismo y que más tarde cultivó el ensayo, si bien no con la serenidad de un especialista. Arenga sobre el arte (1949) y Neruda y yo (1955) mantienen vigencia ética, pese al personalismo que los impregna; asimismo, su Interpretación dialéctica de América (1947) condensa reflexiones de un intelectual comprometido y observaciones de poeta utópico y andariego.6

De la misma generación es Carlos Gutiérrez Urrutia (1892-1929), ex dirigente estudiantil y autor del ensayo histórico Vida y hazañas de Vasco Núñez de Balboa (1916).

Pepita Turina (1909-1986) es una de las escasas mujeres de esta nómina. Aunque se inicia como narradora, dejó varios ensayos sobre poesía y luego un par de volúmenes de collages intertextuales que llamaba multidiálogos7. Inicialmente profesor de francés y filosofía, Manuel Olguín (1908-1956) derivó a la filología y luego a la estética y la literatura latinoamericana; enseñó en la Universidad de California y, aparte del celebrado estudio sobre Alfonso Reyes8, dejó lúcidos artículos y brillantes conferencias. El tomista Clarence Finlayson (1913-1954) enriquecía su docencia con meditaciones filosóficas9 y agudas reflexiones sobre poesía americana y literatura universal. Si bien conservador por origen, su obra trasciende esas determinaciones del entorno y ciertamente merece una relectura atenta, pues quizás sea el ensayista chileno más hondo y versátil de su época.

En las generaciones siguientes hay casos menos visibles, pero cobran relevancia cuando se los considera en conjunto. El narrador y poeta Alfonso Echeverría Yáñez (1922-1969), primo de José Donoso, volcó su inconformismo y su lucidez en varios ensayos10. Adolfo Couve Rioseco (1940-1998) cultivó la novela, la pintura y la docencia, y de paso fue escribiendo artículos y ensayos estéticos que se han rescatado parcialmente.11 Y consigno al menos otros tres casos. Luis Moulian Emparanza (1945-2001) cultivó el ensayo histórico. Los ensayos de Germán Bravo (1955-1994) articulan en clave posmoderna la sociología, literatura y la semiótica12. En Correr el tupido velo (2010), Pilar Donoso (1967-2011) ilumina la obra de José Donoso –su padre adoptivo– y al mismo tiempo se autoexplora.

2.- Argentina registra más suicidios de escritores que el resto de América Latina. En algunos casos, se trata también de académicos y políticos. Leandro Alem (1842-1896), fundador de la Unión Cívica Radical y notable orador, dejó entre sus discursos varios escritos ensayísticos.13 Similar es el caso de su correligionario Lisandro de la Torre (1869-1939), cuyo Intermedio filosófico (1922) aborda un tema fronterizo, que la teología de la liberación pondrá luego de relieve: “La cuestión social y los cristianos sociales”. También político –aunque no dirigente– fue Leopoldo Lugones (1874-1938), cuyos ensayos abordan con aplomo la historia, la filología o la teoría de la relatividad; aplica erudición y lucidez, aunque mostrando a veces prejuicios indignos de su inteligencia y su cultura.14

Los siguientes están más cerca de la literatura que de la política. Carlos Romagosa (1864-1906), poeta, ensayista y antólogo del modernismo, abordó explícitamente el tema en “El suicidio” (Vibraciones fugaces, 1931)15. El narrador y poeta Enrique Méndez Calzada (1897-1940) dejó –entre otros ensayos– uno sobre el aforismo, cuerda que él mismo pulsaba con ironía y agudo escepticismo. Su contemporáneo Alfredo C. López Prieto (189?-1930) es hoy casi un desconocido, pese a que en revista Ideas dejó reseñas y ensayos.

Otros ensayistas

Como el espacio es limitado, consignaré brevemente otros nombres. Martín Victoriano Lascano (1859-1940), historiador y educador. Mariano Gregorio Calvento (1867-1936), abogado, político e historiador. Alberto Meyer Arana (1875-1929), médico de orientación social (La caridad en Buenos Aires, 1911; Cosecha liviana, 1917). Andrés Terzaga Ramallo (1882-1931), crítico y ensayista16. La conocida Alfonsina Storni (1892-1938) también escribió algunos ensayos. Enrique Loncan (1892-1942) mostró en He dicho (1925) que los discursos pueden ser ensayísticos. Enrique Stieben (1893-1958) cultivó el ensayo histórico y antropológico-lingüístico. María Luisa Pavlovsky (1896-1947) dejó obra dispersa. El cuentista y político Víctor Juan Guillot (1899-1940) escribió al menos dos reflexiones históricas: Heroísmo civil (1919) y Cabildos coloniales (1923). Arminda Aberastury (1910-1972) publicó pioneros ensayos psicoanalíticos sobre infancia y adolescencia. Dalmiro Coronel Lugones (1919-1971) investigó el folklore. René Favaloro (1923-2000) destacó internacionalmente como médico, pero imbricó tal vocación con reflexiones educacionales y sociológicas. Gregorio Selser (1922-1991) escrutó la historia social y política de nuestra América. José Luis Ríos Padrón (1926-1957) publicó ensayos filológicos. El poeta Walter Adet (1930-1992) escribió sobre César Vallejo, Quevedo, Cervantes y Hernández17. En Ensayos de tolerancia (1999) Carlos Correas (1931-2000) fundió filosofía y literatura, peronismo y existencialismo sartreano. Más militante es Milcíades Peña (1933-1965), autor de diez ensayos históricos. De Jorge Barón Biza (1942-2001), hijo de padre suicida, se rescatan notables ensayos en Por dentro todo está permitido (2010). El binacional Blas Castellblanch (Valencia, 1946; Buenos Aires, 1990) escribió poesía y novela, pero también dejó ensayos filosóficos. El diputado peronista Raúl Solanas (1963-2011) publicó un ensayo polémico antes de matarse.

Como no es claro si las muertes de Alfonso Sola González (1917-1975)18 y Héctor A. Murena (1923-1975)19 fueron voluntarias, los excluyo de este recuento, pero aprovecho de ponderar sus obras, que en ambos casos abarcan tanto la poesía como el ensayo.

1.- De Paraguay sólo se puede citar con certeza al psiquiatra Roque Vallejos Garay (1943-2006), que sin embargo destacó más bien como poeta y antólogo.

2.- En Uruguay hay al varios ensayistas suicidas. Carlos Roxlo (1861-1926) escribió miniensayos periodísticos y una extensa Historia crítica de la literatura uruguaya (1912-17, 7 vols.). Horacio Quiroga (1878-1937) dejó artículos y ensayos acerca del cine, la figura del escritor y otros asuntos literarios.20 Como él, Edmundo Montagne (1880-1941) se radicó en Argentina, cuyas historias literarias lo incluyen más a menudo que las uruguayas. Eliseo Salvador Porta Sarasúa (1911-1972), médico, narrador y poeta, dejó ensayos sobre problemas sociales (educación, salud, reforma agraria) o doctrinales (como Marxismo y cristianismo, 1966). Aunque poco conocido, Albert Caraco (1919-1971) publicó unos veinte libros, casi todos en francés21. Mención especial merecen Filomena Grieco (1928) y Carlos Rovira (1931), coautores de tres testimonios críticos sobre el aventurerismo revolucionario, que ellos mismos protagonizaron. Tras reprochar una vez más el acomodo político y la irresponsabilidad de ex correligionarios o “compañeros de ruta”, el 8 de julio del 2009 se suicidaron juntos en un hotel de Montevideo.

3.- El enorme Brasil presenta relativamente pocos casos. El más tempranero fue Ricardo Mendes Gonçalves (1883-1916), que introdujo en su país el anarquismo como filosofía sociopolítica. Vasco dos Reis Gonçalves (1901-1952) destacó en tanto político, médico y poeta, y dejó al menos un libro ensayístico: Pelo Estado Novo (1942). Otro médico y escritor,Mário Graciotti (1901-1993), cultivó hasta el fin de su larga vida el ensayo periodístico. También médico e investigador científico, Pedro Nava (1903-1984) escribió ensayos sobre temas literarios, artísticos y culturales. Pedro Moacyr Campos (1920-1976) dejó ensayos y tratados de historia. Ensayistas esporádicos fueron Flávio Macêdo Soares (1943-1970) y la poeta Ana Cristina Cesar (1952-1983).

4.- En Perú los suicidas son comparativamente escasos. Un caso nítido –si bien poco conocido– es Alfredo González Prada (1891-1943), editor diligente de las obras de su célebre padre, pero también ensayista culto y digno diplomático. Otro es Armando Bazán Velásquez (1902-1962), discípulo y colaborador de Mariátegui en la revista Amauta. Junto a su narrativa y su poesía, José María Arguedas (1911-1969) dejó páginas valiosas sobre el folklore y la antropología de su pueblo, recopiladas póstumamente.22 María Luisa García Montero Koechlin –quien se envenenó al comprobar que su amor por Haya de la Torre no era correspondido– es un caso fronterizo, pues algunas de sus crónicas (Detrás de la máscara, 1963) parecen miniensayos. La antropóloga Adriana Dávila Franke (1975-2005) alcanzó a publicar artículos de su especialidad.

5.- En Bolivia destaca Emeterio Villamil de Rada (1800-1876), cuya rocambolesca y estudiosa vida lo llevó a cultivar una suerte de lingüística ficción. Políglota como pocos, Villamil cobró fama con La lengua de Adán (1888)23, donde concluye que el aymara era literalmente el idioma de Adán y que su ciudad natal era propiamente el Edén. Funda su tesis principalmente en semejanzas onomásticas: por ejemplo, vio analogía entre ‘Adam’ y ‘Antam’, nombre aymara para la cordillera de los Andes, y de allí creyó inferir que Adán equivalía a hombre de los Andes; asimismo, asumió que ‘Eva’ provenía de ‘Hiwa’, lo bello en aymara; también asimiló la torre de Babel a Tiaguanaco y ‘Ararat’ a ‘Arica’. Aunque hoy tales analogías nos parezcan delirantes o explicables como pseudocognados24, no se puede negar que en varios casos resultan convincentes.

Del tarijeño Félix Soto (1857-1931) se sabe que dirigió y colaboró en una colección de ensayos titulada La guirnalda. Más conocido es Alfredo Guillén Pinto (1895-1950), narrador y socioeducador de vocación casi apostólica.25 El novelista Agustín Ramírez Paredes (1913-1953) dejó al menos dos ensayos: Busch el dictador y Elementos de geografía socioeconómica. En Meditación del enigma26, el musicólogo y filósofo Marvin Sandi (1938-1968) sugiere –ya desde el subtítulo– que para comprender el ser andino debemos reaprender a pensar articulando el misterio (poesía) y la razón, lo que equivaldría a hibridar el ser americano y el ser europeo.

Consigno otros dos autores bolivianos, cuya obra me ha sido inaccesible. El político y novelista Agustín Ramírez Paredes (1895-1934), homónimo del recién citado, se suicida por no haber llegado a ser quien quería ser. En el caso de Óscar Únzaga de la Vega (1916-1959), se sospecha que su suicidio oficial puede ocultar un asesinato político.

6.- En Ecuador debemos partir mencionando a Dolores Veintimilla (1828-1857), quien se suicidó precisamente por las burlas e infamias con que el conservadurismo de Cuenca rechazó sus alegatos en pro de la justicia social y la abolición de la pena de muerte. Luis Enrique Toro Moreno (1890-1933) fue un pintor relevante y ensayista ocasional. Pablo Palacio (1906-1947) destacó por su narrativa, pero escribió ensayos filosóficos27. Asimismo, el poeta y narrador César Dávila Andrade (1918-1967) dejó microensayos periodísticos y un ensayo neto: “Magia, yoga y poesía” (1961).28

7.- En Colombia la lista empieza conEmilio Cuervo Márquez (1873-1937), poeta de aire parnasiano, y también ensayista y conferencista.29 Carlos Lozano y Lozano (1904- 1952) fue un humanista, político y escritor de amplio registro.30José Camacho Carreño (1903-1940) integró el grupo “Los Leopardos”, al igual que Bernardo Arias Trujillo (1903-1939). El abogado liberal Luis Eduardo Nieto Arteta (1913-1956) derivó al marxismo.

8.- De Venezuela cabría quizás mencionar al poeta y legionario Ismael Urdaneta (1985-1928), pues dejó crónicas ensayísticas. También poeta, Ramos Sucre (1890-1930) publicó ocasionalmente ensayos breves y críticas. Alirio Ugarte Pelayo (1924-1966) cultivó el ensayo político. Andrés Mariño Palacio (1927-1965) escribió toda su obra ensayística y narrativa antes de los veintiún años, revelando precocidad, cosmopolitismo y dandismo31. Párrafo aparte merecería la obra del periodista y politólogo Carlos Rangel (1929-1988): Del buen salvaje al buen revolucionario (1976), cuya descarnada lucidez ha ido ganando lectores dentro y fuera de América (a razón de una edición por año, algo insólito en un libro de sus características). El mínimo homenaje que cabe hacer a esta obra es leerla en paralelo y en contraste con Las venas abiertas de América Latina, el célebre ensayo de Eduardo Galeano, con cuyo enfoque rivaliza implícitamente.

Los abundantes escritos periodísticos del narrador Argenis Rodríguez (1935-2000) solían constituir microensayos. Inicialmente comunista, pronto se decepciona y se sume en una soledad casi completa. En sus memorias confiesa que sólo podía valorar escritores, músicos o artistas que hubieran terminado “en la locura o en el suicidio” (p. 16). De hecho, en La trágica verdad del escritor (1991)32 hay dos artículos dedicados a autores suicidas.

Centroamérica y el Caribe

1.- En Costa Rica destaca el multifacético Max Jiménez (1900-1947), cuyo suicidio se ignoró por años; entre otras obras, publicó Ensayos (1926) y Años de aprendizaje (1928). Por su parte, Rafael Estrada (1901-1933) escribió Sobre los estudios estéticos (1926).

2.- En Nicaragua deberíamos mencionar a Manuel Coronel Matus (1862-1910), ensayista, educador, diplomático y político liberal (“muy culto espíritu”, lo llamó Darío).

3.- En Honduras ha habido numerosos escritores suicidas33, pero pocos escribieron ensayos. Marcos Carías Reyes (1905-1949)34 parece ser la única excepción.

4.- De Cuba apuntemos primeramente al mulato Paul Lafargue (1842-1911), yerno de Marx (aunque era más francés que cubano, recordemos que el internacionalismo es precisamente parte del mismo asunto35). A Esteban Borrero Echeverría (1849-1906) debemos el discurso La vieja ortodoxia y la ciencia moderna (1879) y Alrededor del Quijote (1905). Eduardo Chibás y Ribas (1907-1951) fue insobornable como político y lúcido como periodista y pensador, y al fin se lo está rescatando36. El hispanista Carlos Ripoll (1921-2011) dejó numerosos trabajos (varios de ellos centrados en Martí), y terminó dándose un balazo en Miami a los noventa años. Binacional es Calvert Casey (1924-1969), que en Memoria de una isla (1964) reunió artículos y microensayos de sello periodístico. Asimismo, el narrador y poeta Reinaldo Arenas (1943-1990) dejó valientes testimonios y ensayos breves, compilados en Necesidad de libertad (1986). De esa misma generación fue el narrador y ensayista Teodoro Espinoza (1943-¿?), apenas recordado. Raquel Mendieta Costa (1951-1999) osciló entre los estudios literarios y la sociohistoriografía37. Albert Santiago du Bouchet Hernández (1960-2012) cultivó el ensayo histórico.

5.- En República Dominicana destaca Gastón Deligne (1861-1913), poeta cuya labor periodística y ensayística se rescató póstumamente en Páginas olvidadas (1944). El médico Elpidio E. Ricart (1907-1946) meditó sobre la salud desde una perspectiva sociohistórica y literaria. Ramón Lacay Polanco (1924-1985) probó el ensayo en “¿Hacia dónde va el comunismo? (1948). En Franklin Mieses Burgos: maestro de Borges (1997),Julio Minaya (1948-2003) postula la improbable hipótesis de un Borges influido por Mieses Burgos.

6.- En Haití, Edmond Laforest (1876-1915) defendió hasta el final su condición de creador en lengua vernácula y en francés, y su suicidio es una protesta muy simbólica. También antiimperialista fue Max Hudicourt (1907-1937), autor de ensayos políticos.

7.- En Puerto Rico cabe citar al multifacético Pedro Juan Labarthe (1909-1966), cuya muerte no es del todo clara. Hay otro puertorriqueño suicida, pero me ha sido imposible identificarlo con precisión.38

Mexico

Carlos Díaz Dufoo (1888-1932) es un inconformista e inclasificable; de hecho, sus Epigramas (1927) oscilan entre el miniensayo, el microcuento, el diálogo breve, el aforismo y el poema sentencioso, y no por capricho se los incluye en antologías de narrativa, de poesía y de ensayo39.  

Luego hay cuatro nombres asociados a la revista Contemporáneos (1928-1931). El menos conocido es Enrique Munguía (1903-1940), poeta parvo y secreto, pero también conferencista y ensayista. Jaime Torres Bodet (1902-1974) dirigió Contemporáneos y constituyó un paradigma de intelectual orgánico, al servicio de la difusión cultural y de la educación nacional. Su cofrade Jorge Cuesta (1903-1942) estaba más cerca de la lógica que de la fantasía, y aunque dejó una considerable obra en verso, la lucidez de sus ensayos tiene mayor vigencia.40 Coetánea de los anteriores, Antonieta Rivas Mercado (1900-1931) parece un mosaico de paradojas: pionera del feminismo, se enamora de un pintor homosexual que no podía corresponderle; deja inconclusa una novela, pero inspira otra a Henestroza y hasta un filme de Saura (Antonieta, 1992), y si bien fue mecenas clave de su generación, aún no se compilan sus diversos escritos, entre los que hay más de un ensayo extraviado41.

César Garizurieta Vega (1904-1961), más conocido como narrador, es autor de Isagoge sobre lo mexicano (1952), penetrante y polémica reflexión acerca de la identidad y el habla de sus compatriotas. Martín Quirarte Ruiz (1923-1980) fue historiador prolífico. Gerardo Velásquez Turrubiartes (1949-2002) fue principalmente dramaturgo, pero dejó algunos ensayos. El binacional Pepe Alameda (Madrid, 1912; México, 1990) escribió Disposición a la muerte (1944), de tema taurino, y Ensayos sobre estética (1975). Al tabasqueño Ciprián Cabrera Jasso (1950-2012) debemos Escudriños (1991) y El uno y la otredad (1993).

Entre el olvido y la invisibilidad

1.- Como cabía esperar, estos ensayistas suicidas presentan enorme variedad en temas, registros, origen disciplinar e índole cultural (abundan abogados, políticos, educadores, pero también cientistas sociales y médicos, incluyendo varios autodidactas y periodistas). Algunos operan desde la filología y la estética; otros lo hacen desde la historia y la política, y éstos son tantos que ameritarían un artículo especial.

2.- Con ópticas muy disímiles, muchos coinciden en interrogarse respecto a nuestra identidad sociocultural y nuestro futuro. Algunos exploran la compatibilidad entre cristianismo y justicia social (Coronel Matus, de la Torre, Porta Sarasúa) y/o alientan sueños bolivarianos (Manuel Ugarte, Ugarte Pelayo, Lozano y Lozano, Carías Reyes e incluso Edwards Bello)42. Manuel Ugarte compatibiliza el nacionalismo argentino con un lúcido antiimperialismo. En una línea similar, Edwards Bello defiende ya en 1928 a Sandino del asesinato de imagen practicado por las agencias estadounidenses43, y años más tarde el argentino Selser dedica al prócer nicaragüense un libro completo.44 Hoy olvidado, Coronel Matus fue el primero en protestar contra los abusos estadounidenses en Nicaragua. Incluso un médico como Favaloro declaró una vez: “Vivo enraizado con mi país. Pero quizás por mi devoción a San Martín, Bolívar, Sucre y Artigas a veces sufro más como latinoamericano que como argentino, a pesar de estar machimbrado con mi tierra”.45

3.- Por otro lado, si el ensayo tiende a ser bifronte e insinuante antes que probatorio,  eso es todavía más frecuente entre los ensayistas suicidas. Ellos cifraron de tal modo su mensaje último y/o radicalizaron de tal manera sus posturas, que terminaron desencontrándose con los lectores, y ese círculo vicioso reforzó su aislamiento.

4.- Lo anterior pudo contribuir a su decisión de morir; en todo caso, tal desencuentro se mantiene aún póstumamente y alcanza también a la crítica especializada. He aquí la ironía mayor de estos pensadores trágicos: nos interpelan sobre todo respecto a la misión radical del intelectual en América Latina, pero sus escritos son como telegramas urgentes que –sin embargo– permanecen sellados o traspapelados.

5.- Como consecuencia, casi todos estos ensayistas suicidas resultan fantasmales. Partiendo por las antologías, ninguno aparece en la selección publicada por John Skirius, El ensayo hispanoamericano del siglo XX, muy conocida y varias veces ampliada (Skirius, 2004). Tampoco figuran en otras siete antologías: Brown y Jassey (1968), Ripoll (1974), Taboada (1994), Ossandón (1996), Escalera Ortiz (2003), Gómez García (2003) y Gómez Martínez (2010). Y aunque Paredes (2008) incluye en su antología del ensayo literario a Jorge Cuesta, ciertamente pudo incluir a varios otros. Lo mismo cabe decir de C. M. Maree (1993), que incluye a Murena (cuyo suicidio, por lo demás, no está confirmado).

6.- Nótese que, en virtud de su circulación y sus reediciones, estas antologías han contribuido enormemente a canonizar la lista de los autores “principales”. Pues bien, la invisibilidad se refuerza fuera de la lengua con la antología Oxford del ensayo hispanoamericano (Stavans, 1997), que si bien desafía los criterios convencionales al incluir nombres inesperados, no atiende siquiera a los suicidas más meritorios y conocidos.

7.- Tampoco los historiadores del género se han ocupado de los aquí mencionados, ni parecen percibir su condición de suicidas y su posible relación con la obra ensayística. Valgan cinco ejemplos: (i) El cubano Medardo Vitier hizo un gran aporte en Del ensayo americano (1945), marcando en buena medida la reflexión posterior y fijando la primera fila del canon; acaso por eso mismo, parece no haber tenido tiempo para ocuparse de estas figuras menos visibles. (ii) Por su parte, en Breve historia del ensayo hispanoamericano (1956), Robert Mead ofrece un panorama didáctico y equilibrado, pero no dice una palabra sobre los suicidas (si bien pondera al mexicano Garizurieta, quien estaba aún vivo). (iii) Clara Rey de Guido no roza nuestro tema en su Contribución al estudio del ensayo en Hispanoamérica (1985). (iv) Tampoco lo hace el peruano José Miguel Oviedo (1991) en su sucinta historia del género, pese a publicarlo treinta y cinco años después que el de Mead. (v) Héctor Jaimes (2001) aborda la oposición entre el historiador y el ensayista, y constata que éste “aporta algo nuevo donde el investigador omite y oculta”, ya que “si el historiador escribe la historia, el ensayista la reescribe” (p. 185); empero, aunque los suicidas servirían para abonar no poco esa tesis –muchos cultivaron el ensayo histórico–, no están considerados en su notable texto.

8.- Por supuesto, hay quienes intentan cubrir otros vacíos de la bibliografía más canónica. Por ejemplo, en su estudio sobre la presencia del indio en la ensayística de Hispanoamérica, Sacoto (2001) rescata a Arguedas, pero omite a Guillén Pinto y La educación del indio, libro pertinentísimo para su tesis; tampoco menciona el intento de Coronel Matus por educar a los indios y formar profesores indígenas46, y olvida asimismo que Dolores Veintimilla terminó suicidándose precisamente por su defensa de un indígena. Díaz (2001) también pudo aducir el caso de Dolores Veintimilla para mostrar cuán caro costaba a la mujer desafiar la hegemonía de los hombres en el ensayo hispanoamericano.

9.- Nuestros autores tampoco aparecen en las historias del pensamiento filosófico latinoamericano. Así, pese a ser muy comprehensiva, la Historia de la filosofía en Latinoamérica (1958) de Kempff Mercado ignora todos los nombres acá citadas. Tampoco lo hace el ecuatoriano Alfredo Carrillo en La trayectoria del pensamiento filosófico en Latinoamérica (1959). Ni siquiera obras recientes y amplias parecen interesarse en los ensayistas suicidas de orientación filosófica; valgan algunos ejemplos: Estudios de filosofía latinoamericana, de Fornet-Betancourt (1992); Latinoamérica: Cien años de filosofía, de Rojas Osorio (2002); La filosofía americana: introducción histórica, de Mora Rodríguez (2006), e Historia del pensamiento filosófico latinoamericano, de Carlos Beorlegui (2008).

10.- Agreguemos que incluso David Viñas, en su útil e inclusiva muestra del anarquismo latinoamericano (Viñas, 1983), omite a suicidas ácratas tan indudables como el brasileño Mendes Gonçalves y el chileno Arcos Arlegui.

11.- La invisibilidad es a veces tan extrema, que muchos autores no figuran siquiera en las antologías o panoramas nacionales del género. Por ejemplo: (i) Rangel brilla por su ausencia en El ensayo contemporáneo en Venezuela(Macht, 1994), volumen publicado dieciocho años después que el provocativo libro de Rangel. (ii) Sandi está igualmente omitido en El ensayo en Bolivia (Guzmán, 1983).(iii) Los uruguayos tampoco figuran en La crítica y el ensayo en la literatura uruguaya (Gómez Haedo, 1930) ni en los dos tomos antológicos del ensayo uruguayo (Real de Azúa, 1964).(iv) En su estudio sobre el ensayo costarricense, Ovares y Vargas (1986) no mencionan ni a Jiménez ni a Estrada. (v) Ninguno de los cubanos que antes consigné están incluidos en la extensa antología del ensayo cubano pergeñada por Hernández y Rojas (2002) ni en la también amplia compilada por Hernández (2010), e igualmente los omite el Diccionario de la literatura cubana. (vi) Estudiando el ensayo peruano entre 1950 y 1975, Zavaleta (1997) omite a Bazán.(vii) En su antología del ensayismo en Colombia, Torres Duque (1997) no incluye a ninguno de los cinco meritorios colombianos que mencioné más arriba.

12.- Si bien ninguno de tales olvidos prueba algo por sí solo (como fuere, nuestros suicidas son también marginales), el conjunto sugiere una “amnesia colectiva” y reclama una reflexión metacrítica: ¿Se justifican tantas omisiones? ¿Cómo se configura el canon latinoamericano y caribeño? ¿No estaremos desperdiciando ciertos legados?

13.- Por fortuna, existen algunas excepciones. Así, en su estudio sobre el ensayo chileno, Inostroza (1969) pondera a Arcos Arlegui. Asimismo, examinando el ensayismo colombiano, Lagos (1999) consigna a Cuervo Márquez, Nieto Arteta y Camacho Carreño, y menciona a Arias Trujillo en tanto narrador (p. 207n). En su estudio sobre el ensayismo costarricense, Ferrero (1971) incluye a Jiménez y Estrada. Por último, Martínez (1995) incluye a tres de los mexicanos aquí mencionados (Díaz Dufoo, Torres Bodet, Cuesta), bien que excluye a los otros tres (Rivas, Munguía y Garizurieta).  

14.- Con todo, se impone un hecho claro: los ensayistas latinoamericanos suicidas están poco estudiados y, sobre todo, jamás han sido objeto de un abordaje global.47

Algunos rasgos sugestivos

Sin ánimo de exhaustividad, destacaré a continuación algunos rasgos frecuentes:

1.- Internacionalismo y nomadismo.- Como los poetas suicidas, estos ensayistas suelen ser comparativamente más trashumantes que los ensayistas no suicidas. De hecho, entre ellos hay varios propiamente binacionales o incluso plurinacionales. Por ejemplo, Paul Lafargue nace en Santiago de Cuba –entonces bajo dominio español–, pero su abuelo paterno era oriundo de Burdeos, el materno era judío y sus abuelas eran mulatas (una provenía de Santo Domingo y la otra de Jamaica)48. Horacio Quiroga nace en Uruguay, pero es prácticamente argentino, y lo mismo cabe decir de Montagne. Albert Caraco (1919-1971) retuvo la nacionalidad uruguaya, pero era judío sefardí de origen turco. Por su parte, Méndez Calzada es tan argentino como español, y de hecho se defenestra en Barcelona. Su compatriota López Prieto se dio un tiro en Estambul, donde fungía de cónsul. El ecuatoriano Dávila Andrade adopta Venezuela como segunda patria, y allí se degolló.

Además, el binacionalismo opera de ida y de vuelta. Véanse los casos de tres españoles: el logroñés Fernando Ortiz Echagüe (1894-1946) se nacionaliza argentino y se mata en París; el madrileño Pepe Alameda hace de México su segunda patria y su tumba; el valenciano Blas Castellblanch residió en Argentina desde la niñez y se suicidó en Buenos Aires. Por otra parte, varios tienen ascendencia europea: Roxlo y Terzaga tenían padres españoles; Storni, padres suizos, pero de origen italiano; Pepita Turina, padres croatas; Couve y Labarthe, padres franceses, y la madre de González Prada es francesa.

En ciertos casos, la trashumancia los deja fluctuando entre ser ciudadanos del mundo o apátridas. Así, Santiago Arcos nace en Chile, pero muy pronto su familia termina en París; él mismo viaja después a Estados Unidos, donde hace amistad con Sarmiento y juntos llegan a Valparaíso y luego a Santiago; vive destierros en Perú y España –donde llega a ser diputado–, para finalmente volver a París y arrojarse al Sena. Por su parte, el colombiano Cuervo Márquez también se estableció en París y allí se dio muerte. La mexicana Rivas Mercado se mata igualmente en París. El peruano González Prada hijo nace en París, pero trashuma como los otros y, de hecho, se suicida en Nueva York. El boliviano Marvin Sandi pasó buena parte de su vida en Alemania, Francia y Madrid, donde eligió morir. El argentino Selser se autoelimina en México. Y el etcétera sería más extenso.

Por cierto, el nomadismo es rara vez turístico; de hecho, a menudo se debe al destierro. En Argentina –que tiene más inmigrantes que Estados Unidos– Jorge Barón Biza se pregunta: “El viaje, el exilio y el extrañamiento serían, en la modernidad, la condición de la creatividad, y las perspectivas privilegiadas de la producción estética. ¿Qué decir entonces de un país en el que el viaje y el extrañamiento son las condiciones fundantes […]”49

2.- Poliglotismo y traducción.- Se observa cierta propensión al multilingüismo, al cosmopolitismo y al quehacer diplomático. Villamil de Rada hablaba veintidós idiomas y leía otros diez50; Ramos Sucre dominaba doce. Lugones estudió lenguas clásicas y hebreo y varios otros idiomas (dejó inconcluso un Diccionario etimológico del castellano usual). Antonieta Rivas Mercado dominaba seis lenguas; González Prada, al menos cinco; Caraco escribía indistintamente en francés, español, inglés o alemán. Por cierto, muchos desarrollaron una valiosísima labor de traducción, que ha enriquecido la cultura latinoamericana, pero que permanece aun menos visible que sus obras.

3.- Globalisme avant la lettre.- Aunque en su mayoría abogan por mayor universalidad y alientan a los otros a superar el provincianismo, estos autores no temen contradecirse reivindicando al mismo tiempo el pensar latinoamericano. Como si intentaran sintetizar lo global y lo local, practicaron una suerte de ‘globalismo’ avant la lettre.

4.- Multifacetismo creador y artístico.- Acaso en mayor grado que otros, estos autores presentan gran plasticidad creadora. Varios practican paralelamente otras artes: el boliviano Sandi era musicólogo y compositor; el mexicano Cuesta era violinista; su compatriota Díaz Dufoo era pianista, como la ecuatoriana Veintimilla y la chilena Turina; Rivas Mercado practicó danza y Max Jiménez fue escultor y pintor destacado. Asimismo, la pintura es el arte principal para el ecuatoriano Toro Moreno y un oficio paralelo para el brasileño Nava y para el chileno Couve; Edwards Bello la mantenía como afición secreta, y Manuel Olguín pintaba acuarelas. Por cierto, esta enumeración no es exhaustiva.

5.- Personalidades auto-contradictorias.- En varios sentidos, estos autores parecen reivindicar sin complejos el derecho a la autocontradicción. Villamil de Rada procura ser tan práctico como teórico (si bien sus incursiones empresariales terminan casi siempre en desastres). Lugones pasa del socialismo al liberalismo y luego al conservadurismo, para acabar muy próximo al fascismo militarista. Algo similar ocurrió con su compatriota Stieben. Y aunque el chileno Finlayson muestra mayor congruencia, tampoco deja de desconcertar, pues siendo profundamente tomista, insufla aires renovadores entre los católicos chilenos; asimismo, abomina el suicidio51, pero termina precipitándose desde un edificio en pleno centro de Santiago, mientras sus alumnos esperan su clase habitual en la Casa Central de la Universidad Católica. Por su parte, el doctor Favaloro concluye su decálogo afirmando “El optimismo tiene efectos biológicos”; sin embargo, no pudo mantenerse optimista ante las desastrosas políticas de salud pública y los dieciocho millones de dólares que se le adeudaban a su clínica.

6.- Germanofilia filosófica.- Varios de estos autores parecen marcados por filósofos alemanes. Así, Marx gravita notoriamente sobre Lafargue (quien se casó con Eleanore Marx –otra suicida– y escribió Le determinisme économique de Karl Marx)52; influye asimismo en Recabarren, Selser, Bazán, Porta, Nieto Arteta, Moulian y Milcíades Peña (su último libro publicado en vida fue precisamente Introducción al pensamiento de Marx). A su turno, Nietzsche inspira al mexicano Carlos Díaz Dufoo, cuasihomónimo del chileno Pablo de Rokha (cuyo nombre real era también Carlos Díaz); la huella nietzscheana es patente en el nacionalismo romántico del uruguayo Roxlo, en el aristocratismo del último Lugones e incluso en González Prada hijo (seguramente por mediación paterna). Por su parte, Heidegger resuena en el boliviano Sandi y en Murena, quien asimiló además la Escuela de Frankfurt (que contribuyó a difundir en nuestra lengua). Finalmente, Schopenhauer inspira notoriamente al hispanoargentino Castelblanch.

7.- Aforismo, polifonía y experimentalismo.- También se observa cierta tendencia al aforismo como variante condensada del ensayo. Una vez más, la lista es amplia, pero quizás debe empezar por Paul Lafargue y sus “Maximes de la sagesse divine”,53 y luego seguir con Díaz Dufoo, Pablo de Rokha, Max Jiménez, entre otros. En general, algunos dan la impresión de experimentar permanentemente variantes “formales” para sus reflexiones ensayísticas, mixturándolas a veces con otros géneros. Valgan como ejemplos Filosofícula (1924), el inclasificable libro de Lugones, y Los gemidos (1922), de Pablo de Rokha, o bien su “Canto de la fórmula estética” (1929), que es simultáneamente un poema, un manifiesto, una ristra de aforismos y un ensayo de poética ultracondensado. Un mismo aforismo puede ser o parecer microensayo, microcuento, poema en prosa y parábola (Post mortem, de Caraco, es un buen ejemplo). Incluso Quiroga y Favaloro escriben decálogos. En suma, la condensación es el rasgo clave de estas escrituras.

8.- Relaciones tensas con el mundo y los pares.- Casi todos estos autores mantienen relaciones tensas y complejas con el mundo literario. Se quejan de él, pero se esfuerzan en pensar soluciones para el desarrollo y mejoramiento de la vida intelectual de sus respectivos países. Por cierto, tal preocupación coexiste casi siempre con cierta desesperanza respecto al gremio literario y/o al rol del intelectual. Como ejemplo, cito un testimonio acerca de Carlos Correas:

“[…] Sus clases de gran profesor eran un ensayo de fina diplomacia y del arte del vilipendio clandestino. La injuria quedaba flotando en el repliegue de la frase mientras Correas, existencialista, pensaba en que un sigiloso denuesto podía tomarse como homenaje y buena lectura. Incomodaba, y nosotros, sus amigos recientes, poníamos diversas defensas frente a su presencia incomodante […]”54

9.- Radicalidad.- Como era de esperar, estos ensayistas rehúyen mayoritariamente las medias tintas y adoptan posiciones enérgicas y explícitas. Se diría que no calculan los riesgos o que, por intrepidez, los desestiman. En ciertos casos, tal rasgo se correlaciona con el modo de matarse. Valgan cuatro ejemplos: [1] protestando tanto contra la invasión norteamericana como contra la imposición del francés, el haitiano Laforest subió a un puente sobre un río, ató a su cuello un diccionario Larousse y se lanzó a las aguas. [2] Terminando un ardoroso discurso radial para “golpear la conciencia del pueblo cubano”, Eduardo Chibas se disparó en el abdomen. [3] Antonieta Rivas Mercado se dispara en el pecho dentro de la catedral de Notre Dame. [4] Impaciente, Carlos Correas se corta las venas y, como la muerte demoraba, la apuró lanzándose desde un noveno piso.

10.- Compromiso político.- No puede menos que llamar la atención la destacada figuración política de varios de estos autores. Para empezar, varios presidentes suicidas escribieron algunos ensayos: José Manuel Balmaceda y Salvador Allende55 en Chile; Getulio Vargas en Brasil; Baltasar Brum en Uruguay; Prío Socarrás y Alberto Dorticós, de Cuba. Otros fueron parlamentarios. Así, Arcos Arlegui, desoído en Chile, llegó a ser diputado en España, mientras Recabarren fue parlamentario electo en el país. El uruguayo Roxlo fue diputado por varios períodos. Lugones mantuvo actividad política por varios años y con orientaciones cambiantes. Camacho fue parlamentario en Colombia, al igual que Lozano, quien además fue ministro y hasta presidente por diez días. El venezolano Ugarte Pelayo fue ministro, presidió la cámara de diputados e integró una junta de gobierno. Garizurieta fue diputado (1940-1943) y embajador de México en Haití y en Honduras. El brasileño Vasco dos Reis Gonçalves fue gobernador de Goiás. Y la lista podría continuar.

Desde luego, el quehacer político debió resultarles difícil de armonizar con la reflexión ensayística, y en numerosos casos les provocó profundas decepciones. Sin embargo, todo indica que hicieron seriamente el intento de compatibilizar oficio y compromiso.

Reflexiones finales

1.- He mostrado tanto la gran frecuencia del suicidio entre los ensayistas latinoamericanos y caribeños como la virtual invisibilidad del fenómeno y de sus obras. Estos suicidios “invisibles” parecen más notorios en Sudamérica, casi en relación de 3 a 1. Pero, corrigiendo las cifras por el tamaño de la población de los países, la diferencia entre ambas regiones se atenúa. He aquí el número de ensayistas suicidas de cada país:

Sudamérica

Centroamérica y El Caribe

Argentina: 26

Costa Rica: 2

Chile: 13

Nicaragua: 1

Paraguay: 1

Honduras: 1

Uruguay: 7

El Salvador: 0

Brasil: 7

Guatemala: 0

Perú: 5

Cuba: 9

Bolivia: 6

Rep. Dominicana: 4

Ecuador: 4

Haití: 2

Colombia: 5

Puerto Rico: 1

Venezuela: 6

México: 9

Subtotal: 80

Subtotal: 29

2.- Como se ve, el Cono Sur registra significativamente más ensayistas suicidas que Centroamérica (de hecho, no hallé casos en Panamá, Guatemala ni en El Salvador). En principio, estas diferencias se correlacionan con las tasas de suicidio regionales (que también son más altas en el Cono Sur y más bajas en Centroamérica).

3.- Por otro lado, de cada diez ensayistas suicidas, nueve son hombres. Claro está que esa proporción puede ser igualmente asimétrica entre los ensayistas no suicidas (en la población común, el suicidio femenino es también menos frecuente que el masculino, pero nunca tan bajo como la proporción 1/9 que he hallado entre los ensayistas).

4.- Más allá de estas diferencias, los autores suicidas nos interpelan como grupo, y tanto por sus vidas como por sus obras, que por lo demás resultan indisociables. Cabe entonces preguntarse: ¿es la radicalidad de sus vidas y obras una clave relevante para comprender el sentido del ensayo en nuestros países latinoamericanos? Por ejemplo, ¿nos permiten estos numerosos casos aprender vicarialmente algo significativo acerca del rol de intelectual en nuestras culturas? Trascendiendo la reivindicación necrofílica y la melancolía paralizante, ¿hay alguna lección más esperanzadora que aún debamos aprender?

5.- Por cierto, estas y otras preguntas sólo podrían responderse investigando más de cerca sus casos, sin transformarlos por ello en sujetos de culto. También nosotros laboramos “con barro y con sueño”, como dijera de Rokha a propósito de la poesía. Por distantes que estemos del suicidio, quizás compartimos con ellos más de lo que creemos.

6.- Según Maíz (2003), en el ensayo hispanoamericano –a diferencia del europeo– la motivación psicológica gravita menos que las determinantes sociohistóricas. Ahora bien, en nuestros ensayistas suicidas parecen interactuar ambos factores: su sensibilidad subjetiva les hace percibir más dolorosamente nuestra realidad objetiva (la injusticia, la precariedad), y, al mismo tiempo, esa decepcionante realidad los frustra y los deprime más hondamente.

7.- Que el suicidio de los escritores no sea algo muy perceptible puede ser incluso deseable, pues se ha visto que mientras más se difunden los casos de suicidio, más imitadores surgen. En cambio, desde la sociología de la literatura, la psicología social de la creatividad y la culturología, percibir el fenómeno es condición para comprenderlo y, eventualmente, para contribuir a prevenirlo. Tal convicción ha presidido esta investigación sobre el fenómeno, ignorado en la crítica especializada y también en los estudios culturales de ambas regiones.

1  He aquí ocho ejemplos: 1) Bertodatti, Juan Domingo [Vanber]: Los poetas suicidas. Rosario, Argentina, 1974, 59 pp. 2) Gamboa, Héctor: No escribiré más... Una antología de literatos suicidas. Corporación Mexicana de Impresión, México, 1985, 326 pp.  3) Schwartz, Perla: El quebranto del silencio. Mujeres poetas suicidas del siglo XX. Editorial Diana, México, 1989, 127 pp.  4) Hoz, Luis La: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. 33 poetas suicidas. Ediciones de los lunes. Lima, 1989, 201 pp.  5) Gallero, José Luis: Antología de poetas suicidas (1770-1985). Fugaz Ediciones Universitarias, Madrid, 1989, 349 pp.  6) Roca, Juan Manuel: Cerrar la puerta. Muestra de poetas suicidas. Ediciones Hölderlin, Medellín, 1993, 245 pp.  7) [Lentini, Javier; Lentini, Rosa (eds.)]: Dossier: Poetas suicidas. En Hora de poesía, Barcelona, Nº 85/86/87, enero-junio 1993, pp. 7-196. 8) Alarcón, Nora: Bellas y suicidas. [Antología de 15 poetas suicidas] Lima, Editorial Sol Negro editores, 2010, 112 pp.

2  Hay reedición reciente en Estados Unidos: Kessinger Publishing, 2010, 588 pp.

3  La Plata: étude historique se reeditó en Estados Unidos: Kessinger Publishing, 2010, 588 pp. C. Gazmuri editó la antología Carta a Francisco Bilbao y otros escritos, Santiago, Ed. Universitaria, 1989, 182 pp.

4  Ver Obras selectas de Luis Emilio Recabarren. Santiago: Empresa Editora Nacional Quimantú, 1971, 310 pp. Incluye sendos estudios de Julio César Jobet (“El pensamiento político de Recabarren”) y Jorge Barría S. (“El legado de Recabarren”), y una bibliografía preparada por el mismo Barría.

5  Ver Crónicas reunidas. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2008, tres tomos: I (1921-195, 689 pp.), II (1926-1930, 1031 pp.) y III (1931-1933, 2011, 732 pp.). Compilación de Roberto Merino.

6  Los gemidos, Santiago: Editorial Cóndor, 1922, 392 pp. (reed. en Lom, Santiago, 1994). Arenga sobre el arte (Editorial Multitud, Santiago, 1949, 371 pp.). Neruda y yo, Santiago: Editorial Multitud, 1955, 131 pp. Interpretación dialéctica de América: los cinco estilos del Pacífico, Buenos Aires, Libertad, 1947, 367 pp.

7  Ver Sombras y entresombras en la poesía chilena actual, Santiago, Ediciones Barlovento, 1952, 72 pp., y Multidiálogos, Santiago, Editorial Nascimento, 1978, 226 pp.

8  Alfonso Reyes, ensayista. Vida y pensamiento, México, Ibero-Mexicana, 1956, 228 pp. Destaca también “El moderno fenomenalismo británico”, que ofrece una tempranera reseña sobre Alfred Ayer, autor clave en la filosofía analítica. Ver Realidad: revista de ideas, Buenos Aires, 1948, XII, pp. 298-308.

9  Uno de sus mejores ensayos se titula “El problema de la muerte desde el punto de vista de la metafísica”. Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía, Universidad de Cuyo, Mendoza, marzo-abril 1949, tomo 2, pp. 748-756 (disponible on line). Ampliado en Antología, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1969, pp. 49-73.

10  Ver la voluminosa compilación póstuma El laberinto del topo, Santiago, Cuarto Propio, 2009, 440 pp.

11  Véase Escritos sobre arte, Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2005, 75 pp.

12  Véase el volumen póstumo 4 ensayos y un poema. Intemperie Ediciones, Santiago, 1996, pp.

13  Ver Leandro Alem: Escritos y discursos. Ferrari Hermanos, Buenos Aires, 1914, 240 pp.

14  Véase este botón de muestra, tomado de Didáctica (1910): “[…] Las mujeres son comúnmente impulsivas; carecen del sentimiento de la justicia; obran por afecto o por antipatía. Su concepto del deber cristaliza, por decirlo así, en fórmulas rígidas y automáticas. Su moral estriba más bien en un concepto de compostura física que de integridad espiritual. De aquí la intolerancia con que tienden a considerar irreparable toda falta, así como el apasionamiento de sus juicios. La mujer, más virtuosa corporalmente, es de carácter menos moral que el hombre, porque siente menos la justicia, base de toda moralidad”.

15  Debo el dato a Olga Santiago, quien el 2004 me envió un mail y algunos textos fotocopiados de Romagosa.

16  Ver Carlos Pérez Zavala: Andrés Terzaga, literato, ensayista y pensador riocuartense. Río Cuarto: Universidad Nacional de Río Cuarto, Facultad de Ciencias Humanas, 2005, 100 pp.

17  Walter Adet: Obra literaria. Comp.: María Eugenia Carante. Salta: Secretaría de Cultura, 2006, 484 pp.

18  De Sola González se publicó póstumamente Itinerario expresivo de Leopoldo Lugones. Del subjetivismo alucinatorio al objetivismo poético. Mendoza: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, prólogo de Enrique Marini Palmieri, edición a cargo de Víctor Gustavo Zonana, 246 pp.

19  De Murena cabe recomendar El pecado original de América. Buenos Aires: Sur, 1954, 233 pp. Guillermo Pino hizo una selección multigenérica de Murena: Visiones de Babel. México: F.C.E., 2002, 519 pp.

20  Agradezco a la hispanista italiana Rosa Maria Grillo, quien me recordó artículos y ensayos breves de Quiroga. Un buen ejemplo es Cine y literatura. Losada, Buenos Aires, 2007, 382 pp.

21  La editorial mexicana Sexto Piso publicó Breviario del caos ([1982] 2004) y Post mortem ([1968] 2006).

22  José María Arguedas: Formación de una cultura nacional indoamericana. Selección y prólogo de Ángel Rama. Siglo XXI, México, 1975, 197 pp. El volumen reúne sobre todo ensayos antropológicos, en su mayoría escritos entre 1952 y 1958; sus ensayos sobre folklore y literatura siguen dispersos.

23  La lengua de Adán, Camarlinghi, La Paz, 1972 [1888], 368 pp.

24  El lingüística, el vocablo latino cognados designa pares de vocablos ‘nacidos’ (gnatus) en distintas lenguas, pero ‘con’ (co-) la misma fuente etimológica. Así, aunque compartan el origen y ciertos semas o incluso la ortografía y hasta la pronunciación, estos parientes o dobletes interlingüísticos difieren en su evolución, por lo que traducirlos como equivalentes implica incurrir en el fenómeno de los falsos amigos (por ejemplo, en inglés ‘vegetables’ no se aplica a los vegetales en general, sino a las verduras u hortalizas).

25  La educación del indio: contribución a la pedagogía nacional.  La Paz: González y Medina Edit., 1919, 170 pp.

26  Véase Meditación del enigma, Madrid, Seminario de Estudios Hispánicos, 1966, 130 pp., y una edición póstuma a cargo de Mario Araujo Subieta: La primera piedra: sobre música y filosofía, Potosí, 1981, 172 pp.

27  Ver “Sentido de la palabra ‘verdad’”, “Sentido de la palabra ‘realidad’”, “Breve esquema genérico sobre la dialéctica”, en Obras completas, coord. por W. H. Corral, Universidad de Costa Rica, 2000, pp. 203-237.

28  Ver Poesía, narrativa, ensayo. Selección, prólogo y cronología: Jorge Dávila Vásquez. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1993, 302 pp.

29  Ver Ensayos y conferencias. Bogotá: Editorial Cromos, 1937, 240 pp. Allí estudia a algunos de sus autores preferidos: J. A. Silva, Pirandello, Maupassant, Poe, Bécquer, Heine.

30  Hay tres selecciones póstumas: [1] Escritos políticos (Bogotá, Instituto Colombiano del Libro, 1980, 467 pp.). [2] Visión liberal de Colombia (Bogotá, Universidad Externado, 2006, 328 pp.), comp.: Otto Morales Benítez. [3] Obra escogida (Universidad del Rosario, 2009, 234 pp.), comp.: Fernando Mayorga García.

31  Ver Ensayos. Biblioteca Popular Venezolana, Caracas, 1967, 338 pp. Selección a cargo de Rafael Pineda.

32  La trágica verdad del escritor. Caracas: Editorial Miros, 1991, 100 pp.

33  Ver Héctor Leyva: El fatalismo en la literatura y en la cultura de Honduras (Tegucigalpa: Cuadernos de Visión País, PNUD, 2003, 17 pp. Disponible on line.

34  En Hombres de pensamiento (1947) estudia a varios compatriotas escritores, entre ellos Juan Ramón Molina (suicida) y Arturo Martínez Galindo (muerto a machetazos).

35  El Diccionario de Literatura Cubana lo excluye olímpicamente (La Habana, 1980, dos tomos). Lo mismo hace el CD-rom 100 famosos en La Habana.

36  Hay dos compilaciones recientes: [1] Elena Alavez Martín publicó Eduardo Chibas. Clarinada fecunda, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2009, 152 pp.; [2] Ana Cairo Ballester compiló Imaginario, Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2010, 767 pp.

37  Cultura: lucha de clases y conflicto racial. 1878-1895. La Habana: Ed. Pueblo y Revolución, 1989, 92 pp.

38  José Alcántara Almánzar afirma que al menos un escritor de la generación insurgente optó por el suicidio; lamentablemente, no consigna el nombre. Ver Los escritores dominicanos y la cultura. Instituto Tecnológico de Santo Domingo, 1990, p. 145.

39  Luis Ignacio Helgueras incluye algunos de ellos en su Antología del poema en prosa en México (FCE, México, 1993), mientras que José Luis Martínez selecciona casi esos mismos textos en su antología El ensayo mexicano moderno (FCE, México, 21971, tomo I); por si fuera poco, Christopher Domínguez incluye abundantes textos suyos en su útil Antología de la narrativa mexicana del siglo XX (FCE, México, 1989, tomo I, pp. 625-641).

40  Puede verse una muestra en Jorge Cuesta: Poesía y crítica, México, Conaculta, 1991, 361 pp.

41  Luis Mario Schneider compiló su Obras completas (Editorial, México, 1987, 466 pp.), que no incluyen todo, pues muchas páginas se extraviaron. Ver además Rosa García Gutiérrez: “Antonieta Rivas Mercado en sus obras”. Anales de Literatura Hispanoamericana. 1999, 28, pp. 611-636. Disponible on line.

42  He aquí algunos ejemplos de escritos bolivarianos: [1] Ugarte Pelayo, A.: “Presencia de Bolívar en los problemas actuales de América”. Cuadernos Americanos, México, sept.-oct. 1960, año XIX, N° 5. [2] Carías Reyes, M.: “Simón Bolívar”, en Prosas fugaces, Tegucigalpa: Imprenta Calderón, 1938, pp. 192-199. [3] Edwards Bello, J.: El nacionalismo continental. Santiago, 21935 [Madrid, 11925]. [4] En notorio contraste, Lozano y Lozano diserta sobre Bolívar maquiavélico (1937), conferencia recogida en Crítica y doctrina, Bogotá, Editorial Antena, 1943, pp. 107-138. Cabría agregar más de un escrito de Salvador Allende e incluso buena parte de un libro de Getulio Vargas: Retorno à Terra Natal, Confraternização Sul-americana e Revolução Comun. A nova política do Brasil. vol. IV, Rio de Janeiro, J. Olympio Editora, 1939.

43  Cito el comienzo de “¿Quién es el general Sandino?”: “[…] Actualmente, el general Sandino combate por nuestro honor, es decir, por el honor de toda la América indo-mediterránea. Porque es preciso saber que, aunque todas estas repúblicas de igual origen vivan separadas, en el mundo nos miran en conjunto y tanto nuestros pecados como nuestras virtudes se aprecian en pro o en contra de la colectividad. Si en Nicaragua no hubiera ya hombres como Sandino, el mundo nos despreciaría, porque eso sería lo mismo que decir que aquí no quedan más que ladrones.” Crónicas reunidas (opus cit., nota 4), II, p. 955.

44  Gregorio Selser: Sandino. Biblioteca Marcha, Montevideo, 1970, 123 pp. Selser continuó ampliando su investigación, al punto que en la edición póstuma de 2004 terminó teniendo casi 800 pp.

45  Conferencia “Marginalidad y pobreza de cara al tercer milenio”, Universidad del Litoral, noviembre 1997.

46  Ver Roberto Sánchez Ramírez: “Centenario de la muerte de Manuel Coronel Matus”, El Nuevo Diario, 25.08.2010, http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/81987.

47  Incluso cuando dos de ellos están bajo el mismo foco, su condición de suicidas no se toca. Por ejemplo, eso ocurre incluso en un artículo tan bueno como “José Antonio Ramos Sucre y Leopoldo Lugones: dos estéticas enfrentadas”, de Carmen Ruiz Barrionuevo (Anales de Literatura Hispanoamericana, Universidad Complutense, Madrid, 1997, Vol 26, pp. 333-342).

48  Paul Lafargue: Textes choisis. Éditions Sociales, París, 1970, pp. 225-228. Ver la extensa “Introduction”  (pp. 9-74) de Jacques Girault, quien aporta además numerosas y esclarecedoras notas.

49  Ver Por dentro todo está permitido. Caja Negra, Buenos Aires, 2010, p. 156.

50  Desde una perspectiva psicolingüística, se podría presumir que estos aprendizajes se facilitaron en la medida en que seguramente Villamil usó los cognados (ver nota 22) como puentes levadizos de una lengua ya conocida a otra nueva. Pero este proceder intuitivo –tan propio del autodidacta– le generó una falsa certeza sobre el aymara como lengua adánica y edénica, error comparable al que cometemos al creer que vocablos ingleses como parents y relatives equivalen en español a parientes y relativos.

51  En “Sobre el suicidio”, Finalyson afirma: “El sentimentalismo es una enfermedad. Ha sido en épocas sentimentales o en eras de descreencia cuando abunda o acrece el número de suicidios”. Escritos pensados. Edición a cargo de Vicente Undurraga. Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2006, pp. 271-272.

52  Ver Por qué cree en Dios la burguesía. Editorial Leviatán, Buenos Aires, 1985, 121 pp.

53  Ver Paul Lafargue: Textes choisis. Éditions Sociales, París, 1970, pp. 225-228. En esas máximas y en otros textos, Lafargue tiende además a parodiar la Biblia, como en L’Eclésiaste ou le livre du capitaliste (pp. 216-230), o el “Credo” y otras oraciones católicas (pp. 230-238).

54  “Adiós a Carlos Correas”, testimonio firmado por el equipo de redacción El ojo mocho (disponible on line). Ver también Juan José Sebrelli: “Carlos Correas, un escritor maldito”. Diario Perfil, Bs. As., 22.07.2007.

55  En La realidad médico social chilena 1939 (reedición de Alejandro Jiménez Escobar, Santiago, 1999, 249 pp.), Allende aplica el concepto de “capital humano”, que entonces no se usaba en política ni en economía.

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L’emprise du lien totalitaire

Muriel Montagut

En tant qu’elle constitue la volonté d’anéantissement d’un être humain, la torture peut être considérée comme le produit d’une prise de pouvoir absolue. Entre la personne qui produit les sévices et celle qui les subis, la domination est totale. Cela nous invite à interroger ce que cette totalitarisation du lien peut induire en terme d’effet pour celui qui le subi. Mais pour saisir ces effets et les tentatives de dégagement de l’emprise de la torture, il importe de s’interroger sur...

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